La sombra de Terrence

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La sombra de Terrence

Archibald estaba ocupado tratando de cerrar los tratos para finiquitar la venta de los bienes Legan. Todo le parecía fácil pues aunque no tenía mucha experiencia como su tío, había estudiado mucho sobre temas legales y ventas. Por primera vez en su vida se sentía útil e importante pero, lo que realmente le preocupaba era poder encontrarles un hogar a César y Cleopatra porque era una promesa que le había hecho a Candy.

Durante las mañana después del almuerzo, se dedicaba a hacer visitas y revisar documentos.

Candy seguía cuidando a la tía Elroy quien se reponía poco a poco.

-Hola Candy.

El joven abordó a la chica justo cuando salía de la alcoba de la anciana.

-¿Cómo está la tía abuela?

-Mucho mejor, ahora toma una siesta.

-Me alegro. Discúlpame por no ayudarte tanto como lo prometí.

-¡Oh! No te apures Archie, ahora ayudas a Albert con ese tema de los Legan. Yo puedo sola.

-¿Sabes? Ha aparecido un comprador interesado en la mansión.

-¡Qué bueno!

-Si todo sale bien, a fin de mes todo estará resuelto.

-Archie...¿qué hay de los caballos?

El joven Cornwell bajo la cabeza un tanto avergonzado. No quería decirle a su bella

prima que estaba siendo complicado encontrarles un hogar juntos.

-Dame tiempo Candy. Te juro que les encontraré un lugar. Te lo he prometido.

-Perdóname, no quiero que te sientas presionado.

-Escucha, nada que tú me pidas representa un problema para mí. Te prometí encontrarles un hogar y así será.

-Gracias Archie. Pronto será la hora de la cena, pediré que la preparen. ¿Quieres algo en especial? Yo misma lo prepararé

-¿Por qué tú misma Candy? Eres la señorita de esta casa después de todo.

-Lo hago para agradecerte lo que estás haciendo. Esos caballos son muy importantes para mí. Les guardo mucho cariño.

-Jajajaja bueno, está bien. ¿Sabes cuál es mi platillo favorito?

-¿Cuál?

-Los ravioles, ¿podrás hacerlos?

Candy guiñó un ojo y sacó la lengua.

-¡Lo intentaré!

Realmente Candy era bastante torpe en la cocina así que pidió ayuda de Henrry el cocinero y de su amiga Dorothy quienes le ayudaron paso a paso a preparar los ravioles. Le tomó tiempo pero al final estuvieron listos para la hora de la cena.

Archibald se chupaba los dedos, hacía mucho que no comía su plato favorito y esa noche le supieron a gloria.

-¡Wow! Gracias Candy...te quedaron deliciosos.

-Debo confesar que de no ser por Henrry y Dorothy no lo hubiera logrado.

-No te aflijas, para mí, tú los has hecho.

-Cuando vivía con Albert, él era el que preparaba la cena y el desayuno. Creo que yo no sirvo para la cocina.

-No importa, ¿sabes qué creo? Que serás una excelente esposa.

-jajajaja. Vamos Archie...

El muchacho se limpió la boca y pidió que le retiraran el plato. Tomó un poco de vino y se levantó de la mesa.

Si todo hubiera sido así...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora