XXVIII

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Abro los ojos, pestañeo un par de veces por los rayos del sol que entran ya por la ventana y me lastiman. Veo que estoy sobre el brazo y pecho de Tom. Me muevo un poco acomodándome más sobre él.

—Buenos días, amor.

—Buenos días. —Me besa la frente.

—Déjame revisar.

Me levanto sobre un codo y empiezo a quitar las banditas de cada corte en su cara, se ven mucho mejor, al igual que su ojo.

—Se ven excelentes. —Le sonrío.

—Gracias a ti.

Vuelvo a acostarme sobre su pecho, ya no dice nada y yo tampoco. Está mirando el techo pero sus manos se divierten pasando por mi piel.

—¿De dónde voy a sacar esa cantidad de dinero? —dice sin más.

Lo miro y se ve preocupado, al menos no tanto como ayer..

—¿Y si vamos con Jörg?

—¿Vamos? Pensé que ya no queríamos verlo.

—Es la única persona que se me ocurre, y ya te dije que haría cualquier cosa por ti, eso también incluye ir a ver la mierda de padre que tenemos.

—Tienes razón, pero entonces iré yo solo, no tienes que verlo.

—Quiero acompañarte, quiero estar contigo.

—Bien, de acuerdo, irémos, pero es largo el viaje.

—Pues llegaremos aún más tarde si no nos movemos. Voy a ducharme.

—Yo igual.

Por último me regala una sonrisa y nos levantamos, él se va a su habitación y yo entro en mi baño para ducharme. Al salir lo hago con la toalla en la cintura y como siempre tengo una guerra conmigo mismo para arreglarme. Decido ponerme una playera blanca con un gigante estampado, unos pantalones igual blancos y ajustados y por último una chaqueta blanca y la dejo abierta. Dejo mi cabello alaciado con mi flequillo de lado derecho. Me coloco mis collares, pulseras y brazaletes. Lo último es maquillarme, no por ir con ese bastardo dejaré de ser yo. Salgo de la habitación estando listo y oigo a Tom que está en la sala hablando con alguien, debe ser mamá al teléfono.

—Sí, estamos bien... No sé, a ver qué se nos ocurre, tal vez Georg organice algo... Sí,

no te preocupes... Sí... No... Mamá, estamos bien... Bien, adiós... Sí. Te queremos. —Deja el teléfono a un lado y vuelve a mí.

—¿Listo? —le pregunto y me observa de pies a cabeza mientras bajo las escaleras. —¿Qué? —pregunto sonriendo y se acerca a mí.

—Te ves muy guapo... Nunca creí decir algo semejante.

Reí por su comentario y aunque lo último lo dijo en casi un susurro lo escuché pero me parecía gracioso que dijera algo así. En fin, salimos de la casa y entramos a la cochera, subo a la Cadillac y él al volante, en segundos ya estábamos en camino.

—¿Qué quería mamá? —pregunto viéndolo.

—Quería saber qué vamos a hacer en nuestro cumpleaños.

—Es cierto.

—Le dije que tal vez lo organice Georg, siempre quiere hacerlo.

—¿Siempre quiere hacerlo?

—Sí, pero como no estabas aquí, le decía que no hiciera nada, espero que quiera hacerlo este año.

Bien, un sentimiento de culpa en uno, dos, tres.

—¿Crees que quiera prestarme ese dinero?

—Eres su favorito, por supuesto que te lo prestará. Más bien, te lo dará sin problemas.

—No digas eso, sabes que me importa una mierda ese tipo.

—Lo sé, pero para él es así.

—Hace años que no voy a Leipzig.

—Pues menos yo... Diablos.

—¿Qué?

—Quedé con Andy para la canción.

—Oh, pues llámalo.

—Le enviaré un texto.

—Son muy amigos, ¿no?

—Sí, es increíble ese chico, su novio es genial con él, se ve que se aman.

—Ya tienen un tiempo juntos.

—¿Ah sí?

—Sí, Zack, lo conozco desde el bachillerato, él iba conmigo en mi grupo, después llegó Andy, se conocieron y ya sabes.

—Qué lindo, nunca me platica de él.

—Sus papás lo corrieron de su casa cuando se enteraron que es gay, obviamente míralo, pasa por heterosexual a donde sea.

—Sí bueno, tú también y ve.

—Yo no soy gay, que sólo me guste mi hermano no me hace gay, ¿o sí?

—¿Sólo te gusto yo?

—Sí, no me ha gustado ningún otro chico.

—¿Y te gusta alguna chica?

—Pues sí, me gusta la chica que llena tu bandeja en la cafetería, me gusta la profesora que da clases de violín, me gusta una chica que está en taller de composición y me gusta la chica que vive a tres casas de la nuestra.

—¿Mandy?

—¿La conoces?

—Sí, el otro día me preguntó si Scotty era mío.

—Ella sabe que es mío.

—Bueno, me lo preguntó.

—Diablos, bueno el punto es que me gustan muchas chicas pero pues no estaría con ninguna, sólo contigo.

—Bien.

Me inclino a él y le dejo un beso en la mejilla. Ya no tardamos mucho tiempo, todo el camino la pasamos hablando y se fue volando. Por fin, ya faltan tres calles.

—Me duele el culo.

—¡Bill! —Ríe divertido.

—¿Qué?, ¿tú no te cansas de estar sentado mucho tiempo?

—Sí, tienes razón. Listo, llegamos.

Para y apaga la camioneta justo frente a la puerta de esa casa vieja. Años de no venir y me quedo petrificado dentro de la Cadillac. Los recuerdos azotan mi cabeza, pensé que sería fuerte pero ahora mi cuerpo está inmóvil en mi asiento aún.

—Te dije que era mejor venir solo.

—No, no, estoy bien, vamos —contesto convenciéndome y vuelvo a Tom, él me mira arrepentido de haberme traído.

Me quito el cinturón de seguridad, bajo de la camioneta y cierro la puerta detrás de mí, oigo que Tom hace lo mismo y en segundos está junto a mí.

—Tranquilo, si quieres espérame aquí, yo voy. No tienes que entrar.

Al parecer no le es fácil entender. Me armo de valor por unos minutos y avanzo hasta la entrada para tocar el timbre de una vez. Es una casa pequeña de una sola planta, la recordaba mejor pintada de afuera, ahora está sucia y despintada. Esperamos unos segundos y de pronto abre la puerta, ahí está ese viejo horrible, sin duda mi mamá tomó la mejor decisión de su vida al irnos de aquí.

—¡Mi muchacho! ¡Mi Thomas ! ¿Pero qué te trae por aquí después de tanto tiempo? Ah, has traído también a tu hermana.

Aquí vamos, a soportar a este malnacido.

In die NachtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora