CAPITULO 12. IRINA, LA REINA DE LAS KAKUYAS.

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─ Mis hombres vienen con él ─ gruñe Maleisha.

─ Ya los ha transformado ─ gruñe el anciano.

─ Siguen siendo mi tropa ─ El fuerte Rugido de Maleisha, se hizo sentir en toda la tribu, combinada de diferentes razas infectadas.

─ Ya están contamina...

─ Son mi tropaaaaaaaaa ─ gruñó con mucha más fuerza, llena de odio y retumbando el lugar, haciendo y lanzando un segundo grito que estemeció a todas las razas presentes, reconociendo que la transformación de Maleisha, aún no era completa, sin embargo, ya hizo temblar los reinados y cuando el tercer grito, se hizo mucho más agudo, las chozas se desplomaron una a una, las arenas se levantaron, los ecos se trasladaron con fuerza y los oídos de muchos, dolieron con agudeza.

Los reyes de las tribus, la observaron con respeto y temor al mismo tiempo, porque el llamado fué inminente y los Reyes presentes se unieron a ella.

─ Si los puedes dominar, los recuperamos ─ gruñó el Rey de la tribu leonila, pensando que esa mujer era suya y en solo una semana, su gen estará en su panza, una criatura pura en su postura.

─ Maleisha, leyó su pensamiento, pero su perversidad fue más allá.

─ Un gen tan puro, no es posible, uno combinado, podrá dominarlos a todos ─ pensó Maleisha, como siempre un paso adelante de los demás.

─ El gen más infectado que existirá...

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Rashak, a solo unas millas escuchó el fuerte llamado, gruñó porque sabía que la transformación no estaba completada y ya, la media humana, conocía el poder que tenía.

Rashak, furioso gruñó con fuerza y lanzó el grito que también hizo retumbar los confines de la tierra. Sus hombres, se inclinaron ante él, a pesar de que el llamado del grito escuchado anteriormente, también le habían afectado, sin embargo, la decisión ya estaba tomada.

Las tribus felinas de las adyacencias, se levantaron junto a sus manadas, los dos gritos eran el llamado a la unión, a la decisión del bando que debían tomar.

Las de Licantropos, estaban decididas de hacia siglos y solo se unieron las manadas de las diferentes tribus, para emprender al llamado ocasionado.

─ Irina, Reina de la Tribu de las Kakuyas, escuchó el estruendoso grito, sus pasos se detuvieron y sus entrañas se estremecieron.

Milenios, siglos y décadas esperando ese estruendo y ahora que sucede, no sabe si reir o llorar. Odia a Rashak, con todas sus fuerzas, por lo que ha hecho al mundo y aún sigue haciendo, y este es el grito de la batalla y al igual que muchas tribus, ella ya tiene su decisión.

Irina gira su cuerpo y observa al componente de su Tribu las Kakuyas. Alista, Atlana, Fana, Urquiza, Samira, Alina, Safina, Marina, Etiope, Carina, Alana, Fleya y Samara.

Todas liderezas y dispuestas a dar la vida en esta batalla, en esta guerra, que ha causado el maldito de Rashak.

Cada una de ellas se ha estremecido con el estruendoso grito, pero enseguida la tierra vuelve a estremecerse y es el grito de Rashak, llamando también a la unión de sus tribus.

Los pechos de las Kakuyas, se quieren reventar y las sangres fluyen con rapidez, el llamado de ambos gritos es adicción, es furor y desesperante para la acción, pero debían controlarse y aún, con las manos en la cabeza Irina, dió el grito de decisión, controlando como la reina que era, a su tribu y decidida para dar la guerra en esa ardua batalla.

Decidida, la reina enfiló a su manada, solo estaba acompañada con parte de ella, pero sabía que pronto su hermana Elena, quien había quedado resguardando el resto de la tribu en su ausencia, se uniría con ellas en el camino. El fuerte gruñido del llamado era inevitable y como todas unas soldados, emprendieron la marcha para atender el encuentro del llamado.

Se escuchó un rugido, mientras que Irína y sus hijas avanzaban en el sendero. Elena, se unió en el camino con el resto de la manada. Los animales internos de las Amazonas, estaban intranquilos y ellas igual, ya que debían controlar sus instintos, las transformaciones eran inevitables.

A lo lejos después del largo y apresurado recorrido las Kakuyas, observaron el área, dándose cuenta del cambio de bando de algunas tribus.

Todas se unieron y sin contemplación, bajaron al mando del rugido femenino de Maleisha, el cual se escuchaba aún a lo lejos del área.

Los ojos de Irina, brillaron reduciendo a un amarillo miel, prosiguiendo el recorrido con la mirada y escuchando ahora el gruñido furioso y sentenciador de Rashak.

Pero, para las Kakuya, su mando estaba con Maleisha. Ellas, no se doblegaron de nuevo al mando de los machos, nunca más, esta vez, estarían en contra de ellos, su liberación era completa.

Las hijas Kakuyas, no entendían mucho el proceder de la Reina, contra la desapetencia y separación de los machos, pero respetaban la decisión de la madre Reina. Algo era claro, ellas estaban agitadas por lo que sucedía en los mandos mayores.

Irina, la Reina de las Kakuyas, escoge el bando más seguro para todas ellas. Su decisión va dirigida a Maleisha, ella es la leyenda y es el camino a seguir, sobretodo considerando que se aproximaba lo que sería, el comienzo de recuperar los territorios y seleccionar bajo cual tribus, estarían sus dominios.

Las Kakuyas, se prepararon para el enfrentamiento, no solo debían protegerse de los ataques en esta guerra, sino de los machos que deseaban dominar a las hembras de las manadas, sin importar que estuviesen en el bando de los contrincantes enemigos, o en el bando de los aliados.

El laberinto se hizo presente en el camino. Aquello era inmenso y por parte de la vista de las catorce Kakuyas liderezas, aún era difícil percibirlos.

En el mismo lugar y aún sin recaudo, pero con la guía de los olores, las transformaciones fueron inminentes, las bestias de las amazonas se hicieron presentes y en ellas solo las hienas salvajes sombrearon el laberinto.

─ Dos filas ─ Ordenó enseguida Irina, dividiendo su Tribu, separándolas estratégicamente y visualizando los espacios presente.

La reina estudió el campo de visión, buscando atacar y proteger al mismo tiempo las manadas de su tribu.

El grupo de dos filas, acató la orden de su superior.

─ ¡Preparadassss! ─ Saltó con fuerza estruendosa la voz de Irina a sus grupos. Su hermana Elena, la observó, cruzando la mirada con la Reina de las Kakuyas, y luego dirigiéndolas en dirección a las dos tropas enfiladas.

A la señal de las palmas de las patas y las garras de la bestia Reina, las hienas enfiladas, asintieron sin rechistar la orden al mandato de su madre y Reina.

Ambos grupos se esparcieron, algunas del lado derecho del sendero, mientras que las otras del otro lado contrario.

Rashak, sembró sus ojos de odio, al visualizar a Irina y sus tropas ascendiendo al lado de Maleisha, sus ex esclavas liberadas, eran el símbolo de la traición.

Irina, cruzó la mirada con el rey del gen venenoso letal y luego la dirigió hacia Marey, odio contra la maldita Reina de las Felinas, fue lo que destiló la Reina de las Kakuyas.

Irina, como toda la hiena en su sangre sonrió, oliendo el caudal de la sentencia lanzada hacia la Reina de las Felinas y su manada.

─ Las nuevas esclavas de Rashak ─ pensó enseguida la reina de las hienas, esas amazonas guerreras, que ese instante demostró su destreza, cuando los primeros discos que soltaron las patas enfiladas de las hienas, volaron a grandes distancias, desplegando los dientes de hierro, que cortaron las primeras cabezas junto a Maleisha, quien no necesitó un aro y ningún tipo de arma de defensa, para desprender los cráneos que crujían en la despiadada bestia de la oscura mujer, que tenía el ave del demonio en su cabeza.

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