XXIII

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Dormir desapareció del diccionario de Minho la noche anterior, inevitable pero entendible; todo a causa de los dos sucesos más importantes del día, la ausencia de Hyunjin y la presencia de Jisung. Ni siquiera entendía porqué le inquietaba tanto que dos personas esenciales en su vida estuvieran en ella a la vez, como si no hubiera más espacio compatible y solo uno debiera permanecer.

El brillo que había sido su detonante el día anterior se marchitó por completo. Ese día en el hospital volvió a ser el mismo enfermero malhumorado de siempre, incluso un poco peor, y las miradas que alguna vez se posaron sobre él por su alegría pasada ahora esquivaban verlo a toda costa. Changbin, tan observador como siempre, solo se limitó a vigilar por unos minutos a Minho para asesorar que realmente estuviera de mal humor y no fuera una suposición errónea.

Pero la sombra oscura que rodeaba a Minho era tan intimidante que no se atrevió a acercarse hasta que fue la hora del almuerzo. Changbin intentó con él, pero no pudo saber qué le ocurría, Minho prefería guardarse el tema y no hablarlo. Al menos por ese momento. Todo el día estuvo mirando el reloj, estando al pendiente de cada tic-tac cercano a la hora del fin de turno. Tal y como el día anterior. Esperaba ver a Hyunjin al final del día o siquiera recibir un mensaje suyo, cualquier señal la apreciaría, pero tan solo necesitaba tener noticias de él.

El día pasó rápidamente, una ventaja para la impaciencia de Minho. El turno terminó, cayó la luz anaranjada que el cielo trajo consigo y Minho se dejó cubrir por él cuando salió del hospital. El viento le golpeó el rostro, despeinó su cabello ligeramente y solo se limitó a fruncir el ceño mientras entrecerraba los ojos. Bajó la cabeza, sacó su celular y abrió el chat con Hyunjin. El último mensaje que le envió el día anterior deseándole las buenas noches no fue visto, mas sí recibido. Apretó el celular con la yema de sus dedos, atrapando su labio inferior entre sus dientes por la indiferencia que había surgido entre Hyunjin y él, y aunque estuvo a punto de enviarle un mensaje una vez que lo escribió, lo borró rápidamente y apagó la pantalla.

Minho alzó la vista por última vez, mirando en cada rincón que sus ojos alcanzaron, pero Hyunjin no estaba ahí. Decidió sentarse en la acera, creyendo plenamente que en algún momento él aparecería. Aunque no fuera tan probable, una chispa de esperanza aún estaba latente en su interior. Pasaron los segundos, los minutos, minutos que se sentían más como horas que como lo que realmente eran.

Pero Hyunjin nunca llegó.

Otro suspiro exasperado se escapó de sus labios, se levantó del andén y se limpió el pantalón por si se le había quedado polvo adherido. Se acomodó el tirante de la bandolera en el hombro, crispó las manos en puños y se alejó rápidamente del hospital con el ceño aún fruncido.

No entendía qué ocurría con Hyunjin. Con ellos. Todo estaba bien hace dos días, el domingo había sido un día increíble y podia jurar que Hyunjin se lo había pasado igual de bien que él. No comprendía qué andaba mal, si él había cometido algo indebido o dicho algo que haya molestado a Hyunjin, hasta que una nueva creencia surgió en su consciencia. El beso. ¿Era ese el problema?, ¿había estado mal?

Minho se pasó una mano por el cabello, sintiendo cómo la decepción se espesaba rápidamente en su interior. No sé arrepintió al principio, más bien, se enorgullecía por haber dado ese paso con la persona que le gustaba; pero en ese momento deseaba nunca haberlo hecho. Había sido un error, lo sabía, y detestaba admitirlo porque era algo que lo hacía sentir bien cada vez que lo recordaba. No sabía qué hacer para compensar lo que había arruinado accidentalmente, Hyunjin no quería hablar con él y tampoco se atrevía a citarlo para verse. Se sentía tan idiota como nunca.

Tomó el autobús después de unos minutos de espera en la parada, y en todo el trayecto mantuvo clavada su mirada en el cielo con rosa y naranja que solo podía apreciar a través de la ventana. Tenía muchas cosas en la cabeza y no sabía cómo organizarlas, ese siempre había sido su mayor problema, porque nunca sabía cómo lidiar con las preocupaciones hasta más pequeñas y se dejaba vencer por lo cansado que era tratar con ellas. Su espíritu optimista aparecía solo cuando le convenía, porque el pesimismo estaba mucho más vigente la mayoría del tiempo.

Serendipia [ Hyunho ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora