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Los meses han pasado y con ello ha llegado el verano, navidad es la semana que viene y ando buscando regalos para todos.

Despues de que acabará el instituto empecé a trabajar en una tienda, en la que me cobran casi dos mil euros al mes, y no puedo estar más contenta con ello pues, en realidad, es un chollo porque no es que haga mucho al ser una tienda pequeña de libros y papelería.

Por otra parte, mi relación con Kuku ha ido floreciendo cada vez más, tenemos discusiones pero siempre terminan en nada, gracias a él, para ser sincera. He descubierto que cuando me enfado puedo ser algo orgullosa, lo hablé con él y dije que lo iba a cambiar, porque ni siquiera a mí me gusta ser así. Todavía no se lo hemos contado a nadie, aunque podemos hacerlo en cualquier momento, sólo Blas y alguno que otro amigo más lo saben y he escuchado varias veces cómo le pregunta que cuando se va a dignar a contarle a todo el mundo nuestra relación, Esteban siempre le responde igual: "Estoy esperando a que Bella me diga que está lista para hacerlo, pelotudo". Y sí, si todavía lo nuestro es un secreto es por mi culpa, porque siempre que quiero hacerme la valiente unas cuantas interrogantes aparecen en mi cabeza: ¿Qué dirá la gente? ¿Mi madre lo aceptará? ¿Qué pasa si mi mamá no acepta está relación que para mí significa muchísimo?
Esteban sabe sobre esto y siempre me hace sentir mejor cuando las dudas vienen a mí, con palabras que sólo él sabe que me van a venir bien.

—Ni siquiera me escuchas ya. —se queja Blas, apoyándose en la caja registradora.

—Blas, perdón. —me disculpo, mientras le cobro a una señora— ¿Qué me decías, haber? —pregunto, la señora se ríe de Blas al ver su rostro de tristeza.

—Ahora soy la burla de las señoras, viste. —dice él, riendo cuando la morena se va.

—¿No lo eras antes?

—Ah sí, es que tú mamá siempre se ríe de mí, cierto. —suelta, haciéndome reír.

—¿Qué le compraste a Vic? —cuestiono, él abre los ojos de más a escucharme, lo miro confundida— ¿Qué pasó? ¿Se te metió una ardilla en el ojete?

—¿Tenés el libro este de...? Mhm... ¿Cómo se llama, tarada? —habla, chascando sus dedos mientras me mira, como si yo tuviera la respuesta.

—Y ni modo que lo sepa, pelotudo de mierda.

—¿Por qué le decís así al pobre? —la voz de Kuku llega a nuestros oídos, y mi sonrisa crece al verlo en frente mío.

—¡Los siete maridos de Evelyn Hugo! —asiento con la cabeza, mientras me acerco a mi hombre.

—En esa estantería. —señalo, las manos de Kuku posicionándose en mis caderas antes de dejar un beso en mis labios.

—Dos días sin verte y siento que me falta el oxígeno, nena. —me murmura, su sonrisa derritiéndome por completo.

—Tarado. —digo, feliz de verlo— ¿Qué tal te fue? —pregunto, alejándome para quedar de nuevo detrás de la caja registradora.

—Muy bien, la verdad. —asiento con la cabeza— Le hablé de ti a mis hermanos y a mamá. —mis ojos brillan al escuchar eso, y no puedo evitar morder mi labio algo nerviosa.

—¿Me lo podés poner en bolsa de regalo? —habla un nene chico, que me extiende un libro para que se lo pagué.

—Claro, ¿preferís verde o rojo el empaque? —le cuestiono con una pequeña sonrisa.

—¿A vos cuala te gusta más? —cuestiona— Es que mi novia es como tú de linda, estoy seguro de que le gustará el que elijas vos. —me explica, cosa que me hace mirar a Kuku, nos observa con una sonrisa bastante bonita.

Hago lo que tengo que hacer y, cuando estamos a solas de nuevo, miro a Kuku, emocionada y con algo de miedo a la vez. ¿Qué pensarán al saber que está con una chica catorce años menor?

—¿Y qué te dijeron?

—Te quieren conocer, —asiento con la cabeza, aceptando— mañana en la noche preparan una cena y esperan que estemos allí.

—¿Puedo ir como el hijo adoptado? —habla Blas, llegando al mostrador— Es broma, viejo. —le dice a Kuku, el cual rueda los ojos, Blas lo mira con diversión— Te digo viejo porque sos mi papá adoptivo, que sepas.

—¿Le comprás un libro a tu novia? —le cuestiona esté, Blas asiente, orgulloso.

—Y dos entradas para ver Taylor Swift, que no son baratas. —le cuenta, Kuku se ríe pero se queda unos segundos en silencio, hasta que me mira de golpe, la risa de Blas se escucha baja.

—¿Vos querés ir a ver esa mina? —pregunta, haciéndome sonreír enternecida, niego con la cabeza— Si querés, me lo decís que te compro las entradas, eh. —avisa.

—Me vas a matar de amor, Kuku. —le digo, Blas pone cara de asco.

—Vaya mierda de colores. —suelta Blas, al ver los que tengo de envolver regalos.

Eyes don't lie  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora