Capítulo 18.

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Tu última sonrisa.

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"Mi mundo...eras todo mi mundo mi amada Charlotte.

Me siento vacío, dolido y culpable. Quisiera haber hecho lo posible por salvar tu vida, debí haberme movido, debí haber actuado en esos momentos; no debí haberme quedado viendo como un completo idiota.

Extraño tu sonrisa, extraño oír tus risas por todo el palacio, cmo cuando eras pequeña, extraño tus abrazos. Debí haberte abrazado esa última vez aunque me lo hayas negado, debí haberme quedado a tu lado.

Hoy al anochecer será tu entierro, Alastor se quedó conmigo en el transcurso de la tarde. Es detestable, aunque, no tengo otra compañía. Tengo deseos de ir contra el cielo por el incumplimiento de nuestro acuerdo, quiero quemar todo, destrozar al maldito cielo y llorar en los brazos de mi padre, abrazarlo y pedirle un poco de consuelo, amor paternal quizás.
Estoy divagando demasiado, en unas horas todos nos despediremos de ti, te puedo  decir, con todo el dolor de mi corazón y mi más profundo, sincero y doloroso amor; que nada igual sin tus risas, sin tus abrazos, sin tus ideas alocadas.

He llorado más de lo que puedo desear, no me quedan más palabras por decir, me siento tan sumido en el dolor que es indescriptible.

Alastor prometió quedarse conmigo en la noche, no confío en que duerma conmigo pero, debes entenderme, no me queda más. Ningún tipo de consuelo.

Me siento tan solo, a pesar de tenerlo todo me siento vacío.

Siempre te amaré, mon étoile du matin.

Atte
Luzbel."

Se levantó de aquel escritorio, con pesar en su mirar.

Ya casi era hora del entierro, y no podía sentirse peor, sabía que la ver a su hija en aquel ataúd solo le haría más difícil el dejarla ir.
Con una desánimo notable comenzó a cambiarse, se colocó un traje completamente negro con algunos bordados que solo eran visibles cuando la luz se reflejaba sobre estos, encima colocó un chaleco de igual color, en la parte trasera de este habían dos hermosos cisnes dorados, bordados con hilos delgados y brillantes.

Era un cisne bebé y su madre.

Al final de las mangas habían una gruesa línea dorada, haciendo una combinación de negro y un sutil toque dorado. Y en su cabeza posaba una pequeña coronita de flores, esta fue conseguida gracias a una pequeña Charlotte de seis años, la cual aprendió a crear coronas de flores para después con vigor y orgullo ir hacia su padre y regalarle aquel divino presente.

El soberano hechizó el artefacto tan delicado para evitar que aquellas extravagantes flores marchitasen.

Al terminar su conjunto de ropajes salió de aquella solitaria habitación, al alzar la mirada divisó y cierto demonio de hebras pelirrojas. Esperando fuera de las grandes barras de metal.

El soberano rió con burla y deshizo aquellas barreras.

"¿Me arrepentiré de esto? Definitivamente."

Salió de sus pensamientos y se acercó hacia el demonio, cruzaron sus brazos y salieron del palacio en un gran silencio sepulcral.

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