Cuando llegué al nuevo mundo

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Nil caminaba tranquilamente por las aulas que parecían exudar vapor, tan aburrido que solo se le ocurría mirar por la ventana que reflejaba la gran suciedad de su país, de su hogar. Era hora de recreo y su grupo de amigos casualmente había faltado. Tocó la mesa de su tutora que parecía cansada de las caras de sus estudiantes, pero sonreía con tanta naturalidad que no lo hacía sentir incómodo, no hipócrita.

––Miss, ¿podría decirme algo? ¿algo tan lindo que... conmueva mi corazón con tan solo escucharlo? ––sin razón aparente se quedó observando a la maestra que estaba ocupada.

––Siempre pareces querer escuchar un idioma diferente, no solo palabras complacientes ––terminó con una risa suave.

––Puede ser, pero siempre que le muestro algún verso libre que se me ocurre usted solo lo lee y sonríe. No sé si quiero escuchar una opinión sobre eso o quiero cambiar algo en mi mente. Me siento algo cansado por mis pensamientos últimamente... Usted sabe a qué me refiero.

––No te presiones, siempre te escucho porque me hace feliz ayudarte de alguna manera ––dirigió la mirada a Nil ––¿Hoy estas así porque tus amigos no vinieron?

Nil sentía que su miss no quería responderle directamente, quizás estaba exhausta de tanto trabajo. No la molestó más con preguntas.

––No es tanto así, ––rio levemente –– es simplemente que cuando no hablo con mis amigos, usted sabe que son muy energéticos... me nublo un poco.

Tocó el timbre, ambos se miraron. Quizás con algo de tristeza por no poder continuar aquella pequeña conversación.

Pasaron las clases hasta que llegó la hora de regresar a casa. Nil no se decidía si preguntarles a sus amigos la razón de su falta o simplemente llegar a descansar. Su mente realmente no quería pensar ese día, ¿por qué se sentía en el límite, entre la tristeza y la indiferencia? Este era su último año, ya no faltaba tanto para el fin de su etapa escolar.

Ah... eso realmente lo conmovía. Era la primera vez que sentía que había hecho amigos tan cercanos como estos, los quería tanto...

Nil continuaba sin pensar mucho en su camino a casa cuando de repente escuchó las sirenas de la policía, desconcertado siguió con su camino. Sabía que a veces simplemente prendían esa alarma sin razón. De todas maneras, no podía evitar imaginar escenarios de una persecución. Siempre lo hacía tan dramático, le faltaba emoción a su vida. Pensar en eso lo animaba.

Comenzó a inquietarse cuando se acercó mucho el sonido del caos y avanzó más rápido, no se asustaba porque todavía podía observar alumnos de su colegio.

De repente alguien pasó a su lado empujándolo muy fuerte, cuando iba a mirarlo con mala cara simplemente se desplomó. Dolía su cabeza, pero fue tan corto el momento que ni se quejó.

Cuando se despertó, abrió lentamente los ojos, estaba en un lugar muy iluminado, por lo que se le hacía muy difícil acostumbrarse a la luz. De vez en cuando hacía bromas sobre que tenía los ojos muy sensibles ya que sus ojos eran marrones pero claros, aunque quizás en esta situación no quisiese que fuese tan así.

Pero... era extraño, de repente había recordado que él se había quedado en medio de la calle camino a su casa, pero actualmente se encontraba en un lugar muy cómodo, casi como una nube.

Cuando se desperezó por completo tenía un mal presentimiento, miro a todos lados, aun así, no conocía dónde se encontraba. Empezaba a entrar en pánico, cuando vio que su contextura no era la de él, era más delgado, pero se sentía más fuerte, como si todo su cuerpo fuera solo fibra, y además era más alto (lo que realmente lo emocionaba más inconsciente).

No salían las palabras, lo que estaba a su alrededor era tan hermoso que no creyó estar en la Tierra. Él se encontraba en una pequeña cúpula, al parecer conectaba a una mansión, pero la puerta que se encontraba abierta enfrente de él daba lugar a la vista que lo había dejado mudo, un campo con hermosas plantas que contrastaban de la manera más significativa con el cielo que ya se estaba yendo a descansar (ojalá se pueda entender la magnitud con estas pocas palabras).

Cuando volvió a concentrarse en sí mismo observó con mayor detención su aspecto, claramente ya se había dado cuenta que este no era él, pero cuando entendió que era una mujer su sorpresa no pudo con él ya que más impactado lo tenía el hecho de que estaba encima de un manto que lo hacía flotar. No entendía nada. Todo se le estaba mezclando.

Este manto era magia, o un aura, era como una fuerza de color transparente con un matiz arrebol escarchado, lo mantenía muy cómodo y también a una buena temperatura. Sin embargo, no tenía claro si era una habilidad suya que podía controlar o era parte del lugar. Pensó que podía usarlo a su favor porque lo ayudaba con su movilidad.

Reparó en ponerse en marcha a explorar tal lugar porque de nada servía escapar si ni siquiera conocía el lugar o la situación en la que se encontraba.

EL JOVEN QUE QUIZO SALVAR A LA SANTA DE UN MUNDO DE FANTASÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora