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Saliendo de la preparatoria me encuentro con el poseedor de la razón de mi andar pensativo también con cara —desde el fin de semana— de que su cerebro no deja de rumiar algo.

Inusualmente va en la misma dirección que yo, unos segundos más adelante. Y podría solo seguirlo silenciosamente, pero prefiero llegar a él y saludarlo; se devuelve de su detraimiento y pregunta si hoy no he tenido club. "No", y seguimos caminando juntos.

—¿Vas por este lado? —le hablo normal, curioso, en realidad. Solo asiente y cuando creo que no dirá nada más, suelta:

—Hay una plaza donde el otro día vi a unos bailarines ensayando... —Su voz carece de fuerza, muy diferente a todo el progreso que llevaba y que incluso frente a los demás ahora le está costando mantener, aunque aún hay en su espíritu voluntad—. Voy a ir a verlos.

—¿Puedo ir contigo?

La respuesta es de genuina sorpresa precedida por una sonrisa, una de un tipo único que parece ser la primera vez que me da, junto con un tímido consentimiento.

Observo tranquilo el cálido atardecer despidiéndose y diciéndome que hay una parábola en mi rostro. Ha sido divertido, casi perfecto, exceptuando un pequeño inconveniente por el cual llevo varios minutos fuera del sanitario público esperando a Karamatsu.

—Perdón. —Al fin sale, con una mano apoyándose de la pared y otra tentando su sensible barriga—. Debí hacerte caso y no comprar en ese puesto.

—Si tienen mala fama es por algo.

—¡Pero ese takoyaki se veía delicioso! —Y voltea hacia otro lado y pone una mano sobre su boca para cubrir un eructo, sus pupilas elevándose al ser cautivadas por los colores del ocaso—. ¿Ya se está poniendo el sol...? Debí de perder la noción del tiempo...

¿Está triste por eso? ¿Tenía algo más qué hacer? Oh, creo que...

—¿Está bien si te acompaño a casa?

—En realidad —dice avergonzado—, estaba pensando en ir corriendo antes de que ocurra un... accidente.

—Bueno, en ese caso, deberías irte ya si quieres alcanzar a recoger la copia del manuscrito —le recuerdo lo que es seguro se le olvidó aunque me lo dijo apenas hace unas horas. Aunque no me dijo que lo hiciera.

—¡Agh! —Y parece olvidar por completo el dolor de sus estómago para reemplazarlo por uno mental, pues ambas manos van a su cabeza—. ¡Lo olvidé por completo! ¡Y está del lado opuesto!... —Se lamenta con el cielo, consigo mismo, y finalmente conmigo—. Perdón, solo pensaba en voz alta.

Me pregunto si esas expresiones teatrales siempre han sido suyas o resultado de un efecto colateral.

—Puedo pasar por ella, si quieres. Solo dime dónde es y mañana en la escuela te la entrego. —Soluciono dejando ver que es por mi entera voluntad, en un acto de amistad.

—No tienes que hacerlo. —Pero debo darle una razón más que no sea abusar completamente de mi bondad.

—En realidad, es más o menos mi culpa que se nos haya hecho tarde por querer quedarme hasta el final de la presentación —digo sintiendo un ligero calor en mis mejillas.

—Realmente no hubiera pensado que te gustaban ese tipo de cosas. —De alguna manera logrando en él una sonrisa—. Quiero decir, no te ves como si te gustaran las cosas de idols y eso.

—¿Qué quieres decir con que "no me veo"? —reclamo con sospecha y su sonrisa solo se hace más grande.

—¿No oíste lo fuerte que le gritabas: "¡Qué linda eres!"?

—Oi, era linda. ¿Sí o no? —Me defiendo dándole unos codazos que más bien le hacen reír—. ¿Sí o no?

—Está bien, está bien. —Su frente gotea, no sé si por los nervios de lo que implica lo que está a punto de hacer o es resultado del malestar estomacal, que justo hace un sonoro y agudo removimiento de tripas—. Pero recuerda que es secreto, ok?

Cyan [Osomatsu-san]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora