VIII

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No era novedad para los padres de Hyunjin que este volviera a casa hasta la noche, se habían acostumbrado a su ausencia en su propia casa que ni siquiera llegaban a extrañarlo o a preocuparse por él. Y no es que no les importara Hyunjin, pero para ellos él era un chico rebelde e insolente que ya no tenía arreglo. Lo dejaban hacer de su santísima voluntad cuando, en realidad, no era ni de cerca esa imagen que tenían de él.

Hyunjin concluyó su caminata con Minho en cuanto se encontraron enfrente de la acera de la casa del pelinegro, soltó un pesado suspiro que levantó ciertas alertas en el mayor y, por compromiso, levantó la mirada y le sonrió a Minho para demostrarle que todo está bien o por lo menos hacerle creer eso.

—Gracias por la compañía. En serio me da un poco de miedo estar fuera de casa en las noches —. Le dijo Hyunjin a Minho, que le dedicó una diminuta sonrisa de complicidad.

—No es nada. Tampoco es que pueda dejar que un niño vaya solo por ahí.

—No soy un niño, Minho —. Recalcó el adverso, ya había perdido la cuenta de la cantidad de veces que Minho lo había tratado como si de verdad fuese un infante. El mayor soltó una leve risa, molestar a Hyunjin no era como molestar a Felix, y eso lo hacía más divertido.

Hyunjin caminó por la vereda hasta acercarse a la puerta de su casa y golpearla con los nudillos, vacilando levemente en lo que esperaba una respuesta. Minho se dirigió hacia Hyunjin para esperar junto a él a que la puerta se abriera, y en el proceso recordó el suceso del día antepasado; su ataque de hiperventilación y cómo Hyunjin lo ayudó a frenarlo. No le había agradecido todavía por ello, ni siquiera el día anterior que se la pasaron toda la tarde juntos.

—...Hey, gracias por ayudarme en lo de mi hiperventilación anteayer, y disculpa por agradecer hasta dos días luego.

Una sonrisa cómplice se manifestó en el rostro de Hyunjin, realmente no esperaba agradecimientos, simplemente intentaba ayudar en lo que pudiera sin que hubieran compromisos de por medio.

—De nada, aunque no es necesario agradecer. Ayudé porque podía hacerlo. Cualquiera puede siempre y cuando se digne a hacerlo.

Minho asintió levemente con la cabeza, no iba a negar un comentario tan acertado como el de Hyunjin. Cualquiera podía ayudar siempre y cuando se dignara, porque la posibilidad está siempre vigente y todo depende de la voluntad de la persona.

Su momento fue interrumpido, puesto que la puerta de la casa se abrió y una mujer de altura media hizo su aparición enfrente de ambos chicos. Observó brevemente de manera juzgona a Minho, pero transicionó a un rostro reflejante de molestia en cuanto hizo contacto visual con Hyunjin.

—¿En qué piensas, Hwang? No vas a clases, te levantas tardísimo y además sales de casa para volver hasta la noche.

—No finjas moralidad solo porque alguien más está mirando —La mujer abrió los ojos como plato al escuchar tal cosa. Le dedicó una mirada de reojo a Minho nuevamente, ciertamente avergonzada por el comentario de su hijo.

—...Métete a la casa. Vamos a hablar.

—Señora ¿Me daría tan solo un minuto con Hyunjin?, prometo que será rápido —. El castaño tragó saliva, tomó con suavidad el brazo de Hyunjin y lo alejó solo un poco de la casa ajena. La puerta se entrecerró y así pudieron tener un momento a solas en el que Minho fue directamente al punto—. Señor Pintor... ¿Puedo tener tu número?

—Mi... ¿Qué? ¿Mi número?

—Sí. No lo sé, por si acaso surge alguna razón por la cual debamos hablar nuevamente —. Minho sí lo sabía. Conocía perfectamente las razones por las que acababa de hacer dicho pedido, pues, se encontraba ante la presencia de una no tan buena madre—. ¿Sí? ¿Podrías darme tu número?

Serendipia [ Hyunho ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora