Aidán se había demorado más tiempo del que tenía previsto atendiendo el negocio de la destiladora y distribución del whisky. Los pedidos que enviaba por barco, se retrasaron por problemas de producción. En ese momento todo se encontraba en orden, por lo que aprovechó la paz regresando a su hogar. Espoleó más de la cuenta a Murtair. Pensó que no era justo. El pobre animal se utilizó como semental en Carbost, en beneficio de uno de sus principales clientes. Y ahora le pagaba agotándolo hasta el cansancio, intentando llegar a su castillo lo antes posible. Había emprendido el regreso en la madrugada. Félix, su amigo, el lince, también se veía cansado. Esperaba que su guerrera no hubiera acabado con Eilean Donan. O hechizado con sus encantos a más de algún caballero. Después de dos meses de ausencia, no sabía con lo que se iba a encontrar.
En cuanto entró en los patios del castillo, escuchó el chocar de las espadas. Félix, cansado del viaje, se metió por las cocinas a descansar y ser mimado por la servidumbre. Era un poco tarde para que sus hombres se estuvieran ejercitando en ese momento. El sol ya pegaba en la cara y eso hacía que el combate fuera más arduo. Curioso por contemplar la contienda, se acercó al patio de armas.
No podía creer lo que estaban viendo sus ojos. Casi moría del susto. Desenfundó su espada y se puso entre Rowan que se encontraba atacando a su mujer que estaba sentada en el piso, esquivando el ataque.
Aidán dejó de pensar y el coraje lo envolvió. Acabaría con la vida de Rowan por haber intentado lastimar a su guerrera, mientras se encontraba indefensa en el suelo. Arremetió colérico contra su hombre con su espada, con un ataque a muerte.
—¡Oye amigo! ¡Que es un adiestramiento con tu mujer! ¡No una pelea a muerte!
—¡Práctica! ¡A eso le llamas tener a mi esposa tendida en el piso tratando de esquivar tus golpes!
—No es mi culpa. Ella pidió que no parara.
Bethany por más que quería correr hacia Dan. No lo hacía. Red y su padre le habían explicado reiteradas veces que era muy peligroso interrumpir mientras se desarrollaba una trifulca o práctica, donde se utilizaran espadas. Como nunca le prohibieron gritar. Entonces se puso hacerlo.
—¡Estábamos practicando mi laird! ¡Recuerda que soy diestra con la espada! ¡Me pareció interesante que no se parara la pelea, por si alguna vez me llego a enfrentar a un verdadero peligro!
Aidán escuchó lo que decía su guerrera. Vio que Rowan a pesar de que combatía sus golpes, ya se estaba cansando. Detiene su ataque y despide a su amigo con la mano. Espera a que lo dejé asolas con su mujercita. Expulsa a los demás espectadores y se dirige a ella.
—Te prohíbo determinantemente volver a ejercitarte con Rowan o cualquiera de mis hombres.
—Pues no estoy de acuerdo. Me niego a acatar tus órdenes. Sé que al casarte con una británica. Tú pretendías que aceptara todos tus caprichos con solo tronar los dedos. Lamentablemente, te topas con pared. Te he permitido despojarme de mi derecho como señora a manejar y administrar el castillo. Lo hice porque realmente no es una labor que me apetezca ejercer.
»Soy una mujer de acción. Que necesita realizar actividades interesantes. Y contar con continuo adiestramiento en las armas. Para que yo deje de hacer lo que me gusta tendrás que matarme. Y créeme que prefiero la muerte a una vida vacía y llena de desdicha a tu lado. Así que no pretenderás mantenerme encerrada en mi cuarto zurciendo el dobladillo de tus faldas.
—No son faldas. Es un plaid. Y ya he dicho que no volverás a ejercitarte con ninguno de mis hombres.
—Pues entonces practica conmigo. O. ¿Qué, tienes miedo de que te venza? Te advierto que en este tiempo he vencido a Rowan más de una vez. ¿Te animas Dan? O, ¿eres una gallina escocesa?
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COMPROMISO TORMENTOSO
Ficção HistóricaAidán, laird de un castillo, descubre que su padre acordó con el rey que desposará una dama británica, a sabiendas de que él desprecia ese tipo de mujer. Que tan dispuesto estas a someter tu felicidad, con tal de mantener tu honor y propiedades a sa...