Era de madrugada cuando una de las jóvenes salió del campamento y se internó en lo profundo del bosque. La luna y los animales de la noche eran los únicos que la acompañaban. Llegó hasta la orilla del lago y se deshizo de todas sus prendas. Se metió en la fría agua. Después de salir a respirar. Escuchó movimientos en los arbustos y se puso al alba para que no la tomara de sorpresa ningún bandido.
De la vereda que conducía al campamento se escucharon pasos sigilosos. Se vio una sombra correr entre los árboles.
La muchacha se acercó a la orilla donde había colocado sus prendas. Desenfundó el puñal antes de ponerse la capa con la que había salido.
—¿Qué diablos hace a estas horas en el lago sin prenda alguna? No cabe duda que es una descarada lady Mary. ¿Es que espera a un amante?
La mujer quedó sin habla. No podía darle justificación a lo que estaba haciendo. Contempló sus acciones desde el punto de vista de lord Dan. Se dio cuenta de que en esos momentos confirmaba las sospechas del hombre al pensar en ella como una fresca. Ante eso se resolvió a dar un golpe bajo al destino. Siendo mujer no le quedaban muchas opciones a la hora de realizar sus propias elecciones. En esta ocasión no iba a ceder ante la vida que se le había impuesto. Por primera vez haría algo que ella estaba deseosa de hacer.
—Sí. Lo esperaba a usted lord Dan.
El joven pudo apreciar que el glorioso cuerpo de la guerrera. Brillaba por los rayos de la luna al momento de que se despojaba de su capa. Caminaba hacia donde él se encontraba. A media vereda guardó el puñal en su funda. Siguió dirigiéndose con paso firme hasta quedar frente a su rostro. El cual brillaba con escepticismo y lujuria. Le pareció segura en sus movimientos. Casi experimentada, pero al tomarla entre sus brazos se percató que comenzaba a temblar. No era frío, ya que el ambiente estaba cálido. Para su gusto, más caldeado de lo que se sentía frente a la fogata del campamento. Él no se iba a negar el triunfo de sumergirse en los placeres que estaba dispuesta a proporcionarle esa hechicera. Extendió la capa de la guerrera en el pasto y con besos que robaban el aliento terminaron recostados.
Exploraba sus turgentes y suaves pechos mientras ella se retorcía. Lo abrazaba fuertemente por el cuello como si tratara de evitar que la abandonara. Entretanto bajaba su mano a explorar su feminidad. Ella dio un pequeño brinco. Cerro sus piernas, al sentir como rozaba sus rizos con sus dedos.
Apartándose del beso. Negó con la cabeza.
—¿Entonces me marcho?
—¡No, por favor!
Ya más dispuesta. La joven cedió a las lentas caricias prodigadas por su experta mano. Comenzó a mecerse al compás de sus movimientos.
Aidán se consumía por el deseo. No lograba pensar más que en los besos que le prodigaba y en la suavidad de su sexo. Temeroso de constatar lo que de ser cierto lo separaría, de compartir un momento tan sublime con la muchacha. Inició la inspección que desde joven practicaba antes de mantener relaciones carnales con cualquier mujer. Se colocó en una posición cómoda eh introdujo suavemente dos dedos en su estrecha cavidad. Cuando sintió la barrera que se interponía entre lo que él más quería. Se retiró de ella abruptamente, dejando un vacío y frío que le calaba hasta los huesos a la dama.
—¿Qué sucede? ¿Por qué te apartas de mi lado? —Se sintió expuesta, rechazada y más desnuda que nunca; tanto física como espiritualmente ante él.
—No tengo revolcones de una noche con señoritas que aún son puras. Ese error no lo volveré a cometer jamás. Vístete para llevarte hasta tu tienda. —A través de la luna pudo ver a Mary llorar silenciosamente.
Se levantó envolviéndose con la capa. Sin mediar palabra tomó el puñal y corrió entre los árboles sin buscar sus ropas. Aidán por primera vez en mucho tiempo se sintió culpable por su comportamiento. Realmente su atracción por la guerrera iba más allá de lo carnal. Le importaba lo que sentía la muchachita. Al verla entrar en la tienda, regresó hasta el lago para recuperar las prendas olvidadas. No pondría en entre dicho el buen nombre de la joven.
Aún molesto dio un puñetazo a un roble que sin quererlo se defendió abriendo la piel del agresor, con su corteza. Pensó en que tenía que empezar a controlarse, ya que no podía permitir que Mary se le metiera bajo la piel. Era la prima de su futura esposa.
La procedencia de las dos primitas era un indicador de advertencia para su persona. Pertenecían al tipo de mujeres más peligrosas que existían. Nobles británicas acostumbradas a mentir y manipular. Impulsadas por el poder, dinero, estatus o el simple hecho de alimentar su vanidad. Claro que, con contadas y aisladas excepciones, habría una que otra fémina británica que no encajara en ese molde. En esa singularidad tan exclusiva solo conocía a su abuela. Al parecer el listado iniciaba y terminaba con ese nombre.
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COMPROMISO TORMENTOSO
Historische RomaneAidán, laird de un castillo, descubre que su padre acordó con el rey que desposará una dama británica, a sabiendas de que él desprecia ese tipo de mujer. Que tan dispuesto estas a someter tu felicidad, con tal de mantener tu honor y propiedades a sa...