¡Piratas al ataque!

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El sol brilla en lo alto mientras Kumiko y yo caminamos por la costa, sintiendo la brisa salada del mar acariciar nuestras mejillas y el cálido abrazo del sol sobre nuestras espaldas. El cielo está despejado y el azul del mar se funde con el horizonte en una hermosa armonía.

— ¿No deberíamos haber traído protector solar?— pregunta Kumiko, ajustando su gorra de repartidora de pizza mientras el sol nos abrasa con fuerza.

— Tal vez deberíamos haberlo pensado antes de decidir que sería una buena idea caminar bajo este calor— respondo, riendo mientras sostengo una supuesta "pizza".

El sonido de las olas rompiendo contra la costa se mezcla con el canto de los pájaros marinos que vuelan en círculos sobre nuestras cabezas. Entonces, nos detenemos frente a la imponente mansión de Montoya, nuestro objetivo.

— ¿No estamos un poco fuera de lugar?— pregunto, señalando el enorme y lujoso hogar que se alza a lo largo de la playa.

Kumiko se encoge de hombros, con una sonrisa en su rostro.

— Quizás, pero eso hace que sea aún más emocionante, ¿no crees?— responde, mirándome afiladamente.

Con la pizza (que en realidad es un explosivo improvisado) en nuestras manos, nos acercamos a la entrada principal de la mansión de Montoya. Aunque estoy un poco nerviosa por el plan, la emoción de la aventura me llena de adrenalina.

— ¿No crees que esto es un poco arriesgado?— le pregunto a Kumiko, con un dejo de preocupación en mi voz mientras me preparo para dejar la pizza en la entrada.

— Es arriesgado, pero tu querías ser parte de esto, ¿verdad?— responde con un guiño burlón.

Con un suspiro nervioso, toco el timbre de la casa y activo el temporizador. A mi llamado atiende un guardia alto y fornido, que me pone a sudar en frío. Nos mira con una ceja alzada, claramente sorprendido por nuestra presencia.

— ¿En qué puedo ayudarlas?— pregunta, con una voz profunda que hiela mi sangre.

Kumiko me lanza una mirada cómplice antes de responder con una sonrisa encantadora.

— Hola, estamos aquí con la entrega de la pizza para el señor Montoya. Esperamos que la disfruten— dice, extendiendo la caja hacia el guardia.

Él la acepta con una mirada escéptica y la abre para verificar el contenido. No parece muy convencido por lo que ve, y mi corazón late con fuerza en mi pecho mientras espero su reacción.

— ¿Pizza? —dice, frunciendo el ceño—. No recuerdo haber pedido ninguna pizza.

Kumiko y yo intercambiamos una mirada nerviosa, preguntándonos qué hacer a continuación. ¿Deberíamos cambiar de plan? ¿O deberíamos tratar de engañarlo de alguna manera?

— Uh, ¿qué pasa si ha habido algún error?— intervengo, intentando sonar lo más convincente posible. — Tal vez el señor Montoya olvidó hacer el pedido, pero seguro que apreciará una deliciosa pizza.

El guardia nos mira con sospecha, pero luego parece considerarlo por un momento antes de asentir con resignación.

Kumiko y yo suspiramos aliviadas mientras nos alejamos, sabiendo que hemos superado el primer obstáculo. Ahora solo tenemos que esperar treinta segundos para que el dispositivo detone.

Esperamos con la respiración contenida, pero para nuestra sorpresa, el estallido nunca llega. Nos miramos con preocupación, preguntándonos qué salió mal.

— ¿Qué hacemos ahora?— pregunto, sintiendo el peso de la incertidumbre en mi pecho.

Kumiko parece pensativa por un momento, pero luego su rostro se ilumina con una idea.

Limpia, acelera y... ¡Corre!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora