XII

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Llego al estacionamiento del club, dejo mi Cadillac en mi aparcadero reservado especialmente para mí y me encamino a la entrada. Desde la puerta que da acceso al club veo que viene mi mejor amigo, de la mano de su novia Diana.

—¿Ya se van tan temprano? —pregunto viendo a la parejita de un humor de perros.

—Adentro están ya sabes quienes y la verdad no quiero estar aquí con ella —me respondió mirándola—. Luego nos vemos, amigo.

—Bien. Cuídense.

Ahí va mi amigo de tragos, el único que puede escuchar mis traumas... Bueno, no todos claro.

Logro entrar ya sin más distracciones, llego a la barra y ahí está mi compañera con un semblante de miedo en la cara. Comienzo a atender a las personas que están frente a ella y ella se va a otro lado del club, pienso que los tipos que estoy sirviendo la han ofendido.

—¡Tom! —me llama Mark del otro lado de la barra, a un par de metros de mí.

Le hago señas de que estoy ocupado y no quiero que me joda más el día. No estoy para más sorpresas o pedidos o nada que pueda alterar la poca paz que me queda. Sin embargo eso no lo escucha y lo veo acercarse a mí.

—¡Vamos! —grita por encima de la música.

—¿¡A dónde!?

—¡Al baño, tenemos un problema!

—¿Tenemos? —respondo levantando las cejas en señal de incredulidad.

—Es Andreas, Aaron lo está golpeando y es suficiente, siento que ese chico está a punto de morir si no lo suelta. Eres el único que lo puede detener.

Sin pensarlo un segundo más, salgo de la barra y avanzo con pasos largos hasta el baño. Ahora sí seré un héroe pero sólo por ti Bill, que quede claro. Voy por entre la gente, Mark detrás de mí tratando de seguirme el paso, veo a Ally y solo le puedo hacer señas para que vuelva a la barra. Llego al baño de hombres y veo en primer plano a Aaron, tratando de darle el remate a Andy, el chico está en el suelo, en su cara hay sangre, de la boca sale un chorro extra que se cuela por debajo de su mejilla. Quería que en cualquier momento pudiera levantarse y simplemente salir de este lugar, sin embargo eso no pasaba. Aaron estaba listo para impactar su pie en alguna parte del cuerpo de Andy, mi única salida era contraatacar o simplemente teclearlo, pues no serviría de nada una charla de autocontrol. Así que en un segundo queda tacleado en el suelo, busca mi mirada y en cuanto la encuentra trata de levantarse sin lograrlo.

—¿Qué te ocurre, imbécil? —reclama desde el piso.

—Es suficiente. Lárgate de aquí.

Aaron se levanta como puede, con gestos de dolor, llevando sus manos a su torso y mirando a Andy como si en verdad fuera una pieza de basura en el camino. Volteo a verlo también y sigue ahí, tirado en el suelo sin poderse mover y con los ojos cerrados. Al menos ya no fluye sangre de su nariz ni de su boca. Regreso la mirada a Aaron y ya no está, la puerta está cerrándose de a poco y en el baño seguimos Mark y yo.

—Ayúdame —pido a Mark.

Ambos nos acercamos a Andy en el suelo, apenas nos acercamos él pudo abrir los ojos, como si de repente hubiera sentido un choque de electricidad. Su mirada permaneció en mí, luego en Mark y no podía creerlo, había miedo, incredulidad, y muchas preguntas, pero al final se dejó hacer por nosotros, no tenía ninguna otra opción.

—Tom —pronunció mi nombre apenas audible pero con todo el miedo que pudo proyectar.

—No sabes cuánto lo siento. Perdón, Andy.

En eso pasaron tres cosas. Mi mente y mi alma se sentían como si le hubiera confesado mis más turbios pecados al mismísimo Dios en persona, mis hombros se sentían más ligeros y parecía que ya podía rehacer mi vida desde cero, había una salida. La segunda cosa era que la mirada de Andy y la de Mark, estaban puestas en mí como si trataran de encontrar el defecto, el truco, como si quisieran descifrar mis verdaderas intenciones para con Andy. Los vi a ambos y sonreí, yo tampoco tenía otra opción, me había ganado esa fama a pulso, esa desconfianza y toda esa duda de que puedo ser una persona con sentimientos de arrepentimiento. Y la tercera, entró un chico alto, de piel oscura, rápidamente nos hizo a un lado con un golpe en la cara. No pudimos explicar nada porque rápidamente cargó a Andy en su brazos y lo sacó del bar en unos segundos.

Ni Mark ni yo agregamos una sola palabra más, ambos salimos del baño con un hilillo de sangre manando del labio inferior, sin embargo el paso de mis hombros seguía en estado muy ligero.

En un segundo mi estado zen se terminó nuevamente, podía escuchar algunos gritos de Ally, su voz lograba rebasar la música, Mark seguía conmigo, así que los dos llegamos a ver qué era lo que pasaba. Era Ally, frente a un tipo gordo, con sudor por todas partes y ebrio.

—¡Llamaré a seguridad si no me suelta!

Él la tenía del brazo y ella trataba de tirar con fuerza para zafarse de su agarre, sin embargo no podía, él tenía más fuerza a pesar de su estado.

—¡Suelta a mi niña, maldito imbécil!

Como si fuera poco, mi mente no la puso a ella en la escena, de pronto quiso jugar muy a su estilo, quiso hacerme pagar toda la mierda que había hecho y en la que me había metido, ella no estaba siendo hostigada por ese gordo degenerado, cuando estaba más cerca era Bill, ese tipo tenía sus manos en su cintura, en su torso y por más que él trataba de luchar para zafarse, no podía. Entonces salieron de mi todas las fuerzas para poderlo mandar al suelo. Y así fue, la gente alrededor permaneció en silencio, todos estaban siendo espectadores de una escena desagradable, descargaba toda la furia de haberlo visto salir con ese Kris, de haber sido yo el que golpeara a Andy y de ser yo quien tuviera sentimientos enfermos hacia mi propio hermano gemelo. Cuando Mark sintió que ya también era suficiente, me separó de ese gordo tirado en el suelo, ahora parecía pesar lo doble de lo que se veía estando de pie.

—Saquen a esta mierda —ordenó Mark.

Los de seguridad no pudieron hacer más que tomarlo por una parte de su ropa, entre cinco pudieron arrastrarlo hasta la calle.

—¿Estás bien? —preguntó Ally.

—¿Tú lo estás? —pregunto tomando una servilleta de su mano para limpiarme la sangre en mi boca.

—Sí, gracias Tom.

Sonrío y me hace sentir bien, de pronto siento la necesidad de voltear hacía el camino que habían dejado los de seguridad. Al final de este, pude ver la imagen más hermosa de todo el mundo, no había nada más que me pudiera deslumbrar como lo hacía él. Tiene puesta una playera plateada, de mangas largas, brillante con las luces del club, unos pantalones que parecen de piel brillante y su pelo alaciado. Ahí estaba él, ahora sí, mi mente no estaba jugando conmigo, dejó su vista quieta en cuanto me encontró con la mirada, sólo pienso que notó la forma en la que lo veía porque bajó la vista mientras se acerca a mí. Su rostro era el más tierno y con tanta inocencia que era claro que no pertenecía a estos lugares llenos de mierda. Pronto tenía frente a mí a la persona con la que me había enamorado desde que fui consciente de ese sentimiento.

—Hola.

In die NachtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora