𝐗𝐗𝐗𝐕𝐈𝐈𝐈

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Estimado Hestor Castad:

Han transcurrido varios meses desde mi retorno al reino, tiempo en el cual envié los recursos necesarios para facilitar el golpe de estado de su país. Recientemente, me han llegado rumores que indican que dicho proceso ha comenzado a ejecutarse.

He oído también que el fuerte rumor de la posible guerra entre Ledour y Haenber está alertando a todos sus habitantes. ¿Influye de buena manera en sus planes? Le recomiendo poner al pueblo en contra del rey, aunque supongo que ya lo habrá logrado.

Me gustaría solicitar una confirmación oficial de estos rumores, para poder adaptarme adecuadamente a las circunstancias y mantenerme informado sobre cualquier posible discrepancia que pueda surgir en el desarrollo de los acontecimientos.

Por otro lado, he enviado armas de alta calidad y caballos bien entrenados para apoyar esta causa. Agradecería recibir un reconocimiento por este esfuerzo y, en el mejor de los casos, un agradecimiento por mi contribución.

Posdata: el rey Heinrich está muy enojado conmigo.

Atentamente,
Kieran Castad

—Es espantoso —exclamó Kieran, mirando a Ron con desesperación mientras extendía la carta hacia él—. Yo no le escribiría algo así a él.

—Bueno... su alteza —Ron suspiró, leyendo con atención y dejando el ambiente en silencio—. Es adecuada, considerando todo lo ocurrido. Debería dejar su resentimiento de lado... al menos hasta que dejemos de trabajar con él. Necesita mostrar respeto y sumisión, ¿entiende?

—No es mi estilo, y él lo sabe —murmuró, con un puchero—. Pero está bien. Entrega esta carta.

Sin decir nada más, Ron asintió con el papel doblado en sus manos, alejándose y dejando al príncipe solo en el pequeño jardín detrás del palacio.

El cielo de la tarde estaba cálido, iluminando la pequeña mesa de té frente a él, llena de dulces, y por la reciente escritura, plumas y pergaminos.

Sin embargo, la mente de Kieran se desviaba de esa atmósfera de tranquilidad; la vuelta a Lushyae había sido un gasto de energía incontrolable.

Después de explicarle el verdadero plan a Ron y Rhogus, y volverlos a tener de su lado, el verdadero problema se mantenía en el palacio, especialmente en la sala del trono: Heinrich.

El rey, a pesar de haber accedido a frenar la guerra contra Haenber para salvar a Kieran, al menos temporalmente, seguía siendo una bomba a punto de explotar. Una amenaza constante en la inestabilidad que se vivía en la realeza, mezclada con rumores, temor y desconfianza incluso en las filas del ejército.

Pausar el ataque no fue una noticia bien recibida para los altos cargos, pero al menos, entre el pueblo pareció tener un efecto positivo. La mayoría sintió alivio ante la tregua, y aunque las partes más poderosas del país se contradecían en opiniones, siempre se lograba ver algo positivo: el rey Heinrich no podría actuar en contra de su pueblo, no mientras la aceptación social fuera lo más importante.

Abrumado por la avalancha de pensamientos y planes, Kieran sacudió la cabeza con fuerza, cerrando los ojos. Necesitaba descansar y alejarse de la bruma de la guerra antes de que tuviera que desatar el caos que seguía.

Llevó una tartaleta con merengue a su boca, con el ácido sabor del limón chocando contra su paladar. La distracción de sabores en su lengua lo hizo despegarse del entorno, hasta que los ruidos de pasos cercanos lo hicieron saltar en la silla.

—Alteza, disculpe la interrupción —Un mensajero se inclinó hacia él, con la voz solemne y seria—. Piden urgentemente su presencia en la sala de guerra.

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⏰ Última actualización: Oct 17 ⏰

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El rastro del heredero [+18] (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora