Capítulo 27

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TOMÁS.

El miedo a perderla me envolvía como una niebla densa, inquebrantable. Cada vez que pensaba en la posibilidad de un mundo sin ella, sentía un nudo en el estómago, una especie de vacío que solo ella lograba llenar con su sonrisa y su presencia.

Cada vez que la miro, siento como si el tiempo se detuviera, como si el universo se resumiera en la belleza de su sonrisa y la calidez de su mirada. Es increíble como su sonrisa puede iluminar mis días más oscuros y cómo su voz tiene el poder de calmar mis inquietudes.

Habían pasado varios días desde que todo terminó. Aun puedo sentir la tensión en mis hombros, pero la certeza de que Rafael está muerto nos da un respiro. Habíamos decidido junto con Isa y los demás chicos, que era hora de volver a Coralina.

El viaje de regreso fue silencioso, cada uno perdido en sus pensamientos. Carlos conducía, yo miraba por la ventana, observando cómo el paisaje cambiaba de lo rural a lo urbano. A mi lado, Isa, se acurrucaba contra mí.

— ¿Cómo te sientes? —le pregunté a Isa, acariciándole el cabello.

—Bien… aliviada de que todo esto al fin haya terminado —respondió, aunque su voz tenía un dejo de incertidumbre.

—Así es, y ahora nos queda empezar de nuevo. Tendremos al fin tranquilidad, y nada nos volverá a separar —le regalo una sonrisa tierna.

Al llegar a la ciudad, nos recibió el bullicio familiar de las calles llenas de gente y el ruido de los automóviles. Nos dirigimos a mi apartamento ya que era el único lugar al que podíamos llegar todos.

—Es bueno estar de vuelta —habla Gabi al momento de dejar su maleta a un lado.

—Sí, aunque no puedo evitar sentirme un poco paranoica. Todo pasó tan rápido. Mientras nosotros estábamos en casa, ustedes dos estaban secuestrados por el infeliz del roba corazones —comenta Ana.

—Lo importante es que ya todo terminó, ya no estamos en peligro, y al fin podremos tener una vida normal —continua—. Y ahora si podré casarme con Gabi y tener muchos hijos —dice Carlos, mientras le dirige una mirada tierna a Gabi.

— ¡De qué diablos estás hablando! —exclama Gabi airada y algo sorprendida.

—Pues que tú y yo nos vamos a casar mi chiquitita —Carlos le guiña un ojo.

— ¡No digas mamadas! Jamás pienso casarme y mucho menos tener muchos hijos. No quiero verme gorda y fea dentro de unos años.

Mientras Gabi Y Carlos discutían sobre casarse, Isa se acerca a mí, y en su rostro noto cierta inquietud.

— ¿Realmente crees que estamos a salvo? Quiero decir, sabemos que Rafael está muerto, pero…

—Entiendo. Yo también tengo esa inquietud. Pero no te preocupes, concentrémonos en el presente, y en que todo estará bien —beso su frente con ternura y le regalo una sonrisa que ella devuelve enseguida.

Me quedo por un instante perdido en sus profundos ojos, y cuando sus ojos se encuentran con los míos, siento una conexión tan profunda que parece que nuestras almas hablan en silencio.

Aún recuerdo el instante preciso en que nuestros mundos colisionaron en aquella vieja carpintería. El sonido de las herramientas se desvaneció, y en medio del polvo y la madera, sus ojos oscuros se encontraron con los míos, desatando una tormenta de emociones que nunca antes había sentido.

En ese cruce de miradas, supe que había encontrado a la persona que daría sentido a cada día de mi vida. Sus ojos, oscuros como la noche, pero brillantes con la promesa de un amanecer eterno, se convirtieron en el faro que guiaría mis pasos. Desde aquel día en la carpintería, su amor se ha entrelazado con mi alma, convirtiéndose en la chispa que enciende mi pasión y la fuerza que impulsa mi corazón. 

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