𝐕𝐈

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El rey Heinrich y la reina Rubí se encontraban en la gran sala real, esperando su almuerzo. El silencio inundaba el lugar, como había sido desde hace un mes desde que Kieran desapareció.

La sala era gigante, pero también vacía. Sus paredes de piedra caliza, blanca y pulida, se alzaban a su alrededor, decoradas con oro y tonos azules, con grandes cortinas de color lapizlásuli en los ventanales cerrados; ni una gota de sol entraba por los vidrios, dejando a la habitación sumida en la oscuridad, iluminada solo por las velas de cera.

Rubí decía que su hijo era su sol, aquel que iluminaba la hora de las comidas y le daba algo de ánimo a su tensa familia, que calentaba el ambiente y volvía todo más ameno con sus tonterías a la hora de comer, a pesar de sus acciones poco educadas y sus casi inexistentes modales. Por esta razón, quería comer en la oscuridad; la ausencia del príncipe brillaba, y no quería que el sol la opaque.
Lo extrañaba tanto.

ㅡRubí, mi amor ㅡHeinrich suspiró, posando su mano sobre la de su esposa. Acarició con su pulgar su piel, buscando brindarle calmaㅡ. ¿Cómo te sientes hoy?

Rubí frunció su ceño y sacó con rapidez su mano, colocándola sobre su regazo.
La actitud falsa y amorosa del rey era desagradable para ella, y ahora, sin Kieran, no tenía razones para ocultar su odio hacía él, aquel que tanto se acumulaba en su pecho, haciendo que sus entrañas ardan cada vez que se le acercaba e intentaba "brindarle" tranquilidad.

ㅡDejaste de buscarlo ㅡMusitó ella entredientes, apretando sus propias manos bajo la mesaㅡ. Vi que la tropa que mandaste al sur volvió antes de lo esperado.

ㅡMandaré esa tropa a Haenber ㅡRespondió secamente Heinrich. Posó su mirada en Rubí para analizar su reacción ㅡ. Kieran no está en nuestro país, eso es seguro. Si no, ya lo hubieran encontrando.

ㅡ¿Qué? ㅡEl rostro de la reina palideció, como si esas palabras hubieran sido un balde de agua fríaㅡ. ¿A Haenber?

Haenber era el país casi limítrofe de Lushyae, separados por una gran columna de agua salada.
Desde muchos años, estos dos reinos estuvieron en guerra constantemente, siendo Lushyae el que más control tenía de la situación, destruyendo por completo a Haenber, dejándolo en las ruinas.

Sin embargo, la guerra había acabado cuando en ese entonces, el rey de Haenber, entregó a su única hija, la princesa Rubí Von Rosen, al futuro rey Heinrich Koziura.
La guerra había cesado desde ese día, pero Haenber seguía sometido a Lushyae, siendo exprimidos económicamente, robando sus alimentos, sus hombres, y la poca esperanza de algún día volver a ser un país independiente, sin estar atados por los lazos de los "demonios" de Lushyae.

Pero ahora, si el rey pensaba que Haenber podría haber secuestrado a su único heredero, la situación podría volverse aún peor para Haenber, por traición y daños hacia Lushyae.
Heinrich no dudaría en desplegar todas sus tropas en aquellas tierras solo para conseguir venganza y a la vez placer de ver como los pobres habitantes volvían a ser aplastados por su poder.

ㅡSolo será una visita amistosa ㅡHeinrich se encogió de hombros, soltando un suspiroㅡ. Me gustaría hablar con tu hermano, el rey Lyssander.

ㅡÉl no secuestraria a nuestro hijo ㅡHabló Rubí con firmeza. Su corazón iba fuerte en su pecho, ordenandole a salir corriendo de la mesaㅡ. ¿Acaso crees que es un idiota?

ㅡLa traición es algo común, Rubí ㅡHeinrich levantó sus ojos y los posó sobre ella, intentando ver más allá de su exterior, como si quisiera escarbar en su interiorㅡ. ¿No crees?

ㅡLo es ㅡRubí trago saliva, sintiendo como su cuerpo se tensaba al saber que Heinrich estaba analizándolaㅡ. Pero sabes que Haenber no tiene oportunidades contra nuestro reino, mucho menos después de la tregua que hizo mi padre.

El rastro del heredero [+18] (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora