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Chaewon llegó a su casa un día y escucho las voces del comedor, frunciendo el ceño, extrañada fue hacia allá.

Encontró a su madre hablando lentamente mientras movía las manos, en gestos lentos.

La mujer desde hacía bastante tiempo que no enseñaba el lenguaje de señas a nadie, ya que no tenía a nadie interesado en aprender.

Pero le parecía más raro que la mujer no le hubiera dicho nada.

Su madre solía usarlo para establecer conversaciones de señas con sus alumnos, siendo Chaewon la mejor estudiante, solía corregirlos, era como la prueba de fin de cada semestre.

Se sorprendió al ver la cabellera pelirroja que conocía bien.

Huh Yunjin.

¿Por qué ella estaba aprendiendo señas?

A la chica no le había interesado aprender nada a lo largo de los dos años que llevaban siendo amigas. ¿Por qué lo haría ahora?

Los ojos de Yunjin notaron su presencia y se congeló a mitad de una seña.

— Chaewon.

— ¡Oh! – la señora Kim se sorprendió, mirando a su hija como si la hubiera atrapado haciendo algo ilegal, soltó una risa nerviosa –. Chae llegaste temprano. ¿Qué-? – se calló cuando escuchó los pasos de la castaña subiendo las escaleras.

Iba a decirle algo a Yunjin pero la chica actuó por su cuenta, esquivandola para seguir a Chaewon.

La mujer reprimió el instinto de ir ella también.

Si había un momento donde Yunjin debería mostrar todo lo que habían practicado, sería ese.

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