Capítulo 11

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Cacería.

Una brisa recorrió sus rubios cabellos despeinados, cerró la ventana esperando con paciencia a que el demonio que yacía tirado en medio de la mesa se despertara. Tomó un poco de aire y se dirigió a la cocina con calma, no tenía prisas, abrió el refrigerar buscando alguna cura para su terrible resaca.

Tomando un poco de pastillas se sentó en la barra de su cocina con los pies quedando en el aire, prendió su celular con algo de pereza, rodó sus ojos con hartazgo al ver que tenía más de veinte llamadas perdidas de Lilith.

Un fuerte dolor inundó nuevamente su corazón, ¡Basta ya! Siempre eran las mismas desgracias para él, ¿algún día podría amar sin ser traicionado?
Oh, pobre chico que cae en desdicha cada que su vida va bien, en fin. El joven suspiró con agotamiento y apagó la pantalla de su celular; lo último que buscaba ahora eran más problemas.

Lo peor es que el cielo estaba demandando una junta con él y como el joven no podía subir tenía que esperar a que los ángeles bajaran a hablar con él cara a cara.

Se sobó la cien con estrés, habían demasiadas cosas en su cabeza, se sentía agotado, de todo, de su vida, de sus problemas, de siempre tener que levantarse sabiendo que algo malo iba a pasar, ¿de verdad había un motivo para vivir? En eso recordó a su hija, su niña, la primera persona que lo hizo conocer el verdadero amor, un amor paternal que traspasaba cualquier mal.

Su linda niña, la causante de sus sonrisas y ganas de vivir, ¡es cierto! Por un momento lo había olvidado, la causante de que el siguiera vivo era un niña, su preciosa hijita la cual el tuvo que criar cuando lilth se divorcio de él, si, de vez en cuando la veía, pero él se encargaba de cuidarla. El la vió crecer, le cambió los pañales, estuvo con su hija en cada una de sus etapas.

De pronto las lágrimas caían por sus mejillas, ¿qué cosas estaba pensando? Si tenía razón para vivir, su hermosa hija era su razón de vida.

Se bajó de la barra dirigiéndose hacia el lugar donde un demonio se sentaban retorciéndose por todo el dolor de la noche anterior.

-Déjame adivinar, ¿tú también te tiraste del tercer piso, verdad?- preguntó con un deje de burla al verlo sufrir tanto, le divertía verlo así. El le llamaba, karma.

El ciervo asintió tocando su cabeza en señal de dolor, el rubio le tiró unas pastillas y le entregó un vaso de agua.

Con el ceño fruncido por el dolor tomó las pastillas azotando el vaso contra la pared con fuerza, a lo cual el rubio ni se inmutó.

★|°Rock rose°|★ [Radioapple]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora