VI

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Bill tenía sueño, yo no, mi corazón no dejaba de latir y los recuerdos estaban lanzándose a mi mente como si no hubiera otro maldito mañana, recuerdos de cuando éramos niños, de cuando hacíamos esas tareas juntos y él trataba de explicarme las matemáticas y yo sólo era capaz de pasarle fechas de historia y los resultados de química cuando no tenía más ganas de calcular.

Para tratar de calmar o apagar tanto recuerdo, me propongo acomodar mi armario, de pronto ya ni siquiera quería ir a la fiesta de Ally, ya no tenía ningún interés en ver a sus amigas y eso, en realidad me preocupaba. Terminé después de no sé cuánto tiempo, tenía un desorden que parecía remontarse desde años atrás, por lo que sonaba bastante lógico que haya tardado poco más de un par de horas.

Salgo de mi habitación encontrando su puerta entreabierta, camino hacia esta y el corazón me da un vuelco increíble, inhalo su aroma desde afuera, al otro lado de la habitación, y sólo puedo pensar que no puedo hacer nada, que todo esto es más fuerte que yo. Abro la puerta hasta donde está me lo permite, y puedo verlo; está dormido, una de sus manos está sobre las sábanas y su cuerpo, mientras que la otra la tiene bajo su cabeza y así, duerme frente a mí.

—¿Por qué volviste? —le pregunto molesto pero sin esperar una respuesta en específico de su parte. Es obvio que él tiene todo el derecho a elegir entre sus posibles opciones, lo que me molestaba en sí era que yo estaba sufriendo en consecuencia.

Entonces mis pies empiezan a encaminarse dentro de la habitación, parecían estar en un espacio conocido. Ambos me llevan hasta su cama, y al estar junto a esta no puedo hacer otra cosa más que acariciar su cabello, y es que ya nada me podía hacer cambiar en cuanto a mi forma de verlo, ya nada podía hacer para no sentir todo lo que él me provocaba.

—No debiste haber vuelto, esto sería un desastre ¿sabes?... Pero bueno, ya estás aquí y yo estoy bien, estaremos bien. Duerme bien. Buenas noches.

Mi boca llega a su mejilla, dejo un beso ahí, uno pequeño, uno lleno de miedo y lleno de cariño al mismo tiempo, uno cargado de todo lo que no podía decir.

Despierto con ganas de levantarme, mismas que no tenía desde hace cinco años. Esas ganas van acompañadas con deseos de salir, de estar acompañado por él. Y ahí están, mis ganas de seguir despertando porque por fin estaba él en casa. Bajo las escaleras y lo veo sentado en el sofá frente al televisor. Me llama la atención el hecho de que esté viendo Bon Esponja como hacíamos desde pequeños. Está viendo la tele, tiene un tazón de cereal en sus manos y está dándome la espalda y eso me hace querer gastarle una pequeña broma.

—¡Buenos días! —digo con la voz más alta de lo normal, haciéndolo pegar un saltito en el mismo lugar donde está.

—Oh Tom, no te escuché bajar. Buenos días.

—¿Qué haces? —pregunto sentándome a su lado.

—Desayuno, y veo un poco de tele. Mi mamá salió con Gordon.

—Sí, hacen eso muy seguido —explico.

Después de esa pequeña interacción, me quedo embobado viéndolo, admirando su rostro como cuando éramos más pequeños y me la pasaba haciendo eso mismo cuando estaba distraído. Lo veo como si hubieran pasado más de cinco años, como si hubiera estado más lejos de lo que estuvo en realidad, sin embargo, él se da cuenta y me mira en busca de una buena respuesta.

—¿Qué? —pregunta esperando a que le explique el porqué me le he quedado viendo.

—Nada, sólo que...

—Sólo que ¿qué?

—Es que te ves mejor sin tanto maquillaje.

—¿Tienes idea cuántos comentarios escuché en España acerca de mi maquillaje?

—No, pero mi comentario no es en mal plan, sólo digo que... —no, no era en plan de hacerlo sentir mal o que se sintiera avergonzado o algo peor; tampoco sabía cómo hacerlo sonar mejor, y eso sí lo supo él.

—No te preocupes, sí lo entiendo, yo sólo digo que hubo muchas personas opinando sobre mi forma de ser, muchas se burlaron, y otras tantas no pudieron hacer más ni menos que mirarme raro. Así que, basta. Ya no me mires así —dijo con una sonrisa en los labios. —Los que se burlaron no dejaban de decir que parecía una chica en vez de un chico.

—Malditos.

—No te preocupes, ya no los voy a escuchar y tampoco dejaré de maquillarme.

—Sí, no lo hagas. A pesar de que eres tan guapo como yo, el que te maquilles es un plus a tu personalidad.

—Oh, gracias.

Sigue con la vista enfrente después de dedicarme una sonrisa, se ríe de algunas tonterías que hace Patricio y en un momento más, se dirige a mí otra vez.

—¿Y qué estudias? —me pregunta poniendo en modo silencio la televisión.

—Música, tomaré la rama de productor —contesto orgulloso.

—¿Así que producirás mi música?

—Sí claro, ¿Compones o qué?

—Por supuesto, eso estudio. Cuando te gradues seremos tú y yo en el escenario.

—Bueno sí, si quieres

—¡Genial!, seremos famosos.

Sonreí al tener su visión futura en mi cabeza. Su tazón ya está vacío. Me levanto y voy a la cocina para prepararme uno igual, cereal con leche.

—¿Hoy vas a trabajar? —me exalta su voz, siempre tomándome por sorpresa, vuelvo hacia atrás y está justo detrás de mí.

—Sí, ¿Por qué? —me doy cuenta de su pantalón pijama, es azul claro con nubes blancas. Me llena de ternura este niño.

—Pensé que podríamos salir —me sirvo el cereal y me vuelvo a la barra para comer de mi tazón, quedo frente a él y noto que ha bajado la mirada.

—¿Para qué? —quiero ver su mirada

—Para estar contigo —sí, funcionó, me está mirando y quiere estar... ¡conmigo!

Bum,bum. Bum, bum. Bum, bum.

No puedo ponerme imbécil ahora. Dios esto es humillante, con nadie me había puesto así.

—Bueno...

—Si no puedes está bien, lo dejamos para otro día. Yo entiendo.

—Sí, otro día, ya es tarde de todas formas —asiente cabizbajo. —Cuéntame mejor cómo te fue en Madrid, ¿cómo está por allá el clima? ¿tuviste novias?

Quería escuchar un no, ¿qué más podría pedir?

—¿Novias?... No, yo... —dice sin terminar y vuelve a bajar la mirada.

Diablos, ¿por qué hace eso?

In die NachtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora