Capítulo 29

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ISABELLA

Estaba en la pista de baile, disfrutando de la música y de la compañía de los demás. Cuando me doy cuenta de que Tomás no se encontraba en el lugar que hace un rato estaba.

— ¿Has visto a Tomás? —le pregunté a Damián.

—Creo que lo vi salir al patio trasero en compañía de Laura —respondió Damián, señalando hacia la puerta.

—Voy a buscarlo —dije, agradeciéndole con una sonrisa antes de dirigirme hacia la puerta.

El aire fresco de la noche me recibió cuando salí al patio trasero. Caminé lentamente, observando el entorno tranquilo en contraste con el bullicio dentro de la casa. Fue entonces cuando los vi.

Tomás y Laura, en un rincón apartado. Sus cuerpos pegados el uno al otro. Sus labios se encontraron en un beso apasionado, un beso que llevaba una intensidad y desesperación que no podía ignorar. Mi corazón se detuvo. Era como si el mundo se hubiera detenido también, congelado en ese instante de traición.

No podía respirar. La imagen de Tomás, el hombre que amaba, besando a otra mujer, me atravesó como una cuchilla afilada. Sentí una mezcla de incredulidad y un dolor tan profundo que pensé que me desmayaría.

Intenté moverme, hacer algo, pero mis piernas no respondían. Estaba paralizada, cada latido de mi corazón resonando en mis oídos como un tambor roto. Las lágrimas comenzaron a llenar mis ojos, nublando mi visión, pero no pude apartar la mirada.

Tomás y yo habíamos construido algo juntos, un futuro, sueños, promesas. Verlo ahora, entregado a otra mujer, destruyó todo eso en un instante. La traición era palpable, un sabor amargo en mi boca que no podía tragar.

Las lágrimas seguían cayendo mientras trataba de recuperar la compostura. No sabía cuánto tiempo había pasado cuando finalmente decidí enfrentar a Tomás.

— ¡Tomás! —grité, con la voz quebrada por el dolor.

Tomás y Laura se separaron abruptamente, ambos sorprendidos por mi presencia. Tomás me miró con los ojos nublados, como si le costara enfocar.

—Isa... yo no estaba... déjame explicarte...

— ¿Explicarme qué? —sollocé—. ¿Qué nuestra relación no significa nada para ti? ¿Que todo lo que hemos construido juntos no vale nada?

Tomás intentó tomarme de las manos, pero lo aparté bruscamente.

—Te di mi corazón y tú lo pisoteaste sin piedad.

—Isa, te juro que fue un error —dijo Tomás, desesperado, sus palabras más torpes de lo habitual—. No quise hacerte daño, créeme por favor.

— ¿Un error? —repetí, incrédula—. Besar a una mujer no es un error, Tomás. Es una elección. Y tú elegiste traicionarme.

Laura permanecía en silencio, mirando al suelo. La ira dentro de mí solo creció al verla ahí, tan cerca de él.

— ¿Y tú? —le dije a Laura, con la voz llena de veneno—. ¿Disfrutaste el momento? ¿te sentiste satisfecha robándome a la persona que amo?

—Isabella, yo... —intentó responder Laura, pero la interrumpí.

—No quiero escuchar nada de ti —le espeté—. Esto es entre Tomás y yo.

Me volví hacia Tomás de nuevo, sintiendo cómo el dolor me consumía.

—Isa, no quise... no sé qué me pasó. Te juro que no quería besar a Laura —dijo, tambaleándose un poco.

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