Capítulo 15

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El sol se ponía en el horizonte y teñía el cielo de tonos anaranjados y rosados, pero para mí, no había belleza en ese atardecer. Desde que llevaba meses sin saber de Tomás, sin volver a recibir un mensaje suyo, ningún indicio de que se encuentra bien, mi vida había sido una sucesión de días grises y noches interminables. La ausencia de Tomás pesaba en mi corazón como un lastre, y el dolor de la incertidumbre me consumía.

Me encontraba en el café en mi hora laboral, atendiendo algunas mesas, otras veces preparando bebidas, mientras en mi mente recordaba a Tomás. Escucho la voz de un hombre hablar, con la cabeza perdida en mi mundo de preocupaciones volteo a ver a la persona que me habla.

—¿Estas bien? Pareces perdida en tus pensamientos —habla Darío y sonrío sin ganas.

—Eres tú. Si, no te voy a negar que hoy ando un poco más pensativa que nunca, y más susceptible —trato de que suene en broma.

—Es entendible, debes de ser una persona fuerte para enfrentar esta situación. No todos podrían lidiar con la incertidumbre como lo haces tú.

—Gracias, pero en realidad, cada día se hace más difícil, ya han pasado meses desde que supe de él. No sé qué le ha sucedido a Tomás. Solo desearía tener alguna pista, algún indicio de donde podría estar —sin darme cuenta las lágrimas comienzan a bajar por mis mejillas.

—Tal vez pueda ayudarte. He conocido a personas… inusuales. Tal vez podría intentar averiguar algo. No te prometo nada, pero quizás, solo quizás, podamos encontrar una pista —Darío se acerca a mí con una expresión comprensiva para después acariciar mi mentón con una de sus manos muy suavemente. Nuestros ojos se encuentran y me siento algo incomoda a lo que me aparto un poco.

—Gracias, Darío. En este momento cualquier ayuda sería bienvenida —comunico.

—Mientras tanto —echa una ojeada a su reloj—, si no estoy mal tu hora de salida es en cinco minutos. ¿Te gustaría pasear un poco? Un cambio de escenario podría ayudarte a despejar la mente.

Darío tenía razón, tal vez un poco de compañía y distracción no me caería mal, así que acepté su invitación.

Dimos un paseo por la ciudad. Durante el recorrido, Darío continúa escuchándome con atención, mientras le compartía mis recuerdos con Tomás. La tarde avanzaba y el sol se ocultaba lentamente en el horizonte.

—Sé que esto es difícil para ti, pero quiero que sepas que estoy aquí para apoyarte en lo que necesites. Sabes que te aprecio… y si tengo que sacrificar mi corazón y mis sentimientos para que tu seas feliz, lo haré.

Rio —Darío, por favor.

—Es en serio, ojos bonitos. Sabes que desde que te conocí hace algunos meses atrás, me dejaste maravillado ante tus encantos, y caí. Lo que no sabia era que esos hermosos ojos ya veían a alguien más. Aun así y con todo respeto, no pretendo ocupar su lugar, pero tampoco quisiera rendirme sin al menos haberlo intentado, y haberme ganado una parte de tu corazón —los ojos de Darío me ven con determinación.

—Tampoco quisiera darte falsas ilusiones y romper tu corazón. No eres el Romeo de mi historia, ya tengo el mío. Probablemente estés perdido en este cuento, deberías buscar tu propia historia, tal vez tu Julieta se encuentra allá, en alguna otra historia sin su Romeo. A demás en un libro no pueden existir dos Romeos.

—Eres difícil de conquistar. Bueno, tal vez algún día me resigne a no tener tu corazón. Pero me encargaré de que nunca olvides mi nombre, me recordarás de una manera que nunca pensaste llegar a recordarme…

Su mirada era profunda y penetrante, al escuchar lo último, siento un escalofrío recorriendo mi espina dorsal. Me recompongo al instante y le doy una pequeña sonrisa.

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