VII

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Entre tantos sobres blancos, algunos polvorientos y vacíos, Minho hurgaba entre ellos en el cajón donde le dijo a Felix que guardara el sobre que la madre de ambos les había mandado. En dicho sobre se encontraba una cantidad determinada de dinero, la mujer se había comprometido a mandarle a sus hijos todos los miércoles como un sustento para ellos, pero habían veces en las que no enviaba los sobres por la falta de dinero. Razones no desconocidas, con exactitud.

—Felix, ¿en dónde está el sobre que mandó mamá? —preguntó con fortaleza en su voz. Su hermano respondió desde su respectiva habitación.

—En el cajón de los sobres, busca bien, tenía escrita en la tapa la fecha de ayer —. respondió con algo de desinterés, estaba más concentrado en la partida en la que se encontraba jugando con su celular. Minho rodó los ojos al encontrar molesta la nula atención de su hermano en cosas más importante que aquel juego.

Su búsqueda concluyó al, finalmente, encontrar el sobre del día anterior. Minho iba a revisarlo el mismo día que lo recibió en primer lugar, pero ese chico hizo su aparición y fue su distracción, incluso olvidándose por completo de que en ese mismo día llegaba el dinero de su madre.

No lo recordó hasta el día siguiente, el actual, en donde se llevaría una total decepción y un entrecejo fruncido al encontrar tan solo diez dólares en aquel sobre. Diez míseros dólares en lugar de treinta, la cantidad que su madre acostumbraba a mandarles.

Minho pensó por un momento. Quizás Felix había tomado dinero ya que el sobre no estaba sellado, sino ya abierto. Se dirigió a la habitación del menor con el sobre a mano, abrió la puerta y el dueño del cuarto, que se encontraba acostado en su cama, lo miró con curiosidad. El rostro molesto de Minho lo intimidaba un poco.

—¿Qué? —cuestionó Felix, atontado.

—¿Agarraste dinero? Sino, ¿revisaste cuánto nos mandó mamá?

—No agarré nada. Tampoco revisé. En cuanto revisé el buzón, tomé el sobre y lo guardé en el cajón, ¿por qué?

Minho mordió su labio inferior con intranquilidad, una posible respuesta a sus preguntas se formuló en su cabeza. Seguramente su madre no había mandado la cantidad acordada a propósito, y no porque no ajustara el dinero. Sabía en qué su madre gastaba lo poco que tenía, pero no creyó que haría lo mismo con el dinero de sus mismísimos hijos. No la creyó así.

Se salió de la habitación y cerró la puerta sin decir absolutamente nada, tampoco es que quisiera amargar a su hermano menor si llegase a comentar algo nacido de sus pensamientos y especulaciones momentáneamente inciertas. Tenía que ver a su mamá y hablar directamente con ella sobre la situación, no iba a aceptar tan poco dinero sabiendo que lo necesitaba para sí mismo y su hermano menor. Diez dólares eran migajas, y Minho y Felix no eran hormigas.

Minho guardó el sobre en el bolsillo de su pantalón, caminó hacia el colgante de la entrada y retiró su abrigo para colocárselo y así salir de la casa. Se colocó la capucha para cubrir su cabello, pues unas pocas gotas de agua estaban cayendo del cielo y temía empaparse. Tomó un taxi para poder llegar más rápido a la casa de su madre, ella vivía considerablemente lejos.

Hacía un tiempo que Minho no iba a visitar su antigua casa, no veía la necesidad y tampoco se preocupaba tanto por el estado de su madre debido a que la llamaba todos los fines de semana. Lo ponía ansioso ir a esa casa una vez más, cada vez que la tenía enfrente su mente se inundaba de recuerdos. Recuerdos no específicamente felices.

Al llegar a su destino, le pagó al taxista y se bajó del vehículo. Se subió a la vereda y con dos golpes en la puerta hizo su llamado, pero no recibió respuestas. Golpeó otras dos veces, hasta que escuchó una voz femenina a través de la superficie de madera pronunciar un "adelante". Minho bajó su mano al pomo, dio vuelta su muñeca y entonces tuvo acceso al interior de la casa.

Serendipia [ Hyunho ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora