16.- Entre dagas, espadas y flechas

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Bethany había regresado de su paseo con su prima y Rowan. Se encontraba muy complacida, día con día germinaba una relación entre los dos y ya no se podía mantener escondido de nadie lo que estaba surgiendo. Al menos eso pensaba. En cuanto entró al gran salón, una mujer se presentó ante su persona abordándola con preguntas y una cinta para tomarle medidas.

     —¿De qué se trata todo esto?

     —El laird me ha pedido que le confeccione ropa al estilo escocés. Ya sabe con el breacan, portando sus colores.

     Beth sintió inconformidad. No quería vestirse con ropa escocesa. A pesar de que ya toleraba a su esposo un poco más. «Lo toleras o estás loquita por él» Negó con la cabeza. Su cuerpo y ahora su inconsciente la traicionaban, en sus afectos hacia Aidán.

     —¿Qué no le parece milady?

     —No sé de qué me habla.

     —Acaba de negar con su cabeza.

     —Lo siento, es una maña que tengo cuando estoy nerviosa.

     «Quizás a pesar de todo lo que pienso Aidán no sea un cerdo. Aun así, es un escocés. No, no y no. De acuerdo no es un puerco, sin embargo, pertenece a su familia. Es un jabalí de las tierras altas». Se carcajeó por las tonterías que pensaba.

     —¿De verdad se encuentra bien?

     —Claro. Nada de qué preocuparse.

     La costurera se despidió en cuanto pudo, debido a que le parecía muy rara la mujer del laird. Se imaginó que las británicas eran así.

     A los meses llegaron los vestidos nuevos, pero no pensaba utilizarlos, a pesar de ser hermosos. Bethany ya no peleaba con Aidán. Entrenaba con la espada siempre que él se encontrara en el castillo. Dormían en la misma cama, pero cada quien en su orilla. Solo se dirigían la palabra para lo necesario. Lo único que compartían eran miradas furtivas que se dedicaban cada vez que el otro estuviera distraído. Todos en el castillo se percataban de eso, cosa que le lastimaba de sobremanera a Freya. Él salía a atender a las personas de la aldea y sus alrededores, como; arrendatarios, labriegos, pescadores y los encargados de su ganado. Entendía mejor que nadie las labores de un laird. Su padre era duque y era muy similares a sus ocupaciones.

     Semanas después Aidán la citó en su despacho. Acudió curiosa. Siempre que la veía en ese lugar era para reclamarle o llamarle la atención por algo. «Y ahora ¿qué hice, mi querido esposo?». Tocó antes de abrir la puerta.

     —Pasa Mary.

     No sabía por qué, le molestaba de sobremanera que la siguiera llamando de vez en cuando de esa forma. En realidad, era muy bonito el apelativo; no obstante, ya empezaba aborrecerlo en sus labios. Ya se hablaban de tú, pero aun así no entendía que su nombre era Bethany.

     —Tú dirás Dan. ¿Qué es lo que hice esta vez?

     —Sé que te llegó la nueva ropa hace semanas y aún no te veo que portes mis colores.

     —No pensé que fuera importante para ti. «Odio a los escoceses y aún más su ropa»

     —Eres mi esposa.

     —¿En serio?

     —Sí, frente a la sociedad. Y ante Dios.

     —Bueno. Lo consideraré. Si me disculpas quede con Darren que le patearía el trasero lanzando flechas.

     —¡Bethany te expresas con el lenguaje de un buhonero! ¿Te parece correcto en una dama?

     —Tal vez no, pero soy esposa de un escocés, ante Dios y la sociedad.

COMPROMISO TORMENTOSODonde viven las historias. Descúbrelo ahora