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Por ahora estoy en casa, tratando de apurarme para ir al club donde trabajo, sin embargo algo me tiene desconcertado o quizá solo distraído, nunca he terminado por entender de dónde sale tanta inquietud a veces.

-¡Tom! -grita mi madre desde abajo.

-¡Voy! -bajo las escaleras con los ojos en blanco, tengo que ir al club ¡ya! Es viernes y entro en unos minutos. -¡¿Qué?! -grito alterado.

-Toma -me da el teléfono sonriendo, claro, debe ser su hijo y ahora quiere que lo convenza de regresar, pero claramente no lo haré. Allá está muchísimo mejor.

-¡Bueno!-. Más que una pregunta soné a desesperado y lo estoy, tengo que llegar al club.

-Ho-hola.

Esa voz al otro lado de la línea, la escucho alterada, entrecortada y distinta a como la recordaba hace 5 años. Es él y lo sé cuando mi corazón da un vuelco.

-¿Bi-Bill? -pregunto igual que él.

-Sí, soy yo.

-Disculpa hermanito, me tengo que ir -hice amago de irme y colgar la llamada, ya no aguantaba el oír su voz.

-¡No!... Espera, sólo quiero decirte que... Que mañana vuelvo.

¡¿QUÉ?!

¿Pero que diablos?

¿Por qué mierda?

No podía ser posible, esto no es posible, cinco años tratando de... Y ahora...

¡MIERDA!

Mi voz se apaga de pronto en cuanto pronunció esas palabras, sólo mi mente sigue trabajando. Debo estar teniendo una maldita pesadilla. No quiero volver a verlo. No quiero.

Ni siquiera supe el por qué se había ido hasta que mi madre me lo dijo, ¡una semana después! Él se fué sin despedirse ni decir nada. No tuvo los cojones para decirme lo que pasaba, nunca tuve ninguna explicación de su propia voz, me costó entender que se había ido, es más, aún tengo problemas, como si vender droga se tratara de cualquier puto pasatiempo.

-¿Cómo... ¿Cómo que vuelves? -al fin hablé, aunque no tan calmado.

-Sí, mañana estaré por allá en la noche -explica y escucho la operadora que anuncia los vuelos al otro lado de la línea. -Ya tengo que irme, es mi vuelo... Adiós -dijo, con la voz temblorosa.

No pude decir nada más. Siento algo extraño en la garganta y desde el estómago, la piernas me tiemblan y no sé qué hacer, qué pensar, hasta mi respiración está mal. Sin darme cuenta seguía con el teléfono en la mano, reaccioné y lo puse en su lugar.

Comienzo a caminar a la puerta principal de casa con mi chaqueta en mano, pensando en él, en qué iba a hacer en cuanto lo viera frente a mí después de cinco largos y desesperantes años. ¿Ahora cómo se supone que debo recibirlo, tratarlo?

Abro la puerta y por fin el aire pega en mi cara, me quedo ahí, estático, recibiendo todo el aire que mis pulmones pueden recibir. Es increíble que esté pasando esto.

Cierro la puerta detrás de mí y en un segundo estoy conduciendo hacia el club como un zombie, con música aturdiendome y las ventanillas cerradas, prendo un cigarrillo.

-¡¿A qué mierda regresas?! -grito dando un golpe al volante.

Mis ojos empiezan a despedir las lágrimas que estaban atascadas desde que se fue. No podía con toda esa información y mi corazón palpitaba con mucha más fuerza, el aire empezaba a faltarme, bajo las ventanas y vuelvo a entrar en razón.

Llego al club y salgo de mi camioneta teniéndola ya estacionada donde siempre, en mi aparcamiento especial. Bajo y veo a mis amigos demasiado ocupados con ese marica.

-¡Tom! ayúdanos ¿quieres?

Tenía ganas de descargar todo ese maldito enojo y ahora tenía en quién descargarlo. Ese puto marica de la universidad, rubio, delgado y muy afeminado, Andy, Andreas o no sé, como le llamen. Me dirijo a él aprovechando que mis amigos lo tienen sin la playera, con las manos en la espalda, a merced de quien sea contra una camioneta vieja y fea. Llego y Mark, que lo tenía de las muñecas, lo toma de su cabello tirándolo al suelo, su cara da a mí y fue suficiente para que yo comenzara a golpearlo con saña, tan cruel, y siempre queriendo parecerse a él, pero nadie le llegaba a sus talones. Uno de mis tenis se impactó una y otra vez en su estómago, haciéndolo doblarse y haciéndose una bola en el piso hasta que no aguantó más y escupió sangre, entonces vi su cara con más detenimiento, tenía golpes en todo el rostro. Ya me sentía cansado así que lo dejé ahí, tirado, en medio de nada. Pero su cara seguía viéndome, burlándose de mí, de que me había dejado solo, él estaba ahí mirándome, disfrutando que me sentía de la mierda, entonces regreso y doy el golpe final, haciendo que se desmaye.


In die NachtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora