17. Cuando la ausencia termina.

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Isabela.

—¿Por qué no me responde? — rasqué mi barbilla mirando el mensaje que le envié a Elsa..

—¿Quizá por qué ya es muy tarde? Es de madrugada, Isabela —Mirabel se quejó tapando su rostro con la almohada—, ella, yo, tú y todo el mundo ya debe estar teniendo su merecido descanso.

—Eso sería lo más lógico, pero Anna acaba de mandarme mensaje, dice que Elsa está demasiado mal porque terminó con Tadashi —expliqué con cierta desesperación.

—Tal vez quiere tiempo para ella —volvió a quejarse.

—Puede ser —mencioné acercándome a su cama y sentarme a lado de ella. Sentí las patadas desesperadas de Mirabel para hacerme a un lado—. ¿Estará mal si vuelvo a marcarle?

—Isabela, por el amor de Dios, ya mandaste mensaje y llamaste y si no te contestó en ninguna es porque no quiere hablar contigo ahorita, entiéndelo —Mirabel se quitó la almohada de su cabeza y se sentó en el colchón—¿Qué esperabas? ¿Qué Elsa te respondiera como si nada después de tu actitud? —Mirabel golpeó mi cabeza con una almohada.

—¡Ya lo sé! —puse mis manos para evitar sus próximos ataques con la almohada.

—¡Tonta! —gritó dando otro golpe.

—¡Ya lo sé!

—¡Debería colgarte como adorno de navidad! —Mirabel volvió a golpear.

—¡Ya lo sé! —empujé la almohada.

—¿No sabes decir otra cosa más que "ya lo sé"? —Mirabel dejó de golpearme y suspiró frustrada.

—Estás diciendo las cosas que obviamente sé, por eso respondo así —tomé su almohada y la aventé al suelo—. No espero que Elsa me responda como antes, la lastimé y no espero que ella me perdone con mucha facilidad.

—¿Entonces por qué esperas que ella te responda ahora? ¿Por qué no mejor buscarla en persona si tanto quieres hablar con ella?

—No puedo verla en persona por varios puntos; número uno, es muy poco probable que desee verme en este momento, número dos, sigo con ustedes y si mamá o la abuela se enteran que voy a regresar al departamento o algo parecido ellas irán detrás de mí y menos podré verla y número tres, no sabré que decirle —expliqué terminando por desviar la mirada—. No fui capaz de expresarle todo lo que sentía cuando nos confesamos en el parque, sé que me quedaré callada al momento en que la vea.

—Ay Isabela —Mirabel se levantó por su almohada—. En verdad quisiera ayudarte, pero no encuentro forma.

—Hablé con tía Pepa, con papá, Dolores...

—Espera ¿Hablaste con papá? —Mirabel se detuvo con su almohada en manos— ¿Tú ya le dijiste?

—Por supuesto que no, lo disimulé preguntando sobre sus votos cuando se casó con mamá

—¿La maravillosa historia de cómo sus votos son los más largos? —Mirabel soltó una risa leve regresando a la cama—. Creí que te sabías esa famosa historia.

—Lo recordaría si fuera tan famosa, tal vez papá contó esa gran historia cuando yo no estaba —me crucé de brazos y suspiré—. No puedo creer cómo después de tantos años sigue enamorado de mamá.

—Eso mismo me pregunto, no es cómo que se demuestren el gran amor. Siempre he creído que papá ve en mamá una mujer diferente a lo que todos nosotros conocemos, te hace pensar que en verdad juzgamos por la portada —miré a Mirabel confundida—. No estoy tratando de justificar a mamá, solo digo que lo que nosotros miramos no es lo mismo que papá mira todos los días.

Angel |Elsabela|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora