Un vestido rojo de mangas largas era su armadura para ocultar los moretones, siguiendo los "consejos" de la baronesa. Sin embargo, se sentía como si estuviera dentro de un horno, sudando profusamente, sobre todo con el examen de contabilidad que se aproximaba.
En su antigua vida, nunca habría imaginado enfrentar un desafío así, especialmente por un hombre.
Pero ahora estaba aquí, dedicándose a estudiar, por el amor de su vida. Y eso hacía que cada esfuerzo valiera la pena.
Ella ansiaba con fervor la posibilidad de finalmente encontrarse cara a cara con su primer amor, Yud. Él había sido el primero en ser atraído al encanto de la heroína, a pesar de su prominente posición como el futuro heredero del duque. Había renunciado a todo por el bien de una buena amiga, según él.
Una amiga que, lamentablemente, terminaría olvidándolo y enamorándose de su propia sirviente. La certeza de que Yud eventualmente caería también bajo el hechizo de la heroína, como todos los demás, la angustiaba profundamente. Visualizaba cómo serían relegados de sus altas posiciones para convertirse en simples peones en el tablero de la desgracia rusa.
Se negaba rotundamente a permitir que los redujeran a meros juguetes de la desdicha rusa. Habían labrado sus posiciones con sudor y sacrificio, con años de esfuerzo y dedicación. Cada título, cada privilegio, era el fruto de su labor incansable.
Eran personas de una calidad moral superior, dignas de respeto y admiración. No podía permitir que fueran despojados de su dignidad de esa manera.
No se quedaría de brazos cruzados mientras una mujer con aires de grandeza, tan efímera como un suspiro, destruía todo lo que habían construido con un par de palabras despectivas.
Nunca permitiría que los humillaran de esa manera. Conocía la bondad y la amabilidad de Yud y sus chicos, así como el arduo trabajo que habían dedicado para obtener sus títulos y posiciones actuales. Habían pasado años esforzándose para alcanzar la cima, y no permitiría que una rubia presumida y caprichosa destruyera todo con unas cuantas palabras despectivas.
Por eso, estaba dispuesta a pasar todas esas noches de desvelo, dolor por los golpes y sacar la condenada nota perfecta.
Todo sea por sus amores.
Tomo la pluma con nerviosismo, pero seguridad, no dudaba de sus conocimientos, pero estaba segura de su maestra, no sería piadosa con ella. Suspiro con el corazón en la mano, y comenzó su examen.
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— Deja de llorar — Joon acariciaba el cabello de su amiga con ternura, mientras observaba cómo las lágrimas resbalaban por sus mejillas. La devastación por el resultado del examen era palpable en el aire. — No es como si él no volviera a visitar esta mansión — intentó consolarla, sabiendo que sus palabras apenas podían calmar el torrente de emociones que la invadía. La chica simplemente no dejaba de llorar, y no la culpaba; la baronesa había sido demasiado estricta.
Miró al gato, que se había acomodado sobre la cintura de la chica, como si pudiera sentir su angustia y quisiera ofrecer algún tipo de apoyo. Aquel felino peculiar comenzaba a ganarse un lugar especial en su corazón.
— ¡Por… un punto…— murmuró la chica entre sollozos — Por un miserable punto! — Su voz temblaba mientras pasaba los brazos, húmedos por las lágrimas, alrededor de la cintura de su amigo, buscando un poco más de consuelo en su abrazo. La baronesa le había negado su destino por no obtener una calificación perfecta, y la injusticia pesaba sobre ella como una losa.
“Te falta un punto, niña”, había dicho la baronesa con una sonrisa fría. “No puedes presentarte aún”.
—Joon…— lo llamó con voz entrecortada, el dolor palpable en cada palabra —Ayúdame…
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Yo quiero el harem.
Teen FictionElla no anhela la gloria, ni el respeto del pueblo, ni el poder que trae consigo la riqueza o el estatus. Ella quiere lo que la heroína tiene: cada uno de los hombres que la siguen. Desea amarlos, cuidarlos, besarlos, poseerlos, dominarlos, y hacerl...