Capítulo 4

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A la mañana siguiente, luego de una rápida ida al baño y de Beham cubrir la escotilla con tierra, emprendemos de nuevo mi secuestro, en silencio pues no se digna a responder los comentarios que hago al azar para llenar el vacío. Nos detenemos a eso de media mañana, al llegar a un lago.

―Espera aquí. Buscaré algo para comer.

―¿Y me dejarás acá? ―pregunto con algo de inquietud. No quiero quedarme sola en medio del bosque.

―Sí.

―¿Cómo que sí? ¿Qué clase de secuestrador eres?

Aunque...

―Si es que te da miedo quedarte acá te diré que no hay animales peligrosos cerca. Si los hubiera no te dejaría sola.

Entorno los ojos.

―No me da miedo.

―Bueno ―Desaparece entre los árboles sin más.

Ay mamita.

Entrelazo mis dedos detrás de la espalda y me desplazo lentamente a lo largo de la orilla mientras paseo mi vista por todo el lago hasta llegarla a la orilla del otro lado, a unos treinta metros de distancia.

Digo... él no me ha hecho nada, pero eso no significa que confíe en él... nada me asegura que no quiera vender mis órganos, meterme en una red de trata o cualquier otra cosa de ese estilo macabro.

Probablemente del otro lado no haya nada más que más árboles...

Miro en la dirección que se fue Beham, indecisa.

Pero igual debería hacer el intento...

―Nadie lo manda a dejarme sola ―murmuro maliciosa.

Sin esperar más, me saco los zapatos, me deshago la coleta y me meto corriendo al agua. Un suspiro de satisfacción escapa de mis labios al el agua fría contactar con mi piel cuando me sumerjo por completo. Me alejo nadando lo más rápido que puedo, con algo de temor al dejar de sentir el suelo cerca de mis pies.

El lago no se ve muy profundo, espero que no haya ningún animal que me pueda comer de un solo bocado.

―¡¿A dónde crees que vas?! ―escucho que gritan desde la orilla.

Oh oh.

Me doy media vuelta para ver a Beham con los brazos en jarra, mirándome fijamente.

―¡Hasta nunca, tonto! ―le grito y continuo nadando.

Siempre quise decir eso.

Nado tan rápido como puedo, lo cual es más lento de lo que me gustaría admitir, hasta que mis brazos se acalambran y me veo obligada a detenerme a descansar. Miro de nuevo hacia atrás, pero no veo a Beham por ningún lado, me quedo inmóvil tratando de detallar dónde está.

Y lanzo un berrido cuando algo me agarra el pie.

―¡Un tiburón! ¡Una anaconda! ―chillo muerta de pánico y comienzo a patalear para quitarme esa cosa debajo del agua que me tiene atrapada.

Pero patalear no sirve de nada... ni fuera servido porque quien sale a la superficie, frente a mí, es Beham.

―¿En serio creías que llegarías al otro lado? ―pregunta con una ceja alzada.

―¡¿Quieres que me de un infarto?! ―le grito, aún asustada ―¡¿Cómo llegaste tan rápido si hace un minuto estabas por allá?!

Trato de alejarme pero su mano, agarrando esta vez mi brazo, me lo impide y no me queda de otra que dejarme arrastrar de regreso a la orilla.

Beham - [Secretos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora