20.- Del pánico al amor

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Ya tenían más de una semana de haber vuelto a Eilean Donan. Aidán se arrepentía profundamente de lo dicho a Bethany con respecto a que nunca se volvería a enamorar. Después de esa declaración se portaba un tanto distante su mujer. La empezó a retar de nuevo. La guerrera descubrió que era buena lanzando la daga. Lo cierto es que él la dejó ganar, esperando que se resolviera todo si ella le exigía como premio que él la amara. Él no podría oponerse.

     Solo que no funcionó así. Lo primero que demandó, fue lo que él pidiera de recompensa la segunda vez que la desafío. Que no se negara a cumplir un reto cuando ella se lo demandara. Así es que todos esos días había competido con las dagas. La guerrera al ganar estuvo pidiendo cosas, con las que él no estaba muy de acuerdo. Lo que más le molestó, fue que tuvo que permitirle montar a Murtair. A pesar de que le mostrara que ya eran amigos. El mejor de todos los premios que reclamó, ocurrió la víspera pasada. Solicitó que la abrazara después de hacerle el amor y que le dijera palabras tiernas durante el resto de la noche. Le costó un poco de trabajo, ya que nunca lo hizo, ni con Nala en su juventud. En la penumbra sintió como se volvía a crear el lazo invisible que él rompió en Inglaterra.

     Bethany sabía que ella propició que surgieran las palabras dulces que su esposo le dijera la noche anterior. Quería pensar que no se engañaba así misma. Al creer en lo que le transmitió con sus caricias y palabras, la alentó a tener esperanzas. Estaba de tan buen humor que decidió ponerse uno de los vestidos que traían el breacan del clan Mackenzie.

     Aidán se hallaba en su despacho cuando vio por la ventana que su esposa iba hacia las caballerizas. Lucía hermosa portando sus colores. Se emocionó tanto, que decidió salir a besarla y acompañarla en su paseo matutino.

     Bethany ya estaba montada en Murtair cuando Aidán llegó hasta su lado.

     —Te ves hermosa. Mis colores acentúan tu belleza.

     —Gracias mi laird. ¿Cómo podría pagarle su cumplido?

     —Un beso de tus labios.

     Bethany se inclinó hacia un lado para besar a su esposo. Mientras se encontraba montada en el caballo.

     El besuqueo fue profundo y prolongado. Ya estaba por bajarla, para mejor llevarla a ejercitarse en la cama, cuando el caballo se encabritó y salió disparado. Aidán molesto, le gritó al animal.

     —¡Murtair detente!

     Al escuchar la orden, Félix emergió curioso de la cocina, interponiéndose en el camino del caballo. El cual se volvió a encabritar. A Bethany se le movió la montura y terminó cayendo de espaldas al suelo golpeándose la cabeza. Murtair quiso comenzar la huida, pero Darren le salió al paso y lo detuvo.

     Aidán se llevó a su mujer inconsciente a su habitación. Tardó en volver en sí Bethany. Su esposo se hallaba hincado en el piso junto a la cama con su mano alrededor de las de él. Mientras repetía una y otra vez, entre lágrimas.

    —¡Por favor no puedes fallecer! ¡Te amo guerrera! ¡No te atrevas a dejarme! ¡No te permito abandonarme!

     —¿De verdad me amas? O solo lo dices para que no me muera.

     En cuanto la vio hablando, se abalanzó sobre ella y comenzó a besarla.

     —Perdón. ¿Te lastimé con mi impulsividad? ¿Qué te duele?

     —Me encuentro magullada por todo el cuerpo. En especial mi cabeza. Pero me siento muy dichosa de que me ames, como yo te amo.

     —No vas a volver a montar a ese maldito animal.

     —Él no tuvo la culpa.

     —Claro que sí. Es un asesino, pero ya no va a hacer daño. Fue y tomó su espada. Salió decidido de la recámara y sin escuchar los gritos de su esposa.

      Bethany con trabajos lo siguió de cerca. Llegó justo a tiempo de que Aidán sacrificara a Murtair en el establo.

     —¡No!

     —¿Qué haces aquí? Vuelve a la habitación.

     —No me voy a mover sin ti. No puedes matarlo. Recuerda lo que me dijiste de Félix. Ellos son animales que actúan por instinto. ¡Te juro que nunca más lo voy a volver a montar! Por favor no lo mates.

     Aidán recapacitó pensando que su esposa tenía la razón. Ella le había devuelto sus palabras.

     —Es cierto laird. Mire la silla de montar. Se encuentra cortada. Eso lo hizo alguien para que milady se accidentara.

     —Ya ni siquiera está Tarisha en el castillo.

     —En realidad no sabemos dónde se encuentren esas dos brujas. Las buscamos por todos lados, pero no las encontramos. Ahora tendremos que estar alerta, por si quieren volver atentar contra tu vida.

     Aidán la tomó entre sus brazos llevándola a su alcoba. No salieron hasta el día siguiente, después de hacer el amor.

COMPROMISO TORMENTOSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora