4.- Celos

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El besarla de esa manera, en vez de solucionar la voracidad que sentía a su lado, se encendió más. Se apartó molesto por haber cedido a sus deseos sin control alguno. Conocía al tipo de mujeres a las que pertenecían ella y su primita. Todas las británicas estaban cortadas por la misma tijera. No podía complicar aún más su vida, al meterse entre las piernas de la guerrera. Cuando ya en sí sería un reto el que tendría que vencer, al contar con una esposa que no deseaba.

     La muchacha advirtió el rechazo del caballero que se había encargado de despertar la sensualidad que no sabía que guardaba en su interior. Se sintió vulnerable al percatarse del rechazo del hombre que la había incitado a pecar con tan íntimo beso. Se suponía que ese tipo de contacto se encontraba reservado para el noble con el que se desposaría. Terminó siendo embargada por una desazón que la llevó a propinarle una cachetada.

     —Es usted un fresco. Verdaderamente no sabe cuál es su lugar. Su comportamiento también deja mucho que desear. Le prohíbo que me vuelva a besar.

     —Y usted es una hechicera que con sus ojos violeta me embruja. No crea que no me doy cuenta de sus tretas. Sé que lo hace con el fin de que caiga en sus redes para envolverme cuál viuda negra. Al final me devorará sin compasión. Si lo que realmente quiere es que no vuelva a suceder lo de hoy. No me busque milady. Con permiso.

     Aidán se alejó molesto de la joven. La culpaba de su desliz.

     A la mañana siguiente, cuando todos en el campamento estaban desayunando. Dan se alejó para evitar toparse con la guerrera. Sin quererlo terminó frente a lady Bethany. Se encontraba a la orilla del lago aventando pequeñas piedras. Estaba concentrada pensando en su situación actual. No entendía como lograría cumplir con lo que le había pedido el rey Carlos. Brincó al darse cuenta de que tenía al guapo caballero a su lado.

     —La he asustado. Me disculpo. Le juro que no fue mi intención importunarla.

     —No me incomoda de ninguna manera, lord Dan. ¿Ha disfrutado del almuerzo?

     —Lo cierto es que la estaba buscando para invitarla a cabalgar. Es importante que conozca el hermoso lugar que dentro de unos días será su hogar.

     —Le agradezco su amabilidad. Y acepto si no tiene ningún problema en que Mary nos acompañe. Como se habrá dado cuenta. No viajamos con doncella alguna. La aya de mi prima era muy grande para emprender el largo recorrido.

     —Mi plan era no molestar a lady Mary. Creo que no soy muy de su agrado.

     —Lo siento. Ella se encuentra a mi cargo. Tiene las cualidades para convertirse en una dama. Es solo que lo ha olvidado todo al crecer sin una figura materna que reprendiera los malos comportamientos. Por otra parte, usted sabe muy bien que no es correcto que una señorita casadera salga sola con ningún hombre.

     Aidán inclinó la cabeza en afirmación a su puntual comentario. La tomó del codo para ayudarla a caminar de regreso; en busca de la hechicera que de no tener cuidado terminaría con su salud mental.

     Cuando la joven vio que su prima retornaba de su caminata tomada del brazo de Dan. Sintió que en ese momento la embargaban unas ganas inmensas de devolver las gachas de avena que le habían servido para desayunar. Creía que realmente se encontraba enferma, porque un dolor sofocante le atravesó del pecho hacia el abdomen. Supo que no era la comida la que le hizo mal; debido a que cuando los tenía frente a ella y le hablaban sin sentido de una cabalgata. Pudo percatarse que los colores le subían al rostro y que se podía reflejar la rabia que en esos momentos la carcomía. Caminó hasta uno de los caballos montando a horcajadas. Estaba tan molesta porque el barbaján de Dan le había dicho que se mantuviera alejada y ahora la buscaba para que le sirviera de carabina con su prima. Era un fresco sin remedio. Un inglés de poca monta.

COMPROMISO TORMENTOSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora