Aidán se apartó de Mary. Se quitó el chaleco negro de cuero y la camisa blanca. A pesar del evento traumático que vivió la joven. No pudo evitar recorrer cada centímetro del abdomen marcado por los músculos y el ejercicio arduo de un hombre acostumbrado al trabajo. Contaba con una ancha espalda, pelo en pecho y brazos fuertes. Él no pudo evitar darse cuenta de la mirada devoradora que tenía la guerrera al verlo descubierto. Le agradó que ella sintiera lo mismo que él al contemplar su cuerpo bien proporcionado. Antes de que la dama, estuviera más perjudicada. La hizo vestirse con su camisa, que le quedó un tanto grande, ya que aun cuando era una mujer alta. No lo parecía a su lado y su fisonomía era delicada. La abrigó con el chaleco. De la talega del caballo saco su capa negra y se la colocó también.
—¿Pero y usted con qué se cubrirá?
—No traigo más ropa de la que puedes ver. Me gusta excursionar ligero.
—¿Qué haremos ahora?
—Dado que no sé si el proscrito aún ronde por esta zona. Tendremos que alejarnos de aquí.
—Pero...
—Shhh... No se hable más. Si quiere que la ayude. Hará lo que le diga sin rechistar. —Se acercó a ella con las riendas de su caballo en mano. —Ahora suba en Parco.
La muchacha se encaramó al semental rojizo. Aidán terminó de apagar la fogata. Tomó el caballo del secuestrador y montó. Se alejaron con rapidez del lugar. Después de casi tres horas de cabalgata. Se detuvieron lejos del camino en una pendiente rodeada de árboles y arbustos.
—¿Busco madera para la fogata? —preguntó serena la muchacha al desmontar de un salto.
—Mi señora. Me temo que esta noche pasaremos frío. No sabemos si nos estén buscando. Por lo tanto, me encargaré de amarrar a los caballos. Nos echaremos en el piso a dormir.
Cuando regresó al lugar. Vio que la joven ya se había tendido en el pasto. Temblaba por la baja temperatura del ambiente. Se recostó junto a ella.
—Mary, te voy a tomar entre mis brazos. Te prometo que no hay ninguna intención oculta. En esta ocasión nuestros cuerpos necesitan el calor. Debido a la escasa ropa que portamos. Es importante que nos mantengamos calientes.
—De acuerdo —contesto abochornada y se giró hacia él. Puso su cabeza en su pecho, que era muy cálido. El ritmo de los latidos de su corazón la hicieron serenarse aún más. Se sintió protegida y se quedó sumida en un sueño al instante.
Aidán no se quería mover, no deseaba incomodar a la guerrera. Era la primera vez que compartía el lecho solo con la finalidad de dormir con una mujer y abrasados. Le agradaba de verdad. Aun cuando no hubiera tenido intimidad con la joven. Y no estuviera entre sus planes gozar de sus favores. Le hacía sentir que una emoción vibraba dentro de él. Se despertaba el instinto protector y de posesión con ella. En absoluto le había pasado eso con nadie. Ni con su amante Freya que vivía en el castillo con él.
Los dos se empezaron a desperezar a medio día. Ella estaba boca abajo. Prácticamente montada sobre de él, como si fuera un lecho. Su pecho era su almohada, y la cabellera de color caoba con destellos rubios caían en la cara de Aidán.
Cuando fue consciente de que una parte de su cama era muy dura y se empujaba sobre su abdomen. La tocó amodorrada para quitarla, pero al darse cuenta de lo que hacía. La mujer se levantó de un brinco roja como la grana. Y muy avergonzada de sentir la enorme masculinidad del caballero, que la rescató el día anterior de un final horrible.
—¡Lo siento, lord Dan!
Él abrió los ojos en cuánto le habló. Estuvo soñando con esa hechicera hasta que lo despertó con sus disculpas. Vio el estado en el que se encontraba su miembro. Se percató que el toque del sueño había sido real. No con la intención que él soñó.
—No se preocupe milady. Es muy normal que un caballero sano despierte de esa forma. Discúlpeme si la ofendí.
De la vergüenza pasó a la decepción. Parecía que lord Dan había erguido una pared entre ellos y ya no le gustaba. Tal vez lo que sucedió con el sucio secuestrador lo hacía que se sintiera desanimado a la hora de buscar sus favores. Quizás era mejor no volver a tentar el destino tratando de tomar la ventaja en sus manos. De ahora en adelante controlaría su temperamento y aceptaría lo que se había deparado para ella.
Continuaron cabalgando y llegaron a las cercanías del castillo por la tarde. Tuvieron que esperar escondidos hasta que se hubiera oscurecido. Habían visto patrullas de hombres que al parecer buscaban a una persona.
Ya entrada la noche. Dan la llevó a unas cuevas y la hizo entrar en un tipo de corredor muy pequeño. Caminaron bastantes metros. Hasta que toparon con un muro, lo vio mover una roca que accionó un mecanismo. Salió mucho polvo. Se abrió una puerta de piedra y madera. Empujó fuerte el caballero y la movió solo lo suficiente para que pudieran ingresar de lado. Primero se deslizó ella y luego él. Se dio cuenta de que al parecer estaban en una biblioteca. Se encontraba llena de estantes de madera del piso al techo, repleta de libros. Dan volvió a acomodar el mueble con trabajo y mucho cuidado de no hacer ruido. Le preguntó sobre sus habitaciones. La hizo caminar en silencio en la penumbra. Subieron escaleras, hasta que cruzaron un pasillo que los llevó a la puerta de la estancia en la que se quedaba. Cuando estaban a punto de abrirla. Esta lo hizo sola como por arte de magia. En cuanto dio un paso adelante. Su prima la abrazó emocionada.
Aidán se pegó al muro y se deslizó con sigilo, para que su futura no lo viera. Había acordado con la guerrera que no podría decir nada con respecto a él. Entre las sombras corrió hasta la otra ala del castillo, donde se ubicaban sus habitaciones. En el camino se encontró a un criado. Pidió un baño y comida. Después del ajetreo se quedó dormido en cuanto posó su cabeza en la almohada.
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COMPROMISO TORMENTOSO
Ficción históricaAidán, laird de un castillo, descubre que su padre acordó con el rey que desposará una dama británica, a sabiendas de que él desprecia ese tipo de mujer. Que tan dispuesto estas a someter tu felicidad, con tal de mantener tu honor y propiedades a sa...