Unos suaves toques en la puerta me obligan a abrir los ojos. Observo la estancia, oscura a pesar de que ya es de día, y me revuelvo sobre la cama, sintiéndome como un zombie. La puerta se abre y Beham entra, entonces todos los recuerdos del día anterior llegan a mi mente en avalancha.
―¿Cómo te sientes? ―Se acerca hasta que sus botas militares negras chocan contra la pata de la cama.
Mis ojos le dan un lento repaso sin poder evitarlo, carga un pantalón de camuflaje gris y una camiseta de color negro bastante ajustada que hace juego con su cabello y resalta su piel pálida; lo que, admito, lo hace ver demasiado bien.
―Anoche te traje comida pero ya te habías dormido. También quité tu venda, ya no la necesitas.
Hago a un lado la sábana y me siento.
―Quiero volver a casa ―murmuro.
―No puedes, ya ellos saben de ti y dónde vives.
―¿Por qué esa gente me está buscando después de tanto tiempo? ¿Cómo dieron conmigo? ¿Cómo me reconocieron si hace tantos años era solo una niña? ―¿Por qué algo en esa historia no me termina de cuadrar?
―Sus razones no las sé, pero no dejaré que te hagan nada.
La forma tan firme en que lo dice me provoca un estremecimiento que me obliga a apartar la mirada.
―Te llevaré a que comas, estos días tuviste una alimentación muy pobre y eso no es bueno para tu salud.
Tardo un momento en reaccionar pero luego me levanto y lo sigo fuera de la cabaña. Ya con la mente no tan cargada, entre comillas, de información puedo dedicarme a observar el lugar.
A mi alrededor hay varias cabañas del mismo tamaño y color; no muy grandes, pero tampoco pequeñas, hechas de una madera oscura. La fachada no tiene ventanas, lo que les da una apariencia algo sobria y, por lo que veo, solo tienen una única ventana en la parte trasera, que da vista a otra cabaña. Cuentan con un pequeño porche delimitado por un barandal del mismo material y color; el piso se encuentra bastante elevado, por lo que unas escaleras son la única vía para subir. Un ancho camino de grava las conecta entre sí, fuera de este, la hierba se mantiene baja. Entre una cabaña y otra hay altos pinos que las mantienen muy bien ocultas si se miran de lejos.
Me pregunto cómo reconoceré en cuál tengo que entrar si todas parecen un copia y pega
―Hacía allá ―Beham se detiene y casi choco con su espalda, por tercera vez. Apunta hacia un camino que se pierde entre los árboles ―están los baños y duchas ―Me lanza una mirada y agrega ―: no vayas sola porque hay un tramo donde es puro bosque.
Asiento, distraída, mirando el espeso bosque que parece comerse el camino luego de unos diez metros de distancia.
―En general no vayas nunca sola al bosque y nunca te salgas del camino, menos si es de noche. Si te llegas a perder, cosas que no harás porque no saldrás sola a ningún lado ―recalca ―, siempre mantente en el camino, mientras estés en él podrás llegar a algún lugar del pueblo.
A medida que vamos caminando un murmullo va acrecentando con rapidez, hasta que frente a mis ojos aparece una extensa porción de tierra desnuda. En el centro hay una gran cabaña con sus puertas abiertas de par en par. A unos cuantos metros de distancia de la cabaña se extienden por cada lado cuatro anchos caminos de grava, uno de los cuales es el que acabamos de dejar atrás. Todo está abarrotado de personas caminando de un lado a otro.
―Este es el centro del pueblo y aquel el comedor.
Dentro del comedor hay aún más gente, casi todas las mesas están ocupadas y hay una gran fila de otros que esperan servirse. Procuro quedarme cerca de Beham, aterrándome la idea de quedarme sola en medio de tantos desconocidos.
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Beham - [Secretos]
Teen FictionSu apariencia era intimidante y peligrosa, pero él no me haría daño, no a mí. ¿Quién hubiera pensado que de un momento a otro mentiras del pasado saldrían a la luz? Y menos aún, ¿quién habría imaginado que ese chico serio y misterioso sería una piez...