Prólogo

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Él príncipe Kieran descansaba sobre su acolchada cama con suaves cobijas de seda, sintiendo la suavidad de estas abrazando su fría piel. Su almohada se amoldaba a la forma de su cabeza, estando acostado sobre una nube de plumas de alta calidad.

Sin embargo, a pesar de todas las comodidades, no podía dormir; su pequeña mente estaba repleta de preocupaciones, presiones y esperanzas ajenas, que lo único que hacían eran atormentarlo, opacando su niñez.

El insomnio era recurrente aunque solo tuviera diez años. Las innumerables noches sin dormir eran cada vez más constantes, volviéndolo poco a poco en un zombie guiado por sus padres, un pequeño niño, títere de aquellos adultos y el reino qué lo aprisionaba.

ㅡMi amor... No puedes dormir si no cierras tus ojos ㅡSusurra la reina, acariciando su cabello naranja.

Los ojos de Kieran miraban atentamente al techo, sin pensar en nada. Al estar boca arriba, acostado y encerrado en su habitación, lograba sentir una pequeña libertad, como si ese sector de su habitación fuera un mundo paralelo donde podía descansar su cabeza y liberarse de todas las ataduras que lo rodeaban, y esa era suficiente razón para que su cerebro evitará dormir, haciendo aquella tarea algo imposible, con el objetivo de disfrutar la efímera tranquilidad de cada noche.

ㅡNo puedo, mamá ㅡResponde con su suave voz.

ㅡ¿Quieres que te cante una canción de cuna? ㅡRubí sonríe y le da un pequeño beso en su frente, provocando que el niño cierre sus ojos y asienta con su cabeza.

A pesar de que le disgustaba que su madre irrumpa en su habitación por la noche y con ella trajera todos los problemas que le molestaban, Kieran adoraba la canción que Rubí cantaba con tanto amor para él en sus peores noches de insomnio, aquellos días en los que el sol salía iluminando todo el lugar, y el seguía allí, con sus ojos incrustados en el vacío de su techo.

Sin embargo, en cuanto su madre comenzaba a cantar, la suave melodía y el tono de su voz lo transportaban a un mundo donde se sentía seguro. Los sonidos entraban por sus oídos y hacían dormitar, apaciguando sus emociones.

ㅡNanita, mi príncipe, en la cuna descansa, con sueños de gloria y reinos en esperanza. Heredero de un linaje, futuro sin fin, a cuyo reinado todos claman sin fin ㅡCanta Rubí, mientras acariciaba los párpados de su hijo, queriendo liberar sus tensiones.

Kieran da un suspiro y se acurruca en la almohada, mientras la siguiente oración de la linda poesía se volvía más tenue y suave en sus sentidos.

ㅡOh, mi dulce niño, con ojos de azul, tu destino se teje, con hilo de tul. La corona te espera, con peso y con luz, y en tus manos la historia, con suave reclusión ㅡContinúa Rubí, cada vez bajando más el nivel de su voz.

La reina se percata de que su hijo ya había conciliado el sueño, a unas pocas horas de que amanezca, y para no perder más tiempo, el silencio resuena en toda la habitación. Deposita un segundo beso en la frente de Kieran, lo más delicado posible para no despertarlo y sale de su habitación.

Y a pesar de la apariencia tan angelical de Kieran, con sus ojos cerrados y sus labios entreabiertos, demostrando que estaba en un profundo y tranquilo sueño, la realidad era completamente diferente; su madre se había ido, su voz se había cortado, pero las peores partes de la canción resonaban en sus recuerdos de dormido, haciendo que el peso de la corona siga sobre sus hombros incluso al descansar: "En el brillo del trono, tu nombre resuena, la carga del reino, sobre ti se encomienda. Desde tu cuna, la corona te llama, con susurros de deber, que al alma reclama. "

Sus ojos de abrieron de manera abrupta por la madrugada, cuando ni siquiera el sol había salido. La canción aún resonaba de manera continua en sus oídos, torturandolo por horas, sin embargo, pudo recordar que hoy era el día, y aquel sonido que rondaba en su cerebro se esfumó para dejarle la oportunidad de concentrarse en lo importante.

Ese día, la corona iba a ser suya.


El rastro del heredero [+18] (En pausa) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora