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—¿Qué hacemos?

—¿Crees que vaya a venir? Fue su idea, después de todo.

—¿Le habrá pasado algo?

—¿Sabes dónde vive? —Niega—. Ni yo.

—Ya pasaron veinte minutos.

—Quizá solo sea impuntual.

Karamatsu echa la cabeza para atrás, contemplando el cielo.

—Rayos, ni siquiera sabemos adónde quería que fuéramos.

—Sería lo mismo. Hay que dejar de alguna manera evidente que estuvimos aquí, por si acaso llega... —digo pasando la mirada por cualquier cosa en el parque que pudiera servirnos para dejarle una señal o mensaje a Jyushimatsu.

—Bueno...

La expectación por su tono dubitativo capta mi atención.

—¿Qué?

—Tiene buen olfato —deja de rascarse la mejilla y se encoje de hombros—, no tendrá problema en olfatear nuestro rastro.

Se me escapa una risilla, y después otra, y después otra hasta que se convierte en una risotada. Le doy la razón con un par de asentimientos y me retiro una lágrima antes de enderezarme y verlo sonriendo.

—¿Adónde vamos?

—A donde queramos —respondo.

Mientras que a mí no me importa mucho y no se me ocurre ninguna idea, a Karamatsu se le iluminan los ojos.

—En ese caso, hay algo que quiero mostrarte. —Extiende una mano hacia mí—. ¿Puedo?

A mi ciega afirmación, toma mi muñeca y le dejo guiarme a través de calles que nunca he transitado a un destino desconocido.

—Estoy a punto de revelarte una de las razones por las que he llegado a faltar a la escuela. —La emoción con que se expresa me hace pensar que se ha estado conteniendo para no llevarme arrastrando.

—¿No era para lucir más rebelde y misterioso? —le cuestiono.

—Ja-ja, y dime si funcionó.

Es la primera vez que uso el transporte público para venir a este lado de la ciudad, quizá es por eso que en primera instancia no reconozco de qué pueda tratarse el lugar al que hemos llegado.

Sin embargo, él se precipita a la grandiosa construcción y abre las puertas exponiendo su interior espacioso e iluminado, y desde el centro de un salón vacío un grupo de trillizos embutidos en mallas nos reciben y se acercan con los brazos abiertos, o al menos esa es la impresión que dan los gigantescos espejos en las paredes.

—¡Karama-chu~! —Bueno, a él, le da la bienvenida a él. Y debo decir que me sorprende su empalagoso y repegado abrazo, considerando que las mallas del de sudadera roja no dejan nada a la imaginación—. Te extrañé tanto.

—¿Qué dices, onii-chan? —¿"Onii-chan"?—. Este es Choromatsu, un amigo mío.

—Mucho gusto —Saludo por cortesía.

—Mucho gusto, soy Osomatsu, el hermano mayor de Karamatsu —dice el tipo señalándose con el pulgar y sonriendo con orgullo.

—Eso le gusta decir, pero se comporta como un bebé. —Una breve mirada del ojiazul al puchero del tal Osomatsu respalda su comentario—. ¿Lo ves? —Se dirige a mí.

—¿Ah, sí? —El rojo de sus ojos parece brillar justo un segundo antes de que se lance hacia el cuello de Karamatsu y este por instinto lo cargue como un bebé.

—¡Osomatsu! —Kara se queja, trastabillando. Doy unos pasos hacia atrás—. ¡Nos vas a tumbar!

—¡Claro que no! —replica el otro, despreocupado—. Como lo ensayamos.

Y es esa simple orden que hace a Karamatsu elevar a Osomatsu en el aire, aquel suspendido con una gracia y firmeza dominadas; dan una vuelta y termina con un aterrizaje limpio sobre sus puntillas.

—¿Así que para esto me entrenaste? —le cuestiona al ojiescarlata, cruzándose de brazos.

—Claaaro —sonríe satisfecho—, tengo que cobrarme las clases gratuitas de alguna forma.

Aquí es donde entro yo.

—Así que Osomatsu-kun te enseña...

—Ballet —continúa Karamatsu—, pero solo los fundamentos.

—Oye —Osomatsu me habla a mí, pero le pone una mano al contrario—, tiene potencial. —Ahora sí voltea a verlo—. Si tan solo viniera más seguido...

—Tendría que faltar a la escuela más seguido. —Ahora es Karamatsu quien se apoya en el otro.

—Deja la escuela, como yo. No más tarea, ni estudios, ni maestros fastidiosos. Solo tú y lo tuyo.

Las gruesas cejas se arquean.

—Para ser un pro, eres demasiado desenfadado.

—Es parte de mi atractivo.

—¿Cuál atractivo? —Y lo mira como el idiota que es.

—El que las personas no pueden resistir... —presume. De pronto el fuego en sus ojos vuelve a chispear—. El que te atrajo cuando me conociste —le dice de una manera descaradamente insinuosa. La tensión que entonces apresa el cuerpo de Karamatsu se hace más que evidente—. Ohhh —me mira a mí—. No le has contado cómo ME conociste. Anda, dile cómo ME conociste.

La cara del chico cool se ha puesto toda roja, pero para nada contenta, y rehuye la cercanía de Osomatsu —que se le repegaba más y más—, lo cual me sorprendo agradeciendo internamente.

—Ya. —Sigue rechazando las picardías del contrario—. No es una historia digna de contar.

El gesto que hace el bailarín es completamente ofendido.

—Qué insensible eres.

Cyan [Osomatsu-san]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora