Capítulo 24

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Los rayos del sol se filtraban a través de las cortinas, invitándome a levantarme. Me estiré perezosamente en la cama. Echo una ojeada a mi lado para darme cuenta que Tomás no se encontraba allí. Recordé que había dicho que iría a la carpintería a continuar su trabajo, así podría pensar mejor en algún plan.

Descendí las escaleras y me encontré con el bullicio en la cocina. Mis dos primas estaban preparando el desayuno y Carlos las observaba.

Después del desayuno y un par de bromas, se marcharon. Mientras que Tomás se preparaba para ir a su trabajo. Estando ya listo, se acerca a mí y me toma de la cintura. Sus ojos están fijos en los míos. Lleva puesto unos pantalones de mezclilla salpicados de pintura y virutas de madera y una camiseta negra (Dios, que guapo se ve.)

— ¿Por qué me ves con cara de pervertida? —preguntó, levantando una ceja.

— ¿No puedo deleitar mi vista observando a mi novio?

Tomás sonríe con picardía.

—Me gusta que me veas así. Aunque no esté en mis mejores fachas.

—Siempre te veré guapo con lo que sea que te pongas.

Tomás me besa. Desliza su mano hasta llegar a mis nalgas y las aprieta, provocando que una corriente recorra todo mi cuerpo.

—Cuando vuelva te llevare a las nubes —susurra en mi oído.

Que ardiente.

—Estaré esperándote —le digo entre coqueteo.

Tomás se queda observándome por un buen rato.

—No puedo evitar perderme en tus ojos. Son como dos joyas que iluminan mi vida.

Le regaló una sonrisa tierna y besos sus labios.

Nos despedimos y observé cómo se alejaba por la calle, llevándose consigo un pedacito de mi corazón.

Desde el momento en que nuestros ojos se encontraron, no supe con certeza que nuestros corazones estaban destinados a estar juntos, pero el tiempo me había confirmado, que nuestros corazones se encontrarían en este vasto universo. Cada latido de mi corazón resonaba con el suyo, como si estuvieran sincronizados por el hilo invisible del destino. Aunque los caminos de la vida nos separara en ocasiones, siempre había una fuerza magnética que nos volvía a unir, recordándonos que nuestros corazones estaban entrelazados en un lazo eterno de amor y complicidad.

Nuestros corazones están destinados a encontrarse, como estrellas que brillan juntas en la noche infinita. Como dos piezas de un rompecabezas cósmico, destinadas a encajar perfectamente y formar un cuadro completo de amor y felicidad. Nuestros corazones siempre encontrarán el camino de regreso el uno al otro, donde pertenecen.

Con la casa ahora en silencio, me sumergí en mi escritura, ya que había dejado mi trabajo a un lado después de que Tomás apareciera.

Sin embargo, mientras escribía, escuché el sonido familiar de la puerta principal siendo abierta. Me asomé por el umbral y me encontré con una visión inesperada: mi madre entraba acompañada de un hombre desconocido. Fruncí el ceño, sorprendida y un poco confundida.

— ¡Hola, cariño! —exclamó mi madre, sonriendo ampliamente al verme—. ¿Cómo estás?

—Hola mamá. Estoy bien —respondí tratando de ocultar mi confusión—. ¿Quién es… él? —pregunté, señalando al hombre a su lado.

—Hija, quiero presentarte a Ricardo. Es mi novio —anunció con una sonrisa radiante.

Mis ojos se ampliaron de sorpresa y mi corazón se hundió en mi pecho. El simple hecho de escuchar la palabra “novio” me llenó de una mezcla de temor y dolor. Recordé vivamente los años de mi infancia, marcados por la presencia de un padrastro que destruyó mi niñez. Sus recuerdos llenaron mi mente, dejándome desbastada.

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