Una pesadilla vuelta realidad

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Una pesadilla vuelta realidad.

Después de la incómoda recepción en la casa Brighton, Achie buscaba cualquier pretexto para no ver a su novia. Se había inventado mil encomiendas que Albert supuestamente le había designado para evitar el encuentro con Annie.

Tenía molestia con ella pues su pasividad y su poca falta de convicción propia lo habían puesto en una situación desagradable frente a sus padres. Si tan solo ella hubiera sido  capaz de expresar sus propias ideas e inquietudes hubiera sido más fácil para él poder manejar la situación. Por otra parte, sentía vergüenza, cualquier muchacho de su edad podría tomar una decisión como la de casarse muy fácilmente teniendo a una novia como lo era Annie pero, él tenía miedo y una profunda desmotivación.

Así que, aprovechó ese tiempo a solas para hundirse en los libros y estudiar a marchas forzadas. Nadie lo veía como antes tomando el Sol en las Terrazas y ya no salía de compras como solía hacer al menos una vez a la semana.

Durante el desayuno leía el periódico para enterarse principalmente de los movimientos en la bolsa que eran irregulares en tiempos de guerra. Además de los rumores de la inminente intervención de Estados Unidos en el conflicto eran cada vez más ciertos y esto le preocupaba sobre manera.

El mayordomo le acercó en una bandeja de plata la correspondencia.  No esperaba carta de nadie, ni siquiera de sus padres pues sabía que cualquier misiva se podría perder en esos tiempos.

Revisó el remitente de todas las epístolas , la mayoría eran dirigidas a Albert. Pero había una que le hizo casi escupir el café que estaba tomando. Era una carta de Candy dirigida exclusivamente para él.
Abrió los ojos de par en par pues, no esperaba tremenda sorpresa. Candy jamás le escribía a él directamente. Aunque no pareciera, se habían distanciado desde Londres, con la llegada de Annie y Terry Grandchester las cosas ya nunca fueron iguales.  Sentía que Candy evitaba estar a solas con él. Se veían siempre y cuando estuvieran Stear, Annie  o Patty. Esto le dolía en un principio pero terminó por acostumbrarse y verlo de la mejor manera.

Se limpió la boca y dio por terminado el desayuno. Se encerró en la biblioteca y pidió que nadie le molestara. Leyó con detenimiento. Sus ojos se agrandaban con cada cosa que Candy escribió sólo para él. Al terminar de leer por tercera vez, se llevó la hoja a los labios mientras sentía que un fuego intenso le quemaba el corazón.

Pasó gran parte de la mañana intentando pensar cómo empezaría la carta de respuesta pero, temía ser demasiado efusivo y que Candy se espantara y no volviera a escribir.

Había ya muchos papeles arrugados a medio escribir en el piso y decidió dejarlo por la paz esperando que la euforia del momento disminuyera un poco. Lo que sí estuvo pensando fue en aquella cosa que su querida prima le mencionaba, ¿qué podría haber inventado Stear que le trajo tantos recuerdos dulces a Candy? Y que incluso hizo que ella rompiera ese muro que había puesto entre los dos.

Salió por fin del encierro para despejarse. Se dirigía a su habitación de un humor diferente, sonriente y lleno de energía. El mayordomo lo alcanzó al pie de la escalera para ponerlo al tanto de que su novia estaba bajándose del su auto.

Archie hizo una mueca de no comprender lo que pasaba y se adelantó hacia uno de los ventanales para verificar lo que ya le habían dicho.

En efecto Annie estaba por entrar a la mansión a pesar de no haber avisado de su visita. Archie decidió recibirla de una vez, y de la mejor manera. No quería que sospechara de todos sus pretextos.

-Annie...qué sorpresa.

-Lamento haber venido sin avisar Archie...

-No lo lamentes-le dio un beso en la frente- justo pensaba en ir a buscarte.

Si todo hubiera sido así...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora