Recuerdos de rosas e inventos

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Recuerdos de rosas e inventos.

Habían pasado algunas semanas desde que Candy había llegado a Lakewood. Consideraba un gran logro que la Tía abuela hubiera accedido a que le tomara la presión y le inyectara las vitaminas que el doctor le había recomendado. Pero seguía sin entablar una conversación gentil con ella.

Eran cerca de las 12 de la tarde, Candy salió de su cuarto con el fin de pasar una tarde en la terraza tomando una rica limonada. Pero al ver que la puerta del antiguo cuarto de Anthony estaba entre abierta, sintió una especie de curiosidad que la llevó a entrar a la recámara que había estado desocupada por años.

Tragó saliva, creía que Anthony estaría ahí como antes, mirando hacia su jardín o simplemente esperándola para salir a jugar con los demás.

Todo estaba cubierto con sábanas y las cortinas estaban cerradas que oscurecían la habitación dejándola ver solitaria y perfumada de tristeza y silencio.

-Anthony...parece que tu alma sigue habitando esta casa.

Recorría con sus finos dedos las orillas de los muebles para recolectar un poco de polvo y deshacerlo entre las yemas.

Cerraba los ojos y repetía en su mente el nombre de Anthony.

Se acercó a la mesa de estudio. El cajón estaba entreabierto y se dio cuenta que un cuaderno elegantemente empastado se asomaba. En la portada estaban inscritas las iniciales de Anthony. Con curiosidad y mesura comenzó a hojear las páginas.

Eran cientos de cuartillas escritas con una bella letra. Era la letra de su querido Anthony.

Paró en una en la que alcanzó a leer su nombre.

Candy esbozó una sonrisa y comenzó a leer.

Hoy presentamos a Candy como miembro de la familia Andry.  La ataviaron un un increíble vestido verde que hacía que sus bellos ojos resaltaran de una forma espectacular. Pero su belleza se debía más a esa felicidad que emanaba por todos los poros de su piel. Verla infinitamente feliz me hizo el hombre más afortunado del mundo. Tan solo tenemos trece y catorce años pero, estoy dispuesto a esperar hasta que pueda casarme con ella. Sí, cuando yo sea mayor y ella esté lista, nos casaremos.
Mientras tanto, me encargaré de hacerla feliz, de conquistarla y de ser un gran caballero para cortejar a esa bella dama.
Sin duda, Candy me recuerda a mi mamá, pero hay grandes diferencias entre ellas que hacen que me enamore más de Candy.
A Candy la quiero por ese espíritu libre que tiene. Su amor por la vida, la naturaleza y todo lo que la rodea me llenan de tal manera que me han devuelto las ganas de existir. Algo que me costaba trabajo desde la muerte de mi madre.
Candy es tan perfecta que no puedo comprender por qué su madre la pudo abandonar.
Yo sé que es el objeto de afecto también Stear y de Archie, pero ellos entienden que Candy también siente algo por mí. Sin embargo, sí yo dejara de existir, si yo tuviera que dejar este mundo, estoy segura que ella sería feliz con alguno de los dos.
Pero no quiero pensar en eso, porque esta noche Candy me ha regalado la más bella de sus sonrisas. La más pura y profunda mirada que me ha inyectado las ganas de querer vivir por cien años más.
Pronto sabrá de mis sentimientos. Se los haré saber muy pronto. Cuando ella termine de asimilar todo esto que le está pasando.
Ahora iré a dormir,  no sin antes desearle buenas noches e ir a mirar sus ojos para soñar con ella.

Al leer tan lindas palabras Candy puso las manos sobre su vientre, sentía una gran emoción combinada con melancolía. Si tan solo Anthony estuviera vivo, todo en su vida hubiera sido diferente. En esa época ella no sufría, era realmente feliz. Aún así agradecía a Dios por haberle permitido conocer a Terry Grandchester, por haber podido estudiar en Londres y por haber logrado convertirse en enfermera. Estaba convencida que si Anthony no hubiera muerto, probablemente hubiera sido diferente pero, entonces todas esas bellas memorias no estarían ahí.

Si todo hubiera sido así...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora