¡La propuesta!

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Despierto con el sonido estridente de mi despertador. Estiro los brazos, bostezo y me deslizo de la cama, lista para otro día en la lujosa mansión. Lo que sea que haya pasado el fin de semana se queda ahí mismo, mi vida como "criada" debe continuar.

Con toda la actitud empiezo mi rutina habitual: sirvo el desayuno con la precisión de una chef de cinco estrellas, arreglo el atuendo de Ethan hasta la perfección y plancho cada arruga imaginaria en sus camisas. Sus zapatos, tan resplandecientes que mi rostro puede reflejarse y su corbata, alineada con una perfección de político en campaña electoral.

Mientras Ethan y yo desayunamos, él me mira con una seriedad inusual. Sus ojos parecen más distraídos que lo usual.

— ¿Cómo estuvo el fin de semana con mi madre?— pregunta, tomando un sorbo de su café.

— Bien, ¿creo?— respondo, tratando de ocultar todo lo que sucedió. Mi mente repasa las anécdotas más extrañas y los momentos más incómodos, pero me guardo esos detalles para mí misma. — Pero, ¿por qué lo preguntas?

— Solo curiosidad. Mi madre no es precisamente fácil de llevar.

— Oh, no te preocupes. Tenemos algunas cosas en común— añado, con una sonrisa forzada.

— Interesante— murmura Ethan, con una ceja levantada. — Me pregunto qué será.

— ¿A ti te gustan las motocicletas, Ethan?

— Por supuesto que sí, pero... tendría que encontrar tiempo para ello. Tal vez en el futuro— dice con un suspiro. ¿Será que la última vez que montó una moto fue en una feria cuando tenía diez años?

Antes de que pueda indagar más, Ethan me informa que tiene una reunión de negocios y que estará fuera hasta mañana.

— Bueno, Valentina, me voy a Santa Kuruzú. Será una reunión de negocios muy importante —dice, ajustándose el cuello de la camisa mientras recoge su maletín.

— Oh, Santa Kuruzú, ¿la ciudad vecina donde venden los helados gigantes en forma de cono?— pregunto, tratando de recordar alguna referencia turística que haya visto.

— Sí, pero no estoy yendo por los helados. De todas formas, ten cuidado mientras esté fuera—responde, con una sonrisa.

— No te preocupse, Ethan. Estaré bien aquí— aseguro, tratando de calmar sus temores. Aunque, entre nosotros, ¿quién necesita cuidarse cuando tienes a Mario rondando por la casa?

—Gracias, Valentina. No sé qué haría sin tí— dice, antes de dirigirse hacia la puerta. — ¿Quién sabe? Tal vez te traiga un recuerdo de esos helados gigantes en forma de cono que mencionaste.

— No exageres, Ethan. Santa Kuruzú está a solo media hora de aquí— respondo, riendo ante su ocurrencia.

— Bueno, quizás la próxima vez entonces. De todos modos, estaré de vuelta mañana por la noche. Cuídate mucho, Valentina— dice, antes de desaparecer por la puerta.

Después de despedirlo, me pongo manos a la obra con mis tareas en la mansión. Atravieso los pasillos con mi aspiradora en mano, haciendo malabarismos para esquivar los muebles y las delicadas decoraciones que adornan la casa. Parece que Ethan no escatima en gastos cuando se trata de adornar su hogar, ¡y eso que solo estoy limpiando!

Termino de limpiar las habitaciones principales y decido aventurarme al ático, un lugar que no había explorado antes. Subo las empinadas escaleras de caracol, lista para enfrentar cualquier desafío que se presente.

Al abrir la puerta del ático, soy recibida por una nube de polvo que me hace toser violentamente. Despejo mi vista y comienzo a explorar el lugar, moviendo cajas viejas y encontrando todo tipo de objetos antiguos y olvidados.

Limpia, acelera y... ¡Corre!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora