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Domingo. Despertamos y pasamos una mañana como cualquier otra, en la que empiezo por hacer el desayuno pero en de un minuto a otro él llega por atrás de mí para abrazarme y terminar distrayéndome de mi tarea inicial, si a veces lo dejo continuar terminaremos haciéndolo ahí mismo, aprovechando que mamá no está. Al terminar el desayuno ambos subimos para cambiarnos, Tom me acompaña a casa de Andy para realizar el trabajo pendiente de la canción para la presentación. Lo único que llevo es mi cuaderno especial, donde escribo mis canciones.

—Vengo cuando termines.

—¿A dónde vas?

—A pagar esta mierda.

—¿Irás solo?

—Sí y por ninguna razón dejaré que vayas ahora, así que ocúpate de lo que tengas que hacer con Andy y yo vendré por ti, mándame un texto cuando termines.

—Cuídate, por favor.

—Lo haré, no te preocupes.

—No me pidas eso. Por favor, cuídate y cualquier cosa llámame.

—Está bien.

—Dime que lo harás, promételo.

—Tendré cuidado y cualquier cosa que pase te llamaré. ¿De acuerdo?

—Mejor.

—Te amo.

Me acerco a él para besarlo en la boca de manera tierna y duradera. Sentir su lengua es lo mejor de besarlo, me hace sentir un calorcito subiendo desde la boca del estómago hasta mis mejillas y recorre todo mi cuerpo. Le doy una última sonrisa y una última mirada, me quito el cinturón de seguridad y bajo de la camioneta.

Sabía perfectamente que lo que le hice decir lo terminó diciendo para mi tranquilidad, pues ambos sabíamos que pasara lo que pasara no iba a llamarme. Aún así lo veo irse, cuando desaparece de mi vista en la próxima esquina, me acerco a la puerta de la casa de Andy, toco el timbre y abre él precisamente después de unos segundos.

—Hola, no pude venir ayer.

—No hay problema, pasa.

Me abre paso y entro a su casa. Una casa en tonos cafés por dentro, con unas escaleras de madera color café chocolate, es una casa verdaderamente hermosa, acogedora y muy cálida. Dos plantas además de la planta baja, el salón es grande, a mi derecha está un paso que da a la pequeña sala, puedo escuchar el televisor encendido y a mi izquierda al fondo pienso que se encuentra la cocina, justo a mi izquierda están esas escaleras.

—Por aquí.

Me indica y le sigo, vamos a la sala de mi lado derecho. Hay tres sofás en color café muy claro, hay una pantalla de plasma en la pared, hay muchos cuadros en la pared de grandes pintores, pero reconozco a mi favorito, hay tres cuadros de Dalí.

—Bill, él es Zack, mi novio; Zack él es Bill, mi amigo —anuncia a Zack, quien viene entrando a la sala con dos vasos de jugo en la mano. Los pone en la mesita de centro y alarga la mano para estrecharla con la mía.

—Hola, mucho gusto, por fin conozco al famoso Bill.

—¿Famoso? El gusto es mío. –Estrecho su mano.

—Andy me habla mucho de ti, ya hasta te sentía familiar. —Me hace sonreír nervioso—. Siéntate, Bill, estás en tu casa. Yo los dejo. Estaré en la cochera, amor.

—Sí, amor —contesta Andy. —Bueno, siéntate. ¿Qué tienes pensado? —pregunta viendo mi cuaderno que lo he puesto sobre mis piernas.

—Pues tengo pensado en la primera canción que escribí, bueno no es la primera, pero es la más especial y la escribí para... —Me detengo de repente, no debo decir nada.

In die NachtDonde viven las historias. Descúbrelo ahora