14. Pequeños gestos

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El sol apenas se asomaba por el horizonte cuando Bakugo golpeó la puerta de la habitación de Kirishima, como siempre, con su típica energía impaciente. Listo para comenzar su entrenamiento matutino, una rutina que seguían religiosamente cada lunes, después de que Kirishima descubrió aquella rutina en el Rubio. 

—¡Levántate, Pelo de mierda! ¡Vamos a correr! —gritó Bakugo desde afuera.

Con una queja, Kirishima se levantó y abrió la puerta.

—Buenos días, Bakugo. ¿Tan temprano? —dijo tratando de ocultar su somnolencia.

—No hay tiempo que perder. Vamos, si quieres seguir entrenando conmigo deja de atrasarme —. Respondió empujándolo hacia el pasillo.

Mientras corrían en silencio al rededor de la U.A, el sonido de sus pisadas era lo único que rompía la mudez de la mañana. Bakugo, a pesar de su usual explosividad, encontraba un extraño consuelo en el compañerismo tranquilo de Kirishima. Aunque las primeras veces el Pelirrojo era una completa molestia, siempre queriendo hablar o haciendo ruiditos, aprendió -de mala o buena forma- que el silencio también podía disfrutarse, disfrutaban de su presencia, de la sensación de estar en sintonía mientras avanzaban juntos por el camino.

Cada vez que se detenían para estirarse o hacer algún ejercicio, Bakugo no podía evitar que su mirada se desviara hacia Kirishima. Antes, había pasado por alto esa vista, pero ahora, cada detalle del Pelirrojo le resultaba imposible de ignorar; el brillo del sol de la mañana resaltaba los contornos definidos de sus brazos y piernas, que se movían con gracia y potencia mientras corrían. Su cabello rojo, iluminado por los primeros rayos del día, parecían arder con una intensidad casi tan fuerte como su entusiasmo. Y sus ojos, brillando con determinación y enfoque, irradiaban una chispa que Bakugo no podía evitar admirar.

~¿Cómo lo había pasado por alto durante tanto tiempo? Se preguntaba a sí mismo, asombrado por su propia ceguera. Una idea comenzó a tomar forma en su mente; si los entrenamientos matutinos con Pelo de mierda resultaban tan gratificantes como este, ¿por qué limitarse a hacerlos solo los lunes por la mañana? Quizás deberían considerar hacerlos más a menudo.

Mientras tanto, Kirishima, a pesar de su decisión de relegar sus sentimientos por Bakugo al ámbito de la amistad, le seguía siendo difícil ignorar la atracción que sentía hacia él. Intentaba desesperadamente no dejarse llevar por sus deseos, recordándose a sí mismo que debía aprender a ver a Bakugo de una manera diferente, como un amigo y un compañero de entrenamiento, y no como el objeto de sus fantasías más profundas.

• • •

En los bulliciosos pasillos de la U.A., donde los estudiantes parloteaban de un lado a otro de camino a sus clases, Bakugo estaba de pie frente a su casillero, hojeando algunos papeles con su típica expresión de concentración intensa. En medio de todo el caos, apareció Kirishima corriendo y se detuvo abruptamente frente a su casillero, vecino del Rubio.

—¿Cómo es posible que vengas tarde? Hace un rato te dejé, solo tenías que ducharte y vestirte, Pelo de mierda.

—Ah, pero verás Bakugo, tengo que cuidar bien de mi cabello para que esté en sus mejores condiciones y poder enfrentar el día —. Dijo apuntando su cabello, mientras luchaba con su otra mano para abrir el casillero. —Lavar este cabello lleva su tiempo; tengo que asegurarme de aplicar la cantidad justa de shampoo, luego el acondicionador para que quede suave, y luego viene la parte más importante: el gel. No puedo simplemente usar cualquier gel, tiene que ser el adecuado para mantener esta obra de arte en su lugar todo el día. ¡Es como una batalla constante contra el viento y la gravedad! —exclamó, levantando un puño en el aire, forcejeando con su casillero que aún no era capaz de abrir.

Atracción explosiva: Kirishima y Bakugo, a través de sus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora