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Nuestras manos accidentalmente chocan cuando ambos hemos estirado el brazo para alcanzar las frituras que pusimos a un lado de nosotros. Él quita la suya dejándome tomar primero. Él siempre hace cosas como esas...

Por fin he terminado de leer el manga que ahora descansa en mi regazo, estaba tan obsesionado con él que no podía parar de pensarlo ni prestar atención a clases, así que sabiendo que era la única manera de sacarme esa espina, lo traje. Ahora mi vida vuelve a carecer de propósito.

Dejo el manga a un lado y echo la cabeza hacia atrás dispuesto a perderme en el azul cielo, casi dándole un cabezazo a Karamatsu, pero me detengo justo a tiempo al sentir sus cabellos rozar con los míos y el tacto me recuerda que la espalda de Karamatsu se apoya contra la mía. Así que tengo cuidado de no empujarlo al recoger las piernas, abrazándolas a mi pecho. Muchas veces nos hemos sentado así —apoyados el uno en el otro— durante las vacaciones. Aunque salimos por ahí a dar la vuelta y divertirnos, a veces también solo nos juntamos a pasar el rato, como los días de lluvia, yo leyendo manga, él su libro, una revista o un manga que le prestara, a escuchar música o incluso a cocinar —Karamatsu hornea unos postres increíbles—. Si lo pienso, estas cosas, más tranquilas, parecían más acordes a nuestra forma de ser.

Ah... Este es el momento en que empiezo a sentir calor después de estar un rato así. Pero no quiero decirle...

—¿Está interesante? —pregunto volteando la cabeza, sin poder verlo realmente, pero queriendo que al menos el sonido de mi voz vaya en su dirección. De hecho, tarda un poco en darse cuenta de que le hablo.

—Es la tercera vez que lo leo —responde como argumento—. Sé que es mi codicia hablando —vacila, culpable. En serio que quiero ver su expresión, así que no me importa torcerme, pero solo alcanzo a verle la cabeza agachada sostenida de las sienes por sus puños—, pero quisiera poder leer más de este autor.

No estará pensando en robar otro libro, ¿o sí?

—Quiero decir, ha resultado realmente útil, no solo para mí, también he ayudado con él a mis compañeros y creo que nos ha servido para mejorar bastante a que la actuación se vea más real...

La línea se corta y la conversación cae en un punto muerto. Esto es extraño. ¿Qué piensas, Karamatsu?

Oigo la puerta de la azotea abrirse y unos pasos muy pesados acercarse, si no me equivoco, diría que se trata de...

—¡Jyushimatsu! —La emoción en Karamatsu es palpable, así que me despego de él para que se sienta libre de levantarse, lo cual hace.

—¡Karamatsu, Choromatsu! —llama en su tono siempre efusivo.

—¿Todo bien? —Hay seriedad en su semblante y fraternidad en la forma en que toma del hombro al menor. Karamatsu realmente se vio preocupado desde que Jyushimatsu no se apareció aquella vez en el parque.

El menor deja caer la cabeza de lado, sin borrar su irreflexiva sonrisa y lo mira y lo mira hasta que de pronto parece entender, porque sus comisuras tiemblan, nerviosas, y agita las manos frente a sí.

—¡Ah! ¡Todo bien, todo bien! No pasa nada. ¡Siento haberles preocupado! ¡Boeh!

Y antes de que pueda asimilarlo, ataca al contrario y empiezan con su juego de lucha libre; normal.

—¡Ay, ay, ay, Jyushimatsu, la llave no! —se queja Karamatsu completamente sometido. ¿En qué momento Jyushi se ha puesto una máscara de luchador? Lo suelta y el ojiazul se soba la nuca. El menor le da un respiro, pero me roba a mí uno cuando lo veo voltearse hacia mí y abrir brazos y piernas como un chimpancé.

—No, no, no, ni loco, no —le advierto—. Por algo me mantengo al margen cuando se ponen en ese plan, ustedes son muy bruscos.

Aunque en realidad el brusco era Jyushimatsu; Karamatsu, por su parte, intentaba ser duro para estar a la par.

—Pelea conmigo. —¿Eh? Karamatsu viene hacia mí muy determinado. Tanto que me espanta cuando me toma de los hombros—. Como mi hermano menor, tengo que enseñarte a defenderte.

¿Qué? Jyushimatsu encubre una risa.

—¿A quién llamas "hermano menor"? —digo irritado lanzándole un golpe inocuo.

—Eso es, usa eso. Sigue golpeando.

Por alguna razón, me siento provocado y continúo dando puñetazos que sé que no harán daño, sin ningún caso porque él consigue esquivarlos y eso me irrita más. Si no hago algo, todos mis esfuerzos son en vano. Sigo golpeando, y noto un patrón en sus movimientos, así que calculo el próximo y mi puño da de lleno en su pecho, lo cual, siendo honesto, sorprende a los tres.

—D-discúlpame... ¿Te dolió?

El mayor esboza una sonrisa... ¿orgullosa? ¿Burlesca? ¿Compasiva? ¡Qué pregunta! Claro que no le dolió. Soy un enclenque.

—Los golpes que de verdad duelen son los que se dan por la espalda.

A todos nos toma por sorpresa la vocecita que ha dicho tales palabras, pero Jyushimatsu rápido sale de ella y va corriendo a abrazar al niño como si no lo hubiese visto en años.

—¡Ichimatsu-niisan! —Restriega su mejilla con la del contrario, que no parece molestarle en absoluto, sino que sonríe y le rasca la barbilla como si fuese un cachorro.

Esos dos parecen llevarse bastante bien. Me pregunto si Karamatsu y yo... nos vemos igual.

Mis pupilas se desvían en automático y chocan con las de un par de zafiros.

Cyan [Osomatsu-san]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora