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—¿Estás seguro de esto? —De alguna manera siento que me pregunto a mí mismo, de nuevo siendo llevado por caminos antes no transitados por mí, a aunque reconozco uno: la calle por la que salimos aquel día que lo perseguí para recuperar mi cuaderno, el mismo día que decidió agradecerme confesándome lo importante que era el suyo porque tenía apuntes que necesitaba porque tenía ensayo—. Digo, como lo has mantenido todo en estricto secreto siento que sería un intruso para tus compañeros.

—No te preocupes, ya he hablado con ellos. —Y dicho y hecho, me asombra que él no luzca preocupado, de hecho, me sorprende verlo en atuendo tan casual como solo unos jeans y una sudadera azul—. Además, lo que haremos hoy será tras bastidores. —Intenta tranquilizarme con una sonrisa aunque no estoy nervioso —. Les... Les caerás bien. Aunque debo advertirte que son de lo más variopintos.

Eso me hace mirarlo con una ceja en alto.

—No me estás llevando a conocer a tu pandilla, ¿verdad?

—Bueno... —vacila—. En cierta forma sí los veo así... Por el personaje —aclara, porque sigo viéndolo de ojos entrecerrados—. Pero a profundidad somos más bien como un grupo de almas en pena que se reúnen intentando descubrir por qué no están del todo vivas ni del todo muertas —dice con un tono inusual y no con la pretensión que suele acompañar sus metáforas, sino con uno más serio o reflexivo, inesperadamente sincero—. Fantasmas que toman el cuerpo de otra persona para poder vivir y morir en todas las vidas y mundos posibles, para ser alguien más, en otras circunstancias, con diferentes personalidades; para ser "alguien"... Eso nos trajo aquí, supongo.

Y me pregunto si estos fantasmas de los que habla serán de esos espíritus que protegen a los niños y a los viajeros, o serán de esos demonillos que hacen travesuras y te sacan sustos, o de esos que te hacían mojar la cama al verlos en tus pesadillas por andar viendo videos de leyendas de terror. Pero, vamos, es Karamatsu de quien hablamos, se cagaría del miedo si fuesen personas del último tipo, así que quedan completamente descartadas.

Apenas abro la boca para preguntar algo, cuando me frena la presencia de mala muerte de un sujeto con una capucha negra, recargado en una pared justo frente a nosotros, que me da la impresión de que si se la quitara o volteara hacia acá vería una calavera. Aunque el pálido seguramente sea solo yo.

En mi mente pasan un millón de cosas, corro, aparecen otros sujetos escondidos y me acorralan, me alcanza, me dan una paliza, me roban lo que sea que traiga conmigo; otro escenario, Karamatsu intenta defendernos, el sujeto trae una navaja, terminamos los dos heridos; otro, Kara lo distrae para que yo corra y busque ayuda; otro, me toma a mí, y Karamatsu... él no me dejaría, es improbable, lucharía por mí y yo tendría que... yo tendría que...

Creo que se me detiene el corazón cuando mueve el brazo aún si solo es para darle una calada a un cigarrillo, pero de pronto se gira y camina a prisa y sin duda hacia nosotros e instintivamente mi mano alcanza a Karamatsu para aferrarme de su hoodie, y —no quiero decirlo— escudándome en él.

—Órale, ya se la saben —nos dice haciendo un ademán con la cabeza, en un gesto que no entiendo, con un acento muy extraño, pero con unos ojos que parecen ser de donde en realidad viene el humo en su aliento, pero aunque siento que no debo dejar de verlo a pesar de no querer verlo, tengo que voltear desesperado a Karamatsu, que con una mirada seria da un paso hacia adelante, y juro que nunca hasta este momento habría descrito al chico como valiente, y algo en su aura, algo en la manera en que me cubre con su brazo me dice que no es actuado, que en este momento es Karl a quien tengo a mi lado.

—Basta, Akumatsu, lo vas a asustar. —Y sí me asusta un poco el hecho de que conozca su nombre.

—Asustado ya está. —Sonriendo de oreja a oreja, exponiendo un par de sedientos colmillos, se inclina hacia adelante para ver mejor a su presa—. Mira su cara y cómo se esconde detrás de ti.

Cyan [Osomatsu-san]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora