XXII

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Al terminar con nuestro horario, Andy y yo salimos con dirección al estacionamiento. Íbamos hablando de las clases y de los maestros que teníamos, además de cómo trabajaban, ya que él tiene más tiempo conociendo a los profesores. En realidad Andy es un chico muy interesante, ya hemos encontrado varias cosas en las que coincidimos, es muy agradable, aunque tímido, no habla con nadie de la escuela por lo que he visto este día, es muy inteligente y al parecer tiene un excelente oído e intuición para los instrumentos y las melodías y, para ser honesto, creo que seremos muy buenos amigos.

—Te dejo Bill, el que está allá es mi novio —me señala a un chico alto, musculoso, de cabello castaño, corto y lacio, lo tiene peinado hacia un lado sin fijador ni nada, es de tez blanca y está recargado en un Audi, aunque no sé qué modelo es. Ya le preguntaré a Tom, él sabe de esto y apuesto a que podrá decirme todos los detalles y aplicaciones que contiene ese coche.

—Es bien parecido.

—Lo sé. Nos vemos mañana.

—Seguro, adiós.

Andy se aleja con dirección al chico del Audi. Estando ya juntos se ven muy bien, pues Andy es más parecido a mí físicamente, tiene cabello perfectamente peinado, y rubio, es delgado y usa ropa casi como la mía, además de que también tiene facciones algo finas. Cuando lo veo llegar junto a su novio, me atrevo entonces a buscar a Tom con la mirada, está fuera de su Cadillac, viéndome desde su posición, lo saludo con la mano y voy hacia él con una sonrisa en los labios, he pasado seis horas sin sus besos, sus manos cerca, su mirada, su aroma cuando me abraza. Había sido un martirio.

—Hola. ¿Qué tal tu primer día?

—Hola. Bien, ya tengo un amigo.

—Sí, es lo que acabo de ver. He querido buscarte por todo el campus y saber cómo estabas, abrazarte y tan solo verte —dice aquello tan bajito, sólo para que yo lo escuche y eso me hace sonreír.

—Yo también pero espera a que lleguemos a casa y estemos solos, además tenemos que hablar antes.

—Hay algo que nos tortura mucho a los hombres, ¿sabes?

—¿Ah sí? ¿Y qué es eso que les tortura?

—Que una chica nos diga «Tenemos que hablar» y que te lo diga cinco horas antes de la hora en que te lo va a decir.

—Dos puntos a mi favor; uno, no soy una chica y dos, te lo diré en cuanto lleguemos a casa.

—Bien, tú ganas. Sube.

Asentí y fui a abrir la puerta mientras que Tom iba a su lugar para conducir. Me detengo al oír que le gritan a Tom. Es un chico más bajito que yo, por centímetros, su cabello es castaño y largo.

—¿Qué pasa, Georg?

—No se te olvide mañana traer tu guitarra.

—Oh sí, está apuntado. Georg, mira él es Bill. —Vuelvo a ver a Tom, no sé si lo pueda notar pero ahora estoy sumamente confundido—. Bill, él es Georg, mi mejor amigo. Él ya lo sabe.

—¿Qué? ¿Qué es lo que sabes? —pregunto alertado, tendiendo mi mano para estrecharla con la de él.

—Hola mucho gusto. Sé lo de ustedes dos. Pero no te preocupes, soy amigo de Tom desde hace algunos años y tienen mi apoyo y mi confianza, nunca diré nada si ustedes así lo quieren.

—El gusto es mío —respondo pero sigo confundido. —Yo los dejo.

Subo a la camioneta y cierro mi puerta, me pongo el cinturón de seguridad, y aunque trato de escucharlos no oigo nada de lo que hablan, pero ese chico Georg, me ha caído bien, se ve que es un chico bastante confiable. Al menos eso quiero creer.

In die NachtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora