Bethany se levantó de mal humor tal y como lo venía haciendo desde hacía casi un mes. En el momento que anochecía, cumplía con las cosas que se le ocurrieran a su esposo. Lo peor de todo era que le producían placer, más nunca llegaban a la cúspide. Cuando estaban a punto de estallar, él paraba las caricias, la abrasaba y la hacía dormir. Se encontraba frustrada por la tesonería de Aidán, que no se dignaba a consumar el acto, exigiéndole que le pidiera la consumación con palabras.
Bethany se negaba a caer en la trampa, aun cuando sufriera las consecuencias durante el transcurso del día. Su rutina no se pudo cumplir esa mañana. El laird se desapareció del lecho desde temprano para verificar el poblado. A Mary y Rowan no los encontró por ningún sitio. Al parecer, decidieron dar el recorrido matutino solos. Darren reparaba una puerta de la armería, por lo que no podía escoltarla. Se dirigió al establo con su amigo Ginebro. Ya sabía que no la podría acompañar, ya que el señor del castillo le había prohibido eximirlo de sus actividades diarias.
Bethany necesitaba desfogarse. La frustración la hacía ser como un volcán a punto de la erupción. Casi se frena al ingresar al lugar. Estaba un nido de víboras ponzoñosas hablando con Ginebro y el mozo de los mandados. No logró retirarse a tiempo, Tarisha fue la primera que la saludó.
—Buen día, lady Bethany. Que agradable verla por aquí. ¿Va a cabalgar como siempre?
—Que tal señora Tarisha. Y excelente día para todas. Sí, quiero galopar un rato, más no veo por aquí a Parco el caballo de mi esposo. Hoy esperaba desfogarlo.
Lo cierto es que casi no tomaba al semental de Dan, pero quería recalcar su posesión sobre Aidán. Aún le molestaba que Freya siguiera en el castillo. Era indignante. Escuchó las risitas de Glenda y Malen.
—Pues esta Murtair. Tengo entendido que es el semental más rápido que posee milord. Solo que es para jinetes experimentados. De hecho, no hemos visto montarlo a nadie que no sea el laird. ¿Verdad?
—Así es. Yo una vez lo quise cabalgar y Aidán no me lo consintió.
—Quizás no te lo permitió a ti, porque no eras su esposa. Ya sabes lo que dicen, las amantes no tienen tantas ventajas. Y siendo sincera no montas tan bien.
Glenda lanzó el comentario incomodando a la que supuestamente era su amiga. Bethany pidió a Dios que la librara de una amistad así. Lo que le molestó en realidad era la forma en que Freya había hablado de su esposo. Y que le recalcaran que era su amante.
—Ginebro tráeme a Murtair que lo quiero conocer.
—¡Señora, no creo que sea buena idea que monte a ese animal! ¡Yo pienso que es un Kelpie domesticado! Al laird le encanta domar bestias salvajes.
—Malen ya te había dicho que esas cosas eran fantasías. Historias para espantar y someter a las mujeres y niños. Ginebro ensilla y trae al semental.
—Pero milady, no tengo permitido dejar montar a nadie a Murtair.
—Acaso me ves como una mendiga. Soy ama de este castillo. Aun cuando no hago las faenas de las mozas. Así que te pido de la manera más educada que me traigas al animal para poder salir al galope.
—Yo creo...
—¡Ahora!
Ginebro quería mucho a Bethany, pero en eso no se encontraba de acuerdo. Más tenía que obedecer. Aun cuando su sentido común le decía que era erróneo.
En cuanto le llevó al gran espécimen. Bethany se quedó prendada de él. Estaba tan enorme que Ginebro le tuvo que ayudar a montar. Era todo negro. En cuanto lo vio, pensó en Dan, ya que amo y bestia eran hermosos eh inalcanzables. Si ellos no te querían a su lado. No gozabas de su compañía.
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COMPROMISO TORMENTOSO
Historical FictionAidán, laird de un castillo, descubre que su padre acordó con el rey que desposará una dama británica, a sabiendas de que él desprecia ese tipo de mujer. Que tan dispuesto estas a someter tu felicidad, con tal de mantener tu honor y propiedades a sa...