𝐈𝐕

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ㅡNo creo que esta sea una buena idea para nada. ¿Eres consiente de que es una completa locura mentirle al rey? ㅡRhogus suspira con resignación, siguiendo a Kieran.

ㅡYa dijiste que sí ㅡKieran se gira para mirarlo y le regala una sonrisaㅡ. No puedes cambiar de opinión.

Caminaban por el bosque de Laurél, el pueblo donde Rhogus vivía, ya que, luego de mucha insistencia, Kieran logró convencerlo de que lo entregase al rey y le pida un nuevo trabajo como recompensa.

Rhogus, a pesar de sentirte avergonzado e incómodo por la situación de Marlo de hace unos días, con la culpa de haber dejado a Kieran tan malherido y que además este lo ayude a librarse de su infierno, aceptó.

No sabía bien porque estuvo dispuesto a cambiar toda su vida de un segundo a otro, pero el vaso de su dolor había rebalsado, y Marlo había sido la última gota que cayó en él.

Talvez la necesidad de aferrarse a algo que le de esperanza era suficiente para intentar salir de su vida, anhelando que todo pueda mejorar, pero no podía evitar sentirse egoísta; estaba hundiendo a Kieran en el pozo de sufrimiento para salvarse así mismo.
En el pensamiento de Rhogus, Kieran volvería a la vida del palacio que tanto le disgustaba solo para que Rhogus tenga una vida mejor.

Y aunque cuando el príncipe apareció en su casa hace varias semanas le lloró y rogó para que no lo devuelva al palacio, ahora parecía indiferente, o más bien, un poco emocionado por la idea.

«Talvez al final de todo si extraña los lujos de su antigua vida» pensó Rhogus, caminando detrás de él, observando sus pasos juguetones entre las ramas del suelo, pisando las hojas secas del otoño que crujían a sus pies.

ㅡ¿Falta mucho? ㅡDijo Kieran.

ㅡYa casi llegamos, unos cuantos árboles más y llegaremos a su granja ㅡResponde Rhogusㅡ. Tápate, puede haber gente rondando por aquí.

Rhogus se acercó a Kieran por detrás y le colocó la capucha, dándole unas palmadas en la cabeza. Esta acción tomó por desprevenido al príncipe, quien frenó sus pasos, con la cara ardiendo.
Kieran levantó el pañuelo negro sobre su cuello, subiéndolo hasta arriba de su nariz, dejando ver solo sus ojos, listo para seguir.

ㅡVamos, falta poco ㅡRhogus le da unas palmaditas en el hombro, incitandolo a continuar.

No tardaron más de quince minutos en llegar a la vieja granja de los tíos de Rhogus, una parcela de tierra seca con pocos animales, que apenas podía autosostenerse. Habían sufrido muchas perdidas estos años y por fin parecía crecer de nuevo, aunque con dificultades.

Allí vivía la prima de Rhogus, una mujer unos años más mayor que él, casada y con hijos. Mantenía la vieja granja desde que sus padres murieron, haciendo lo posible para no hundirse en la pobreza junto a ella.

La idea de Kieran y Rhogus era pedirle la carreta por un tiempo, para poder así viajar a la ciudad de Ruzburg, donde se encontraba el gran castillo y el hogar del príncipe.
Y aunque pedir ayuda no era la mejor idea, ir a pie teniendo que mantener al príncipe oculto sería algo difícil, no solo por su manera de actuar tan peculiar, si no por su llamativa apariencia; no importaba cuantas túnicas oscuras intentarán opacarlo, su blanca piel contrastando con sus ojos azules y sus largas pestañas naranjas resaltaban a la legua. Además, él viaje hasta Ruzburg era largo, caminar no era una opción.

La prima de Rhogus, Eleane Thorne, se encontraba regando unas parcelas cuando llegaron, la tierra estaba seca a su alrededor y con malas hierbas decorando el lugar, intentando robarle la vida a las zanahorias que querían crecer. A su lado se encontraba su hija mayor, arrancando con sus manos las malezas.

El rastro del heredero [+18] (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora