XIII

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Ahí estaba, viéndome a cada paso, sonriendo porque de pronto estaba en mi lugar de trabajo, como si hubiera hecho la mejor travesura que se le hubiera pasado por la cabeza. Mientras más se acercaba a mí, menos podía controlar mi mente. Estaba volviéndome loco de a poco y más rápido. Las luces del club le daban directo y en los mejores ángulos, ya conocía su forma de ser y de vestir, no tenía ningún problema con eso, pero hasta que estuvo frente a mí, reparé en lo hermoso que veía. La playera ajustada es de un cierto tipo de tela que aún desconozco, pero entre más lo veía, esa tela me llamaba para acariciarle o hacerle algo. También trae una cosa brillosa alrededor del cuello, es como una especie de bufanda pero muy delgada, no sé si tenga un nombre en específico, pero sé que él sí lo sabe. Se reiría si sabe que trato de buscarle nombre a esa cosa. De pantalones tampoco estoy seguro, si no lo conociera diría que sólo hay un tipo de pantalones para hombre, pero no puedo sentirme confiado de que esté bailando solo en la pista con esos pantalones negros entallados. Y su cabello, su cabello que está perfectamente alaciado le hace ver como si de verdad fuera una criatura inocente, una especie de chico que no pertenece a este mundo lleno de mierda. El flequillo en diagonal es otro torque, ese simplemente está ahí para distraer, para que nos perdamos por más tiempo en cada detalle que de eso se desencadena. Y su rostro, su angelical cara que te dice ser bueno y que necesita de mucho amor y cariño para estar bien. Todo él es una invitación a la perdición y sus labios, era la única entrada directa, una con invitación VIP al infierno especial para mí.

—Hola —me dice por fin y me doy cuenta que él me ha estado mirando también.

—¿Qué?... ¿Qué haces aquí? —pregunto nervioso, apenas puedo hablar.

—Mi mamá no ha llegado, me aburrí yo solo y vine —sonrío con esa respuesta.

—Bien.

Vuelvo a la barra para ir a mi lugar y seguir con mi maldito día, el cuál había tomado un giro extraño pero muy agradable.

—Hola —saluda Ally a Bill y él sonríe nervioso.

—Disculpen. Ally él es Bill, Bill ella es Ally, mi compañera de trabajo.

—Mucho gusto —responde Bill sonriendo más normalmente.

—El placer es todo mío —responde Ally con una sonrisa coqueta.

El día continúa y sigo sirviendo los tragos a desconocidos, sigo moviéndome al ritmo de las órdenes y a la vez que Ally me pide cócteles para las mesas en los alrededores también. Mientras tanto, tres hombres mayores que Bill y yo, se le acercan para invitarle tragos, yo me limito a ver su reacción, es precavido pero no sabe rechazar siendo agresivo, lo cual un par lo entiende de tal modo que siguen insistiendo, a ese par los corro yo, muy a mi modo, muy a mi estilo.

Los cócteles de Bill suman tres a lo largo de la noche, él quiere pagarlos para cuando solo queda el típico borracho que se rehúsa a salir del lugar, el guardia de seguridad lo levanta como costal de papas y lo lleva afuera. Termino poniendo el dinero que cubre los tragos de Bill en la registradora y nos vamos.

—Te llevamos a tu casa Ally.

—Pero vienes con tu hermano, no hace falta.

—No creas que te dejaré ir sola hoy. Nunca lo hago así que sube.

—Bien.

El rostro de Bill parece complacido con mi forma de ser, pero se contorsiona sólo un poco cuando Ally decide subir enfrente, y es que siempre lo ha hecho así, no le queda otra más que subir atrás. Lo veo haciendo un gesto que se me antoja de celos, sonrío imaginando que es así.

Arranco con dirección al apartamento de Ally, durante el camino nadie habla, sólo Ally diciéndome lo complicado de la noche y que hay algunas cosas pendientes a su parecer en el club. Ella piensa que mi atención es únicamente para ella, Bill también lo piensa así, sin embargo, mi mirada está enfocada en él a través del espejo retrovisor. Está perdido en las calles, su mirada está enfocada en las luces de las tiendas y se deja llevar por las líneas blancas de la carretera.

In die NachtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora