Con las nubes oscuras invadiendo el cielo, el fuerte viento pegando en los árboles a los alrededores del camino los caballos corrían a toda velocidad al momento de ser cabargados por los caballeros quienes se encargaban de llevar a la familia real en aquella gran carroza.
—¡Madre! ¿¡A qué se debe la prisa!? —el príncipe musitó procurando mantener el equilibrio sobre su asiento. —¿Podrías darme una explicación?
—Un miembro de la realeza del reino vecino fue maldecido y requieren de nuestra ayuda. —la mujer de gran vestido color marrón se mostró preocupada. Pues no sabía a qué se debía todo esto.
Verán, en este mundo existían distintas dinastías y todas gobernaban su respectivo reino y cuando se presentaban complicaciones siempre acudían al vecino, pues la relación que los cinco reinos mantenían era estrechamente amigable. No obstante, la dinastía Choi era la última a la que recurrían debido a la gran distancia que había entre reino y reino mucho más de la que habían recibido el llamado. Esto era una situación mayor.
—Pero ¿Que fue lo que sucedió? —el chico preguntó confundido
—No lo sabemos —respondió el hombre a un lado de la mujer quien preocupada gritó la orden de aumentar la velocidad. —recibimos la llamada histérica del rey sin ni una sola explicación más que esa.
—¡No puedo creerlo! Debe ser algo grande.
—Si —la mujer suspiró —y más por qué dieron la orden específica de que te necesitaban la presencia del príncipe.
—¿Qué? ¿Me necesitan a mi? —preguntó señalando se a sí.
—¡Si Soobin! ¡No entiendo por qué o para que! Solo... —ella pasó su mano por frente, se notaba muy inquieta y desesperada —Lo siento, es que me preocupo de más.
—Descuida madre
—¡Aumenten la velocidad! —espetó el rey
—Si su majestad
Y tan pronto como los segundos pasan en el reloj, la familia en la carroza aumento drásticamente la velocidad y así llegar lo antes posible a aquel lejano reino.
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Cuando hablaban de la gran distancia que había entre cada pueblo, era totalmente en serio. El tiempo que les tomó a la familia en llegar fue en aproximadamente cuarenta minutos al apresurado paso en el que iban hasta que por fin entraron.
La gran puerta les fue abierta en segundos sin siquiera tener que interrogar o preguntar, lleron por las calles disminuyendo la velocidad hasta que se cruzaron con el gran palacio. La carroza fue estacionada y rápidamente la distancia descendió de la misma.
