XXIV

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Pasaron unos días de la ausencia de Hyunjin en la vida de Minho. En todos y cada uno, se preguntaba siempre al despertar y antes de dormir si podría verlo al menos una sola vez en toda esa semana, pero nunca pasó. Ese domingo se cumplió una semana de la cita, de su última reunión, de la última chispa de sentimiento que había surgido en su interior con lo ocurrido en ese encuentro.

Minho estuvo toda la semana intentando platicar con Hyunjin, pero no recibía más que mensajes vacíos o ninguno en casos más serios. Lo sentía tan lejano, tan desconocido; la sensación que dejaba el fracasar después de tantos intentos en busca de hablar con él era abrumante.

Y entonces, Minho dejó de intentar.

No supo si fue el temor a una respuesta inesperada o la desesperación que estuvo sintiendo toda la semana, pero finalmente se dio por vencido y llegó a la conclusión de que quizás Hyunjin necesitaba estar solo por un rato. Minho tenía la corazonada de que lo estuvo presionando demasiado, así que llegó de una vez al final del camino y se sentó en la acera para esperar. Y si no sabía cuánto esperar, tampoco sabía si valdría la pena hacerlo. Simplemente hizo lo mismo que Hyunjin. Desaparecer. Tomar distancia.

No lo hacía sentir mejor en lo absoluto, era una decisión que había sido tomada con el único objetivo de satisfacer las necesidades desconocidas de Hyunjin y odiaba el cambio a un grado que no tenía nombre. Pedía una explicación, tan solo una, pero no lo hacía en voz alta y por ello nunca era oída. Deseaba entender lo que sea que le estuviera ocurriendo a Hyunjin, pero no era como si pudiera decírselo; le faltaba el valor y un mejor momento.

Ese día había quedado con Sigrid para verse esa tarde en una cafetería algo lejana, pero perfecta para distraerse de todo lo que estaba pasando por su cabeza. Lo que él no sabía era que Sigrid sugirió ese lugar a propósito. Un propósito que había nacido de su atención en los detalles por más mínimos que fueran.

Minho estaba sentado en la acera del lugar, jugueteando con una de las muchas hojas que descansaban en el suelo por los árboles que rodeaban la zona. Unas pisadas lejanas sobre las demás hojas a lo largo de la calle llegaron a sus oídos, cada una aproximándose con cada paso. Subió la vista levemente, sus ojos viajando por los alrededores, hasta percibir sin mucho esfuerzo a una figura femenina acercándose a él con una sonrisa familiar en los labios.

Sigrid vestía un cardigan sin abotonar con patrones de rombo, una camisa pegada negra por debajo, pantalones holgados celestes de mezclilla y zapatillas negras, y por último, su largo cabello castaño recogido en una trenza imperfecta que podría deshacerse en cualquier momento, con algunos mechones minúsculos que caían en las orillas de su rostro. Minho la miró detenidamente por unos segundos más, antes de que ella se parara en frente suyo e inclinara su torso hacia adelante para estar un poco a su altura.

—Buenas tardes, Minho. ¿Qué tal está mi mix vestimentario? —Le preguntó Sigrid, con una sonrisa juguetona esperando una respuesta. Minho sonrió levemente antes de contestar con un comentario cómico.

—Creo que pudiste hacer una mejor elección.

—¡Hey!, tan solo mira lo que traes puesto, solo di que eres un pobre bailarín que baila en la calle por un poco de limosna —Sigrid pateó ligeramente la pierna de Minho en forma de juego, él fingiendo dolor solo para reforzar la diversión de la chica.

Minho se levantó de la acera, se limpió el pantalón y, antes de que pudiera acercarse a la entrada de la cafetería, Sigrid abrió la puerta e hizo una reverencia ante él mientras señalaba el interior con su mano libre.

—Después de usted, su alteza —dijo con un tono firme, provocando que Minho soltara una carcajada y entrara antes que ella. Sigrid cerró la puerta de vidrio detrás de ella y retomó el contacto visual con el contrario, quien seguía riéndose un poco por la reciente broma.

Serendipia [ Hyunho ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora