Capítulo 23

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El sonido del bullicioso bar nos envolvió en cuanto cruzamos la puerta. Era uno de esos lugares donde la música vibraba en las paredes y las risas se mezclaban con el tintineo de los vasos. Con Ana, Gabi, Carlos y Tomás, nos adentramos en la multitud con una sonrisa en los labios, (excepto yo, que no me veía tan emocionada como los demás, ya que no es algo que me llame mucho la atención).

— ¡Vaya sitio! —exclamo alzando la voz para hacerme oír por encima del estruendo—. ¡Parece que aquí la diversión está garantizada!

—Sí, y el volumen también —bromeó Tomás, señalando los altavoces que parecían desafiar las leyes del sonido.

— ¡Pero ¿qué le vamos hacer?! —respondió Gabi con una risa—. ¡A bailar se ha dicho!

Nos abrimos paso entre la multitud hacia una mesa en un rincón relativamente tranquilo (al menos en comparación con el resto del local). Mientras nos acomodábamos, un camarero se acercó con una sonrisa.

— ¿Qué van a querer tomar, chicos? —preguntó con entusiasmo.

— ¿Qué nos recomienda para empezar la noche con buen pie? —inquirió Gabi con coquetería. A lo que Carlos le da un codazo para recordarle que él estaba ahí.

Me rio a lo bajo al ver la escena.

— ¡Bueno, tenemos una amplia variedad de cócteles explosivos! —respondió el camarero con una chispa traviesa en los ojos—. Pero si prefieren algo más clásico, nuestras cervezas artesanales son muy populares.

—A mí me puede traer una botella con agua, por favor —digo. A lo que Gabi suelta una carcajada.

—Mira, lo que pasa es que aquí a la señorita no le gusta nada que tenga que ver con el alcohol, es un poco rarita —le dice al camarero, quien sonríe ampliamente mientras dirige su vista hacia mí.

—No hay problema, le traeré su agua. Además, el agua también es rica y muy saludable —dice el chico con cierta coquetería.

Carraspeo al ver tanta tensión, y agradezco que el lugar es un poco oscuro y no pueden notar como mis mejillas se ponen rojas en este momento.

Tomás pasa su mano por detrás de mí, para acercarme más a él (marcando territorio diría yo).

—Si, a mi novia le gusta mucho el agua, al igual que a mí. Así que sean dos aguas —responde Tomás dándole una sonrisa apretada al camarero.

Después de una breve deliberación, los chicos pidieron una mezcla de cócteles y cervezas, decididos a empezar la velada con energía. Mientras esperábamos, la música cambio a un ritmo más animado, y la gente empezó a levantarse de sus asientos para bailar.

— ¿Quién se anima a dar el primer paso en la pista de baile? —propuso Carlos, levantándose y ofreciendo la mano a Gabi con una sonrisa desafiante.

— ¡Yo me apunto! —respondió Gabi, tomando su mano con entusiasmo—. ¡Pero te advierto que mis movimientos pueden ser peligrosos!

La risa se extendió por la mesa mientras los dos se dirigían hacia la pista de baile, dispuestos a dejarlo todo en el escenario improvisado del bar. Un chico que había aparecido de un momento a otro, se acerca a Ana para invitarla a bailar. Ana me da una mirada de aprobación, a lo que yo asiento inmediatamente con una sonrisa. Ana y el chico desaparecen dejándonos a mí y a Tomás solos en la mesa.

— ¿Qué te parece si nos unimos a la fiesta? —propuso Tomás, levantándose y extendiendo su mano hacia mí con una sonrisa traviesa—. Vamos a demostrarles cómo se baila de verdad.

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