Si prestas suficiente atención, verás que hay algo escondido en esos chispeantes orbes dorados. Un tesoro tal vez, uno que nadie se atrevería a desenterrar por temor al terrible espíritu que lo resguarda, uno que él mismo ha puesto ahí. ¿Por qué? Tampoco hay suficiente interés para preguntar.
Karamatsu una vez, en uno de esos arranques de valor, lo hizo, y lo que obtuvo por respuesta fue un acertijo, un cambio de tema y la indirecta pero obvia confirmación de que no le gustaría hablar de ello. Lo curioso es que por su personalidad parece no ser algo serio. Aunque esa vez cuando Karamatsu, de nuevo, como buen amigo, inquirió la razón de que no se hubiese podido reunir con nosotros en vacaciones, a Jyushimatsu se le escapó un gesto molesto al decir que había tenido que atender unos "asuntos de familia", pero nada más, y luego volvió a actuar como el descerebrado de siempre.
Seguía siendo un misterio para nosotros, pero no parecía ser la misma historia con Ichimatsu. Sin mapa, sin picos ni palas, sin linterna, Jyushimatsu le había abierto la puerta y él mismo era la luz que iluminaba el camino amarillo. E irónicamente, parecían uno haber encontrado un tesoro en el otro. Un secreto que solo compartían entre ellos.
Aún así, si Karamatsu y yo no podíamos ver el tesoro, sí presenciamos su destello profundo y distante cuando es él mismo, cuando Ichimatsu está alrededor.
Puajaja, ¿de dónde tanto romanticismo? Es Karamatsu quien habla así. ¡Ups! Creo que me reí de verdad, le he hecho voltear.
—¿Ustedes están en algún club deportivo? —pregunta Jyushimatsu hacia nosotros que hemos estado caminando un poco más atrás de él e Ichimatsu, que ha estado escuchando atentamente el soliloquio que el más alto soltaba sobre lo entusiasmado que está por el partido de béisbol que tendrán el día del deporte.
—No en realidad —respondemos al mismo tiempo. Y agrego—: Los deportes no son lo mío...
—A mí siempre me llamó la atención el básquetbol, pero supongo que ya es muy tarde ahora que estamos —él y yo— en nuestro último año.
—¡Aún puedes jugar! —anima Jyushimatsu—. Ichimatsu es un gato que le tenía miedo al agua, pero el otro día se metió conmigo a la piscina.
—Resbalé y caí en el agua por accidente —dice el aludido como reclamando que el otro lo cuente con una sonrisa, pero no hay atisbo de quitarla—. Casi me ahogo.
—¡Tuve que darle respiración boca a boca! —Hasta parece ensancharse más.
Ichimatsu se enfurruña y le hace rabieta al ojiamarillo, Karamatsu sonríe entretenido y por fin llegamos al campo de béisbol, pero en vez de verlo inhabitado como usualmente, hay una chica subiendo las gradas. No reconozco su rostro, pero es que también está algo lejos. Miro a los chicos que también se acaban de dar cuenta de su presencia y los ojos de Jyushimatsu se entrecierran empezando a levantar sus barreras, pero los cuatro los abrimos por completo al ver que la chica llega hasta la parte más alta que ya ni siquiera es para sentarse, sino que es una barra metálica, y se trepa poniéndose de pie, con los brazos abiertos y sus espaldas totalmente desprotegidas. No es como que una caída así sea mortal, creo, pero no sería algo que una persona normal quisiese ver. De hecho, a Karamatsu se le corta la respiración cuando la chica se echa hacia atrás. Como si el tiempo se hubiese detenido, Jyushimatsu reacciona para correr hacia detrás de las gradas a fin de atraparla.
—¡Ey!
Se teletransporta y aún así, antes de que él llegue, la chica ha dado una voltereta y aterrizado de pie sobre la barra. Se queda ahí, respirando.
Nos acercamos y ella se sorprende al vernos y luego mira detrás a un Jyushimatsu jadeando, pero sin poder quitarle los ojos de encima, teñido de un fuerte carmín.
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Cyan [Osomatsu-san]
Fiksi Penggemar«El verde y el azul no combinan». ATENCIÓN: El orden de los capítulos es de abajo hacia arriba, es decir, comienza por el último. Esta obra es el borrador del borrador; está en obra negra, en su estado más bruto. El formato es "Historia corta", así...