Actualizacion 3/3
Sora comenzaba a acostumbrarse a su nueva rutina. Cada mañana se despertaba temprano para hacer la fila de la entrada al comedor con Nagoyuki. Durante el trayecto hacia las mesas, conversaban sobre su vida, y Nagoyuki siempre le hacía preguntas con interés genuino. La charla fluía entre risas y anécdotas, creando un ambiente de complicidad que Sora apreciaba cada vez más. Solo quince minutos antes de que terminara el desayuno, Yud se unía a ellos, aunque esto solo había ocurrido dos de los seis días de clases. Con su llegada, las conversaciones se volvían más variadas, explorando temas desde los más triviales hasta los más profundos.
Pocos minutos después de finalizar el desayuno, si tenía suerte, Oliver aparecía. Su presencia era una mezcla de sorpresa y calidez. A veces, Sora encontraba a Oliver en la puerta del comedor, con una sonrisa que iluminaba su rostro, y otras veces, simplemente lo veía aparecer sin previo aviso. Era un contraste curioso con Nagoyuki, quien siempre estaba allí a la misma hora, con su sonrisa tranquila y sus ojos llenos de preguntas.
Al terminar el desayuno, Sora debía dirigirse a sus clases matutinas, donde las conversaciones con sus compañeros eran obligatorias. Las interacciones eran a menudo superficiales, llenas de comentarios sobre las tareas del día y los planes para el fin de semana. A pesar de la obligación de socializar, Sora encontraba consuelo en los momentos compartidos con Nagoyuki y Yud, quienes, al no pertenecer a ninguna familia importante, tenían horarios más flexibles y menos exigentes que los nobles herederos. Sus clases no eran tan demandantes, lo que les permitía disfrutar de más tiempo libre.
A lo largo del día, Sora se encontraba con Yud y Oliver en los pasillos. Aunque estos encuentros solían ser breves, intercambiaban palabras y sonrisas, creando pequeños momentos de conexión en medio de la rutina escolar. Era en el almuerzo donde las conversaciones se volvían más profundas. Sora se encontraba con Oliver y Adán, y juntos hablaban de todo, desde los motivos detrás de la enemistad entre gatos y perros hasta las razones por las que el imperio estaba en declive. A pesar de la naturalidad con la que abordaban estos temas, Sora nunca había preguntado directamente a Oliver cómo se sentía respecto a los asesinatos de los nobles. Aunque intuía que, al menos para Oliver, estos hechos no parecían importarle demasiado. La indiferencia de Oliver, mezclada con su habitual abrazo al saludar y despedirse, dejaba a Sora con una sensación de confusión y sorpresa cada vez que lo veía.
Adán, por otro lado, tenía su propio estilo de despedida. Siempre le daba palmadas en la cabeza, un gesto simple, pero lleno de cariño que Sora valoraba enormemente. Era su manera de mostrar afecto, una muestra de amistad que Sora apreciaba profundamente.
Y en la cena, Sora se encontraba sola. La mesa estaba vacía a su alrededor, y aunque a veces se unían a ella Nagoyuki y Adán, quienes compartían su amor por la comida y las historias, la soledad en la mesa de la cena era palpable. Parecía más fácil encontrarse con Adán y Nagoyuki que con Oliver y Yud, quienes tenían horarios más flexibles y vidas menos estructuradas que los nobles herederos. Mientras Sora se acostumbraba a esta nueva realidad, sus días se llenaban de pequeñas alegrías y momentos de conexión con sus amigos, cada uno aportando algo único a su vida.
Sora había avanzado muchísimo con sus chicos, y cada día sentía que se acercaba más a ellos. Sabía cosas que cualquier fan mataría por saber, además de tener el placer de oír sus voces y verlos trabajar en vivo y directo. Esto era la recompensa por todo el esfuerzo de los primeros cuatro meses. Sentía que viajaba en una nube de felicidad y amor, una sensación que la llenaba completamente.
Excepto por un detalle.
En su mundo ideal faltaba una persona. Sin él, no se sentía completa, no se sentía correcta. No era alguien insignificante o alguien para rellenar como lo pintaban en la novela original; para Sora, cada personaje cumplía un papel vital en la historia. Oliver era el chico sensible, que comprendía y hacía reír a sus seres queridos. Yud era el calculador, siempre con un plan y dispuesto a cubrirte la espalda si lo necesitabas. Adán era el servicial, siempre dispuesto a ayudar y a recordarle a los demás sus deberes; podía considerarse la mamá del grupo. Nagoyuki era el protector, dispuesto a dar su vida para proteger a sus compañeros, además de tener un sentido del humor sarcástico que a Sora le encantaba.
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Yo quiero el harem.
Teen FictionElla no anhela la gloria, ni el respeto del pueblo, ni el poder que trae consigo la riqueza o el estatus. Ella quiere lo que la heroína tiene: cada uno de los hombres que la siguen. Desea amarlos, cuidarlos, besarlos, poseerlos, dominarlos, y hacerl...